Hospitalidad
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   Es la virtud de acoger por solidaridad el peregrino o transeúnte que no tiene casa propia y debe acudir a la benevolencia del prójimo. La hospitalidad era sinónimo de bondad, generosidad, altruismo, compasión y delicadeza.
   Los orientales en general fueron siempre más hospitalarios por la índole de su cultura, aunque también conocieron con frecuencia pensiones y fondas en los caminos cuyos servicios eran retribuidos en moneda, en especies y en servicios ocasionales.
   El Antiguo Testamento está lleno de gestos de hospedaje, de manera especial en la Historia de Abraham y de los patriarcas (Gen. 18. 2;  19.2; 29.13) Y las alabanzas a la hospitalidad son continuas en los demás libros: Job 31.32; Jue. 19.2; Tob. 7.2;  2. Reyes 4.8; Is. 58-7;  Ecclo. 11. 31-36)
   Y en el Nuevo Testamento se sigue ensalzando con más intensidades el hospedaje solidario. Se ponen las alabanzas al que hospeda en Lc. 10.34; Mt. 25.35;  Lc. 7.36. Y se alaba la acogida por solidaridad y fraternidad: 1. Petr. 4. 9; 1 Tim. 3. 2; Rom. 12. 13; Tit. 1.8. etc. Por eso el sentido de acogida pasó al cristianismo como signo de pertenencia cristiana: "El que a vosotros acoge, a mí me acoge. Y el que me acoge a mí, acoge al Padre que me ha enviado".    (Mt. 10.40)