Constructivismo
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  Es la tendencia psicológica reciente, sobre todo la configurada en la Universidad de Harvard, que concibe la mente como una órgano capaz de estructurarse (estructuralismo), si se tiene acierto al ofrecerle elementos que hagan posible su construcción (constructivismo) interior. Se basa en una visión del aprendizaje dinámico, elaborada por autores como Jean Piaget y Jerónimo Brunner, de neurólogos como S. Vygotsky o de pedagogos como David Ausubel.
   Las ideas básicas de esta corriente proceden del campo de los científicos; por ejemplo, de físicos como Heinz Von Foerster (1991), cibernético y matemático austríaco, defensor de un "constructivismo radical" en la identificación de las ciencias. Considera que una ilusión occidental es la noción de objetividad. Afirma la mente humana llega a la ciencia desde la experiencia debidamente organizada, no desde las leyes acumuladas.
   Su idea quedó reforzada por neurólogos como Albert Bandura, que en 1969 publicó "Principles of Behavior Modification" y diseñó las variables cognoscitivas necesarias para la modificación de la conducta a nivel del aula.
    En sus argumentos Bandura distinguió el aprendizaje de la ejecución y afirmó que es bueno aprender a través de la observación sin recompensa.
    También se difunden teorías como la de las Inteligencias Múltiples, de Howard Gardner, y la de Mihaly Csikszentmihaly, defensor del Aprendizaje Motivado o las de Daniel Goleman sobre la Inteligen­cia emocional.
    Las ideas de Vygotsky sobre la diferencia de potencial entre los individuos, y por lo tanto sobre la diversa capacidad de aprender, conducen a resaltar el valor de las herramientas mentales para llegar a dominar el signo que reclama todo aprendizaje operativo.
    David Ausubel resaltó, en su teoría del aprendizaje significativo, la importancia de seleccionar y no acumular contenidos; y trabajar para que se construyan estruc­turas mentales a través del lenguaje y no memorizaciones sin sentido. En las estructuras del pensamiento fundamenta él la solidez y la permanencia. El protagonista es el que aprende, no el que ense­ña. El es el motor intrínseco en toda tarea adquisitiva. Exige instrumentos adecuados, pero también energías, "dado que comprender requiere siempre un esfuerzo y la persona debe tener algún motivo para esforzarse... Por más significativo que sea un material, si el alumno o aprendiz no está dispuesto a esforzarse en relacionar y sólo repite el material, no habrá aprendizaje significativo".
    Estos postulados se han extendido en los últimos tiempos en nuestros ámbitos educativos. Suscitan consecuencias en todos los campos del aprendizaje y del comportamiento. También el terreno religioso se ve afectado por nuevos postulados y diseños que es preciso integrar en las formas usuales didácticas.
    Las consecuencias son múltiples: no aprender muchas cosas, sino aprender­las orgánicamente y crear en la mente y en la persona estructuras de significación religiosa: conocimientos, vocabulario, rela­ciones, manejo de herramientas, etc.
    Es necesario asumir las diferencias de pensamiento y de comportamiento de los individuos como algo natural, también en las esferas religiosas. Hay que desconfiar de los conceptos abstractos también cuando se trata de doctrinas y normas religio­sas, ya que sólo en etapas tardías del desarrollo se puede llegar a lo general. Es preciso funda­mentar los datos en lo inmediato, en lo vital, para que no se evaporen las aparentes adquisiciones si no están documentadas y vivenciadas.
     Estos planteamientos deben tenerse en cuenta en la educación reli­giosa, si en los demás campos académicos se siguen metodologías constructivis­tas y se prefie­ren criterios significativos.