Fuga mundi
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     Concepto propio de los ámbitos mo­násticos que consideran la entrada en la vida religiosa, monástica o no, como una meritoria "huida del mundo" (fuga mundi).
   El concepto no es sinónimo de cobar­día o escapatoria, sino de esfuerzo vale­roso para renunciar a los bienes del mundo: poder, libertad, riquezas, placeres; y seguir la "escondida senda / por donde han ido / los pocos sabios que en el mundo han sido", según Fray Luis de León; y para elegir los bienes del alma: oración, trabajo, silencio, obras de caridad, etc.
   Esa idea de huida se halla en algunos textos evangélicos en sentido de aleja­miento de un peligro: Mt. 10.23; Mc. 13.14. Pero fueron los solitarios de los desiertos los que perfilaron la idea de "huida religiosa", es decir huida de los peligros para vivir más cerca de Dios y tener más facilidad para salvarse. Convertida en la idea en forma de vida, se difundió hasta nuestros días en el sentido de consagración, compromiso y entrega.
    Con todo la idea supone muchas matizaciones cuando se trata de propo­nerla en la educación de los cristianos. La huida por la huida no tiene nada de meritorio. Incluso puede ser viciosa cuan­do lo que se busca es comodidad, egocentrismo o procede de simple timidez ante las difi­cultades y compromisos. Es necesario dejar claro en la conciencia cristiana que una "huida del mundo" por miedo o por desprecio es viciosa.
   Y conviene dejar en claro que muchos de los que dejan la vida normal de matrimonio, profesión o propiedades, para integrarse en un grupo apostólico, no son "fugitivos del mundo".
   Esas personas, más que huir del mun­do, se compro­me­ten más con él y su entrega más arriesgada y desinteresada. Tal acontece con los misio­neros, apóstoles, educadores, sacerdotes, etc. que dedican su vida en bien del mundo, y viven en medio del mundo, recordando la plegaria de Jesús: "Padre, no te pido que los saques del mundo, sino que los protejas del mal" (Jn. 17.15)