Idolo
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   Objeto al que se le tributa culto, veneración o respeto. Literalmente significa imagen (eidos, en griego imagen; y eidolon, imagen de culto)
   Tradicionalmente se relaciona con un objeto de culto, amoroso o temeroso, pero siempre respetuoso y motivo de veneración supersticiosa o de aceptación resignada de su incomprensibilidad.
   En la Filosofía se alude a imagen atractiva y condicionante que desconcierta. Desde Francisco Bacón de Verulam, se les mira como obje­tos que perjudican la reflexión pura y perfecta y que deben ser destruidos, o superados, para llegar a la verdad: idola tribus (de la propia raza o familia), idola specus (de los prejuicios propios), idola fori (del entorno social), idola theatri (de apariencia y autoridades)
   El sentido metafórico de los ídolos se hace presente incluso en textos del Nuevo Testamento, cuando la práctica idolátrica entre los racionalistas griegos y los supersticiosos romanos era muy frecuen­te. Son 33 las veces que se habla de ídolos; de ellas 25 aparecen en el con­texto paulino (sus Epístolas y en los Hechos). El rechazo bíblico aparece preferentemente en los Profetas, en donde se condena sin paliativos y donde se hace frontalmente antagónico con el culto a Yaweh, único y verdadero Dios.
   Algunas descripciones idolátricas merecen un comentario singular en catequesis: Salmos 113 y 78; Is. 40. 18-21; Is. 44. 9-22: Jer. 10. 1-26; Dan 3.1-23; Sab. 13. 10-19. El idólatra es lo más opuesto al cristiano. Y por eso siempre la Iglesia miró la idolatría como un pecado grave y consideró alejado de ella a quien la prac­ticara por miedo, debilidad o sobre todo por malicia intencionada.