Celebración
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   Es la conmemoración gozosa de un acontecimiento, encuentro o situación. Tiene que ver con recuerdo, ceremonia, fiesta, felicitación, regocijo, exaltación, etc. Y de alguna forma implica participación, comunidad y acción de compartir, de dar y recibir, de relación cordial y solidaria, por lo tanto de comunidad, grupo, encuen­tro.
   El mensaje cristiano se halla muy vinculado al concepto y al sentimiento de celebración, pues la Historia de la salvación y las enseñanzas de Jesús conllevan un gozo singular al poder compartir las gracias y los dones que el mismo Jesús nos ha repartido.
  En el Antiguo Testamento abundan los lenguajes celebrativos desde la Pascua a las fiestas diversas, desde las victorias a la liberación.
   Los textos evangélicos están llenos de ideas y sentimientos de celebración: bodas de Cana, parábolas de bodas y convites, viajes proféticos al Templo, hasta la Cena de despedida o del Señor.
   Por eso en la terminología usual cris­tiana se alude con frecuencia a la idea de celebración. Se celebran los sacramentos y las bendiciones, se celebran las fiestas y los recuerdos, se celebran los acontecimientos gozosos (bodas y bauti­zos) y tristes (muertes).
   El sentido gozoso del mensaje cristiano, pues Evangelio es buena noticia, está en la base de la relación normal que debe existir entre catequesis y celebra­ción.
   Con todo no hay que confundir ambas realidades o conceptos. La celebración es fiesta, gozo de lo ya poseído. Por eso la homilía es esencialmente celebración, porque se goza en la Palabra de Dios recibida y ya poseída. Sin embargo la catequesis es preparación, camino, educación para recibir con más consciencia y alegría lo que se espera y ama. La catequesis prepara y se orienta hacia la celebración.
   Las celebraciones cristianas, fiestas y sacramentos, gestos, recuerdos, se ven expresadas en el cristianismo con series sugestivas de gestos y símbolos. Con todo, la catequesis es celebrativa también por cuanto inicia, ambienta y dispo­ne en esos elementos. Y lo hace con experiencias y no sólo con consideracio­nes. Es celebrativa en alguna forma, pero más bien habría que decir que es preparación para la fiesta, no la fiesta en sí misma.
   Toda celebración es catequística pues es un medio de educar en la fe en cuan­to ofrece modos de expresar y de entender las ideas, los sentimientos y las actitudes espirituales. Por eso en la catequesis el lenguaje celebrativo debe estar presente al máximo, ya que es el mejor modo para iniciar a los catequizan­dos en él con interés y con frecuentes experiencias.
   El Sínodo de los Obispos de 1977, que tuvo como tema central la catequesis, terminó con un mensaje al Pueblo de Dios en el que se afirmaba: "En toda catequesis íntegra hay que unir de modo inseparable el conocimiento de la Palabra de Dios, la celebración de la fe en los sacramentos y la confesión de la fe en la vida cotidiana".
   Las celebraciones pueden ser de muchos tipos. Las más importantes en el cristianismo son evidentemente las litúrgicas y sacramentales: los sacramentos, las fiestas.
   Pero puede haber otras muchas formas de conme­morar hechos reli­giosos y por lo tanto hay que saber elegir, ordenar y acomodar los encuentros y las formas de celebrar.


 
 
 

 

 

   

 

 

 

  En catequesis es importante aprender celebrando (convivencias, festejos, pro­cesiones, recuerdos, etc.) y celebrar aprendiendo (regocijos, representaciones, acciones compartidas). Es lo dinámico y prioritario de la acción catequística; al menos es lo inseparable de la instrucción.


    Por lo demás también es conveniente recordar que las celebraciones litúrgicas con niños no siempre pueden seguir los esquemas y procesos que siguen a las preparadas por adultos y para adultos. El lenguaje celebrativo debe acomodarse a ellos sin reclamar excesiva pureza de ritos, defecto en que suelen caer los que confunden rúbricas con plegarias, accio­nes con celebraciones, ceremonias y alegrías espirituales.


   Esas celebraciones exigen adaptación, brevedad, acción, uso de sentidos, deli­cadeza, ambientación psicológica y pau­tas para la comprensión de los actos y de los símbolos, ya que los niños tienen menos capacidad de abstracción y dependen de la acogida de los gestos y de la claridad y agilidad con la que se les enseñe a ejecutarlos.