Dualismo
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  Tendencia filosófica, ética y psicológica y sociológica, que se halla arrai­gada en la mente humana y que tiende a clasificar dualmente la mayor parte de los juicios, sentimientos, creencias y actitudes en los que el hombre desenvuelve su actividad interior.
   De alguna forma esa bipolarización entre el bien y el mal, tiene sus raíces en la naturaleza humana dual: cuerpo y alma. Pero ideológica e intuitivamente posee cierta permanente ascendencia en las creencias de las religio­nes antiguas: la arcaica china con sus dos dioses o principios cósmicos, Yin y Yang; la persa con los suyos, Ormuz y Arimahan; todos los grupos feti­chistas y animistas de Africa, Asia y América, que creen en espíri­tus buenos y malos y dejan su eco en el Dios del cielo y en el Satanás adversario del libro de Job y en general de la Biblia.
   Por influencia persa, se halla un fuerte sabor dualista, religioso y cosmológico, en la teoría de los dos caminos que aparece con frecuencia en la Escritura, tanto en el Antiguo Testamento: (Salm. 1. 6; 1 Sam. 12.13; Prov. 14.12), como en el Nuevo (Mt. 7.13).
   En los Escritos del Nuevo Testamento 106 veces se habla de "camino"; de ellas, 43 aluden en sentido metafórico al camino bueno, al malo o a ambos pues­tos en contraste. Y los primeros seguido­res de Jesús, como se ve en el c. I de la Didajé, entendieron que el hombre ha de luchar por seguir el camino bueno.
   Por este motivo la dualidad entre virtud y vicio, gracia y pecado, luz y tinieblas, verdad y mentira, mundo y cielo, amigos y enemigos, paz y guerra, amor y odio, de la que se hacen eco continuamente los textos joánicos adquiere una dimen­sión religiosa estrechamente vinculada a la revelación cristiana.
   En la misma dirección se desenvolvieron siglos antes de Cristo los grandes pensadores griegos: Anaxágoras, Platón, Aristóteles, o los lejanos maestros del Oriente: Confucio, Buda, Laotse. Cada uno explicó a su manera la vida, pero todos discurrieron en el eje que va desde la muerte a la vida, desde la salvación a la condenación, del cielo a la tierra, pasan­do por la doble cara de la moneda: de belleza y fealdad, de sabiduría e ignorancia, dolor y placer, de bien y mal.
   Pocas veces se han hecho planteamientos triples o cuádruples (salvo en algunas antropologías orientales (so­ma, psiche, pneuma) de menos exten­sión lite­raria o sociológica que la binaria.
   Por eso el dualismo no es sólo una interpretación generalizada de la realidad vital, sino una infraestructura del entendimiento humano, que trata de simplificar su percepción de la realidad terrena.(Ver Cuerpo 2)