Bienaventuranzas
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   Es uno de los textos más significativos de los Sinópticos, recogido por San Ma­teo (5. 1-12) y de forma resumida por San Lucas (6.20-26). Sintetiza el programa cristiano con el que presenta Mateo el mensaje de Je­sús, dentro del texto desarrollado del llama­do "Ser­món de la montaña".
   Evidentemente este sermón es una composición del evangelista, en el que trata de sistematizar la catequesis de Jesús, en lo que tiene de más original y distante del Antiguo Testamento. Por eso inicia con esas ocho "alabanzas" el largo resumen doctrinal y moral que va a reco­ger en el citado sermón.
   Tal vez sea ésta la razón por la que ha tenido tanta importancia en la ascéti­ca, en la pastoral y en la catequesis cristiana, que siempre identificaron estas "alabanzas" con un verdadero programa de "vida evangélica", el más claro y concretos de todo el Evangelio.

 

Santuario en el Monte de las Bienaventuranzas

   La expresión "bienaventurados”, implica idea de "dichosos, felices, alegres ", que es la forma de traducir correctamente las 55 veces que se emplea en Nuevo Testamento el término "makarion" (24 en Lucas y Mateo, ninguna en Marcos).
   Ascética y teológicamente el programa que presentan estas bienaventuranzas, ocho en Mateo y cuatro en Lucas, ha merecido miles de comentarios a lo largo de la Historia. Se puede decir que pocos textos han sido tan atendidos por los Padres antiguos y por los escrito­res cristianos posteriores. Y pocos han coin­cidido en tanta unifor­midad de interpreta­ción como éste, pues su claridad y su contun­dencia son tan esplendorosas que apenas si quedan resquicios para disen­siones o tergiversaciones hermenéu­ticas o éticas.
 
   1. Contexto

   Es interesante observar que los dos evangelistas aluden a una predicación abierta a todos los oyentes, no sólo a los discípulos, que le comenzaban a seguir y aceptar como Mesías. Y, sin embargo, el trasfondo es de alto compromiso para el discipulado adicto al Señor."Viendo tan grande multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a Él sus discípulos... Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo: Bienaventurados..."
   En la cumbre de un montículo inme­diato a Tabga, en la proximidad de Ca­farnaum, se sitúa ese mensaje de Jesús según la Tradición.  En la ladera de suaves y verdes planos inclinados tuvo lugar aquella enseñanza. En la cumbre se eleva hoy un templo. Pero en un repecho inmediato se conservan restos de un pequeño templo y monasterio del siglo IV, excavado en 1934 por el franciscano Padre B. Bagatti.
   Desde 1938 los peregrinos acuden a la hermosa iglesia octogonal, edifi­cada en la cumbre por la Asociación italiana de Misiones y por el arquitecto A. Barluzzi. Se halla coronada por una cúpula esbelta y, en cada lado del octógono, una vidrie­ra recoge el texto­ de cada Bienaventu­ran­za.
  
     2. En el Antiguo Testamento
 
   Ya se habló con frecuencia de "bienaventuranza", de alegría, de ser desprendido, con el término hebreo "asrê". Son las expresiones que ensalzan el des­prendimiento de la tierra y describe la situación de quien vuelve los ojos a las cosas de Dios. Dt. 33.29; 1 Rey. 10.8; 2 Cron. 9.7
   En los Salmos se ensalza 25 veces a los dicho­sos o bienaventurados de Ya­weh: Sal 1.1 y 25. Es precisamente la prime­ra palabra del primer Salmo.
   En Job 9.17 pasan de 10 las veces en que se usa el término "dichoso", sólo supe­rado por las 24 en que se alude a "desgraciado" "maldito" o "sufridor"
   En los libros sapienciales, la expresión se repite con frecuencia: Prov. 3.13; 8. 32-34; 14.21; 16.20; 20.4; 28.14; 29.18;  Ecle. 10.17; Ecclo. 14.1.  Y en los profetas surge la idea y el término con facilidad: Dn. 12.12; Is.  30.18; 32.20; 56.2.
   Pero la idea del Antiguo Testamento reclama por lo general una nostalgia del bienestar, más que una mística de la renuncia y del desprendimiento de lo terreno. Esta dimensión nueva está re­servada para la enseñanza de Jesús.

    3. El significado

   El sentido místico de libertad interior, de "dicha divina" se halla en las biena­ven­turanzas, que son la quintaesencia de la enseñanza más original de Jesús. Los términos elegidos por Mateo y Lucas recogen las claves del Evange­lio.
   Los cristianos y los pastores de todos los tiempos así lo han entendido al ha­blar de pobreza, paz, renuncia, sufrimiento, sencillez.

   3.1. Pobres.

   Bienaventurados los pobres en Espíritu, porque tendrán el reino de los cielos".

   Los pobres de "espíritu", no sólo los indigentes, son los que buscan a Dios, los des­prendidos de las cosas de la tierra. Son los que no se atan en lo material a las realidades terrenos. Y los que  en lo moral y social se sitúan más allá de los intereses inmediatos.
   Se puede luego extender la idea a todos los aspectos que atan al hombre viejo: seguridad, demonio, honor, dignidad, protección.
   El texto es más elemental y senci­llo en su formulación: los pobres de la tierra, los “anawin”. Es el equiva­lente a los desprendidos, a los genero­sos, a los desata­dos de las in­quietudes mundanas.
   El premio a ese desprendimiento es el Reino de Dios, el Reino de los cielos. Y esa expresión significa, en el contexto Evangélico, el triunfo del bien sobre el mal. Y ese triunfo se manifiesta por la promesa de la salvación y por la conquista de la vida eterna.

    3.2. Los que lloran.

   "Bienaventurados los que lloran, por­que ellos recibirán consuelo".

   El lloro es la expresión del sufrimiento y de la inquietud. En esta realidad se sitúa la bendición. Los que lloran son los que están tristes, los que sufren en el mundo, los tienen inquietud, inseguridad, tormento por la vida. Ellos recibirán consuelo por parte de Dios que les mira­rá con compasión y les protegerá,

   3.3. Los mansos.

   "Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra por herencia."

    La expresión "mansedumbre" implica la paz, la resignación, la dulzura y la benevolencia con todos. La recompensa de la paz, de la paciencia, de la suavi­dad en el trato con los hombres, será el dominio sobre la tierra. Ellos triunfarán mejor que los violentos, que siempre se hallarán envueltos en luchas y en tensiones.
    Los que tienen paciencia en las ad­versidades esperan en el Señor, a pesar de las desgracias y de los atropellos de los violentos. Ellos tienen garantía de triunfo en este mundo y, sobre todo, en el otro.

   3.4. Los hambrientos de justicia.

   "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados"

    La expresión directamente se refiere a la justicia en el mundo. Pero en el trasfondo de la expresión (dikaiossinen) alude la "justificación", a la ordenación interior por el cumplimiento de la volun­tad de Dios. Y por eso se recompensa al que ansía la justicia, con la plenitud, con la satisfacción, en sus pretensiones.
    La justicia divina comienza con la justicia humana. El orden y el cumpli­miento del deber en el mundo, conlleva la plenitud más sutil y espiritual de triun­fo divino.
    Lo contrario sería el triunfo de la injusticia, el dominio del mal y del malig­no en el mundo y en la realidad de la vida.

    3.5. Los misericordiosos

   "Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia"
  
   Es una alabanza y una bendición a los que tienen el corazón compasivo y saben hacer de su vida una ayuda generosa para los más necesitados. Para ellos precisamente surge la promesa de ser recompensados con la misma medida de la misericordia. El concepto de miseri­cordia (eleemones) alude al saber dar, al compartir con los necesitados, al ponerse en disposición de ayudar a otros.
    La misericordia, el tener corazón para las miserias, será el mensaje más sutil del Evangelio de Jesús, torrente de benevolencia para con todos los hom­bres.
  
    3.6. Limpios de corazón

  "Bienaventurados los de limpio cora­zón, porque ellos verán a Dios"
 
   Los limpios son los que no tienen mancha. Y la referencia al corazón alude a la carencia de malas intenciones o torcidos propósitos. Esa limpieza es el cauce para llegar a descubrir a Dios. Sólo los que llegan a la limpieza interior, a la pureza, pueden acercarse al miste­rio de la verdad eterna.
 
    3.7. Los pacíficos

   "Bienaventurados los pacíficos, por­que ellos serán llamados hijos de Dios"

     Los pacíficos son los que prefieren la paz a la violencia, los que saben aguan­tar y se mueven en la resignación y no la reivindicación. Esos serán reconocidos por los demás hombres como hijos de Dios. como reflejos que grandeza divina, como mensajeros de la paz, el don que tanto deseaban a sus amigos los hom­bres del oriente.

    3.8. Los perseguidos

   "Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, porque de ellos es el Reino de los cie­los".
 
    En esta bendición se consuela a los que son perseguidos a causa de la justicia. El evangelista añade una alabanza insistente y persistente, que refuerza la simple alabanza general. "Bienaventurados seréis cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros."
    Las persecuciones por defender la justicia en general y por seguir al Justo de los justos, Jesucristo, son causa de especial gozo, por la especial recompensa que se recibirá en los cielos.
    Claramente Jesús se lo decía siem­pre a sus seguidores: "Seréis abo­rrecidos de todos por causa de mi nom­bre; más el que persevere hasta el fin, éste será salvo" (Mt. 10.22).

    3.9. La síntesis de Lucas

    El texto de las Bienaventuranzas aparece en Lucas de forma abreviada. (6. 24-26). Son las mismas ideas, pero contrapuestas a las malaventuranzas o lamentos que reflejan las situaciones contrarias: a los pobres se oponen los ricos; a los hambrientos, los muy satisfechos; a los que lloran, los que ríen; y a los perseguidos, los que son halagados.
   Se recoge en el Evangelista historia­dor los miedos y las amenazas:
   "Mas,  ¡ay de vosotros, ricos! porque ya tenéis vuestro consuelo.
   ¡Ay de vosotros, los que ahora es­táis saciados! Porque tendréis hambre.
   ¡Ay de vosotros, los que ahora reís! Porque os lamentaréis y lloraréis.
    ¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!
   Los lamentos de Lucas reflejan el alcance profético del mensaje, el lengua­je impre­cato­rio y conminatorio, la llama­da de atención a los seguido­res, que se halla con frecuencia en los antiguos Profetas y recoge también el Nuevo Testamento: con Juan Bautista: Mt. 3.7-10, con el mismo Jesús: Mt. 23. 13-36; en las Cartas apostólicas (2 Cor. 11. 1-6; Hebr. 3. 7-19) o en el Apocalipsis (A­poc. 9. 12; 14. 9; 18. 16. etc.)


 
 4. Significado en Catequesis

   Las bienaventuranzas han sido asociadas en todos los tiempos y por todos los comentaristas cristianos con el mensaje central de Jesús. En ellas se condensa su original llamada a lo nuevo, a la abne­gación, al amor. Sólo con el amor se pueden entender, aceptar y tratar de practicar esas aventuras buenas.
    El catecismo de la Iglesia Católica dice de ellas: "Expresan la vocación de los fieles asociados a la gloria de la Pasión y Resurrección de Jesús. Ilumi­nan las acciones y las actitudes caracte­rísticas de la vida cristiana. Son prome­sas paradójicas que sostienen la espe­ranza en las tribulaciones. Anuncian a los discípulos las bendiciones y las recom­pensas ya incoadas”. (Nº 1717)
   Por eso tienen tanta importancia en la educación de los creyentes el tomar las bienaventuranzas como punto de partida y no sólo como ideal de llegada. Desde los primeros años los niños y jóvenes deben adquirir un vocabulario evangélico: paz, justicia, amor, sufrimiento, etc. Y sobre todo deben adoptar actitudes personales que abran las puertas a un suficiente programa de vida cristiana.

  Los catequistas deben esforzarse por ello, aunque resulte a veces difícil. Y para ellos debe tener presentes  determinadas consignas:

   1. Hay que descubrir la dicha de la imitación de Cristo en la pobreza de espíritu, en la paz, en el sufrimiento aceptado con resignación y sin amargu­ra, en la firme apuesta por la justicia.
   Evidentemente esto se opone a las demandas del mundo: riqueza, victoria, predominio, placer, fuerza.

  

 


 
 

 

 

   

 

 

Santuario en el Monte de las Bienaventuranzas

       Bienaventuranzas de un humanista culto

 Hace casi 500 años Tomás Moro (1480-1535) escribía:
   Felices los que saben reírse de sí mismos, porque nunca terminarán de divertirse.
   Felices los que saben distinguir una montaña de una piedrita, porque evitarán muchos inconvenientes.
   Felices los que saben descansar y dormir sin buscar excusas, porque llegarán a ser sabios.
   Felices los que saben escuchar y callar, porque aprenderán cosas nuevas.
   Felices los que son suficientemente inteligen­tes como para no tomarse en serio, porque serán apreciados por quienes los rodean.
   Felices los que están atentos a las necesidades de los demás, sin sentirse indispensables, porque serán distribuidores de alegría.
   Felices los que saben mirar con seriedad las peque­ñas cosas y con tranquilidad las cosas grandes, porque irán lejos en la vida.
   Felices los que saben apreciar una sonrisa y olvidar un desprecio, porque su camino será pleno de sol.
   Felices los que piensan antes de actuar y rezan antes de pensar, porque no se turbarán por lo  imprevisible.
   Felices ustedes si saben callar y ojalá sonreír cuando se les quita la palabra, se les contradice o cuando les pisan los pies, porque el Evangelio comienza a penetrar en su corazón.
   Felices los que son capaces de interpretar siempre con benevolencia las actitudes de los demás aún cuando las apariencias sean contrarias. Pasarán por ingenuos: es el precio de la caridad.
   Felices, sobre todo, los que saben reconocer al Señor en todos los que encuentran, pues entonces habrán hallado la paz y la verdadera sabidu­ría.
                                                       (El gusto de vivir, de Sto. Tomás Moro)

       Bienaventuranzas de un Educador moderno

       Un anónimo colgado en internet consignaba una más de las miles tablas de bienaventuranzas posibles en que la gente piensa:

  - Bienaventurado el educador que cree y ama su tiempo, su historia y su siglo, porque sembrará esperanza y optimis­mo.
  - Bienaventurado el educador que siente la Argentina como país viable, tierra privilegiada, porque despertará ilusión y ganas de vivir y trabajar por ella.
  - Bienaventurado el educador que descubre su tarea como misión, como vocación, porque sublimará los sinsabo­res de los magros sueldos y la incom­prensión de la gente.
  - Bienaventurado el educador, la edu­cado­ra, que infunde amor a la tecnología educativa, fuerza del hoy, pero no olvida la ética, el culto de la verdad, el cultivo de la fe, las fuerzas de siempre, porque serán maestros de verdad.
  - Bienaventurados los educadores que poseen un corazón sin fronteras, abierto al pluralismo étnico, religioso, social, político e intelectual; un corazón en el que quepan todos los niños y jóve­nes, porque serán cultivadores de la unidad.
  - Bienaventurados los educadores que saben mirar al futuro, que creen en el cambio, que saborean lo nuevo, porque prolongarán su juventud.
  - Bienaventurados los educadores que se acercan a los chicos para compartir con ellos la soledad, la inseguridad, la tristeza, porque serán padres de muchas sonrisas.
  - Bienaventurado el educador, la educadora, que, como el Jesús de Emaús, hace camino junto a los chicos, porque habrá abierto y ganado su cora­zón.
  - Bienaventurados los educadores que, solidarios, se arre­mangan para "lavar pies", enjugar lágrimas y perdonar desaires, porque revelarán el rostro de Dios Padre.
  - Bienaventurado el educador que, como la Virgen, sabe guardar las ale­grías y las penas de la educación en el corazón, porque será gloria, alegría y corona.
  - Bienaventurado el educador, la educadora que, al estilo de los grandes pedagogos, no esperan que los tiempos sean buenos, sino hacen de los malos momentos, tiempos óptimos, porque serán constructores de la mejor educación.       

 

 

 

Una catequesis modelo sobre la paz:

 

     "Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios"

    1. Ambientación: Una comparación entre la paz y la guerra
         - La vida pacífica: trabajo, familia, diversión, juego, salud... alegría
        - La vida violenta: armas, sangre y sufrimiento, envidias, temor, dolor

        Ejercicio: buscar hechos de violencia y de convivencia en prensa reciente: comparar y comentar… Sugerir lo que un cristiano debe hacer ante ello.

    2. Mensaje de Jesús sobre la paz
         Comentar tres textos de Jesús:   Cuando entreís en una casa, decir la paz con vosotros (Mt. 10.12)
       - Despedida en la Ultima Cena. “Mi paz o dejo, mi paz os doy, no la del mundo”. (Jn 14.27)
      - Saludo al resucitar: "Mi paz con vosotros” (Mc. 16.14; Lc. Mt. Jn )

      Ejercicio: Buscar por grupos textos evangélicos sobre la paz (26 veces se cita en los Evangelios: Lc. 2.14... paz en la tierra...: Lc. 10.6; Lc. 14.32; Mt. 10.34; Lc.12.51; Lc. 19.42
    (Con mayores, explorar en Pablo  (78 veces más aparece en él la idea de la paz).

    3. Aplicaciones:
     Buscar diversas situaciones de falta de paz y ofrecer un emblema con un texto evangélico:
      Disensiones matrimoniales... guerra entre vecinos... terrorismo ideológico...
      Buscar situaciones cercanas a la falta de paz: envidias, rivalidades, juegos o diversiones agresivas. Consensuar un lema y un emblema para una semana de convivencia en clase o en el grupo.

 

Sto. Tomás de Villanueva (1486-1555) comentaba:

       "Mucho es hacer buenas obras, pero más es sufrir las malas. No hay otra señal tan grande de amor como es padecer por el amado; porque la paciencia obra perfecta tiene. Pues la bondad acabada consiste en dos cosas:
           - en hacer bienes por Dios
           - y en padecer de gana males por Él, y mayor señal es de bondad lo segundo que lo primero.
      Por tanto, después de que nuestro Señor nos ha enseñado en las palabras pasadas lo que hemos de hacer, nos invita ahora a padecer diciendo: Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
   Es como si dijese:
      - los buenos cristianos a ningún hombre han de hacer mal;
      - y a todos han de aprovechar en lo que pudiesen;
     - mas, si viviendo ellos así, hubiere algunos hombres tan malos que los persiguen, no por culpa que en ellos haya, mas porque siguen la justicia, no pierdan los buenos su voluntad por ocasión de la maldad ajena, porque no es bueno de verdad el que no sabe sufrir al malo.
      No se engañen, empero, algunos pensando que este padecer por justicia consiste en ser castigado del juez o ser afrentado o perseguido por los pecados que se han hecho
     Aunque tal padecer, si se tolera con paciencia, sea muy provechoso, pues Dios toma en cuenta todo lo que se padece de unos y otros, y hasta lo mira ya como castigo que Dios acepta para purgar obras mal hechas... y se pueda menor volar al cielo, aquellos de quien aquí se habla son los que ni por delito que hayan hecho, ni por odio particular que les tengan, mas solamente porque siguen a la justicia, que quiere decir la virtud, son perseguidos y sufren esa persecución." (Sermones pastorales)

 

 

2. Es importante que el educador de la fe sepa explicarlas con hechos y ejem­plos, más que con palabras: hechos de perdón, compro­misos de entrega, gestos de paz, apertura a la vida.
   Un peligro pedagógico de las bienaventuranzas es el nominalismo: a fuerza de repetir fórmulas elegantes, pueden quedarse en simples emblemas, sin pasar a la vida de cada persona.

  3. Importa resaltar también el aspecto comunitario y eclesial de cada bienaven­tu­ranza. Reflejan un programa de vida para compartir y repartir, no sólo para formular personalmente o conocer en teoría. Resaltar el hecho de que es la comunidad cristiana la que tiene que luchar por la justicia y practicar el desprendimiento de los bienes terrenos. Es decisivo en una buena catequesis de este programa subli­me y sutil.
     Es fácil caer en el individualismo y encerrarse en las prácticas ocasionales del bien obrar. La dimensión comunitaria de las bienaventuranzas conllevan la aceptación de un estilo de vida colectivo, en donde las formas de hablar se traducen en hechos: en la familia, en la parro­quia, en los grupos cristianos de pertenencia.
     Por lo demás, es importante resaltar que el primer promotor, testigo y mode­lo de una vida según las bienaventuranzas es el mismo Jesús. Cada una de las ocho de Mateo o de las cuatro de Lucas es una fotografía de Jesús.