Embalsamar
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    Acción de preparar un cadáver (disecar se dice para animales) con el fin de conservar sin que se deteriore o corrompa. Se hace con ungüentos y productos, naturales en tiempos antiguos, (llamados bálsamos), y artificiales en la actualidades (ácidos). Y se suele aplicar a personas de distinción, o según costumbres locales, con intención de que se conser­ve más tiempo el cuerpo.
   La doctrina de la Iglesia nada tiene que ver con estas costumbres, siempre que se trate con respeto el cuerpo del que fue un ser humano portador de toda la dignidad del hombre. A simple vista parece más conforme con la naturaleza el dejar que el cuerpo se corrompa y desaparezca en el sepulcro. Pero nada hay ni ético ni religioso para que se pueda manipular de esta forma y se le conserve artificialmente.
   Lo que sí conviene en educación es salir al paso de creencias populares ingenuas y perjudiciales, como sugerir el pensamiento de que así el alma se encuentra más cómoda o que puede resucitar con más facilidad.
   Del mismo modo, conviene enseñar con claridad que, cuando se ha hecho con algún cuerpo de santo al que la Iglesia terminó tributando culto, en nada tiene que ver ese hecho con la santidad. La incorruptibilidad provocada por embal­samamiento o momificación natural o artificial nada tiene de milagroso ni de admirable, aunque fomente la veneración del pueblo creyente. Lo que hay que evitar en estas ocasiones es fomentar cierta curiosidad morbosa al contemplar los despojos venerables o el alentar las supersticiones y vanas creencias que en poco o nada contribuyen a la imitación de las virtudes de la figura en cuestión.

     En tiempos pasados se desarrollaban estas prácticas y se fomentaba la piedad con la promoción de reacciones sensoriales. Los tiempos actuales no caminan en la misma dirección