Fenicios
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    Pueblo en la costa de Siria y Palesti­na organizado en forma de ciudadesestado, en las cuales se generaban riquezas de todo tipo que se comercializaban por todo el Medterráneo.
   Nació a la historia hacia el siglo XII y nunca formó un reino poderoso, sino una red comercial de ciudades estados que poblaban la costa siropalestinense: Tiro, Sidón, Biblos, Trípoli, Ugarit, Ebblat, Berytos (Beirut), etc. Se relacionaban con los pobladores del interior, no teniendo mucha diferencia racial con los cananeos destruidos por Israel a su llegada.
   Comerciaban con los metales que traían de sus colonias marítimas y ellos eran el destino final de las caravanas de mercaderes que venía de la Mesopotamia y aportaban cerámicas, aromas, orfebrerías, marfiles. Ese intercambio hizo a las ciudades marítimas de la costa centros de poder en donde un señor, un consejo de ancianos y el sacerdote supremo de un templo, se repartían un poder eficaz, interesado y mercantil.
   Las colonias del Mediterráneo, del norte de Africa: Cirene y Car­tago, las de Sicilia y las de Iberia, incluso más allá del estrecho de Gibraltar, fueron su mejor creación. Hasta el siglo VI, en que entraron en competencia con los griegos, fueron señores de los mares. A ellos se debió los avances en las técnicas de navega­ción y construcción de barcos con las duras maderas de cedro de Líbano y con las hábiles manipulaciones de las materias primas: fundiciones, talladu­ras, teji­dos y curtidos, tinturas, además de las formas artísticas novedo­sas.
   Su influencia en las tierras del interior  fue grande, sobre todo en los aspec­tos religiosos. Sus dioses, como El, Baal, Melkarte, influyeron en toda Siria y Pa­les­tina, en­trando en colisión con el Ya­weh de los israelitas cuando éstos llega­ron hacia el siglo XII antes de Cristo.
   Desde antiguo establecieron lazos culturales, como consta en el Génesis (Gen 49. 13-20). Pero fue en tiempos de Salomón, rey también mercader, cuando los víncu­los fueron más estrechos. Al fin y al cabo el Templo que Salomón cons­truyó era un modelo fenicio y los arqui­tectos y orfe­bres fueron de Tiro: 1 Rey. 5. 5-25 y 7.13.
   La lucha de los profe­tas con­tra los dioses fenicios fue conti­nua: Is. 23. Ez. 27; Jer. 25. 22; Am. 1.9; Ez. 26. 1-28. Sobre todo fue una lucha encarnizada con las figuras de Elías y Eliseo (1 Rey. 18. 20-40). Pero es evidente que, detrás de las creencias, se movían los modos de vida, los tributos religiosos, los contratos, las influencias comerciales.

 


  


 
 
 

 

 

   

 

 

 

    El alfabeto fonográfico (22 signos) fenicio originó en el siglo VIII una escritu­ra rápida, breve y cómoda. Se impuso sobre la forma ideográfica de Mesopotamia (cuneiforme) y Egipto (jeroglífica, demótica) y se popularizó al ser imitado por los alfabetos cultos posteriores: grie­go y latino.
   Alejandro Magno conquistó la región y destruyó Tiro el 333 a de C, lo que dio un golpe mortal a la originalidad fenicia. Y Pompeyo el 64 declaró la región provincia romana, la sirofenicia, lo que causó su definitiva desaparición.