Diácono
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   El término griego "diakonos" significa servidor o ministro en una comida. Es uno de los grados del Orden sacerdotal y supone el sacramento del Orden.
  El que ha recibido el diaconado queda ordenado o consagrado para un ministe­rio de servicio a la comuni­dad, acceda o no acceda luego al Presbitera­do a la plenitud del Episcopa­do.
  Desde la Edad Medio este grado quedó relegado a un mero rito de preparación a la ordenación presbiteral. Y los ministerios eclesiales fueron ejercidos de forma absorbente por los presbíteros regidos por el Obispo.
   Pero el Concilio Vaticano II reclamó una restau­ración del Orden diaconal antiguo para el ejercicio de multitud de funciones eclesiales de servicio, convenientes para la comunidad, y que debería contar con una ordenación o destino de parte del Episcopado, últimos responsable y pastor de cada iglesia particular.
    Bíblicamente alude a los que sirven de alguna manera a los demás. Del centenar de veces en que se usa el término en el Nuevo Testamento, 37 se hace en la forma verbal (diakoneo), 30 como sustantivo personal (diakono) y 34 como servicio (diakonia).
   En los textos evangélicos se habla de servicio a otro (Mt. 4.11; Mt. 22.13; Mc. 9.35; Luc. 10. 40). Pero en los Hechos y en las Cartas de los Apóstoles se multi­plican las referencias a las personas que, sin ser del grupo de los Apóstoles, ejer­cen una función de servicio desintere­sado en la primera comunidad cristiana.  (Hech. 6.2; Hech 6. 5-6; Col. 4.7; Filip 1.1; 1 Tim. 3.8; 1 Tim. 3.13)
   La figura del Diácono tuvo, pues, una especial relevancia bíblica en la Iglesia. En especial el modelo de diácono que fue el primer mártir de la comunidad, el diácono Esteban apedreado por su fidelidad y por el testimonio de sus obras y de sus palabras (Hech. 7. 1-60).
   Incluso, hemos de recordar la existen­cia de diaconisas o servidoras de la comunidad al estilo de Febe (Rom. 16.1) y al modo como también con Jesús cami­naba un grupo de mujeres que le servía con sus bienes (Mt. 27.55; Mc. 15.41)
  El diaconado permanente en los tiem­pos actuales ha sido demanda de las nuevas circunstancias de la Iglesia para liberar más al presbítero para la misión del anuncio, igual que en tiempos apos­tólicos. Pero es todavía inicitiva minoritaria que será objeto de adecuada organización para separar las fronteras entre el laicado y el diaconado consagrado.  (Ver Orden Sacerdotal 3.1.2 y 3.2.3)