LENGUAJES
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    Saber usar lenguajes diferentes es como saber hablar idiomas. Quien habla inglés o ruso puede comunicarse con los ingleses o con los rusos. Quien no habla idiomas experimenta dificultades para "relacionarse con otros", no se hace entender, no transmite toda la riqueza que lleva dentro.
    El catequista, como cualquier educador, tiene que saber hablar diversos lenguajes. Y tiene que "hablarlos" con frecuencia y con corrección, o al menos con suficiencia. Es la condición para hacerse entender y mantener la atención del destinatario y de realizar la necesaria comu­nicación del mensaje.
    No es difícil conseguirlo, sobre todo si se tiene ilusión por comunicar el mensaje que se lleva dentro. Para ello hay que aprenderlos y hay que cultivarlos. Si el catequista cultiva "idiomas catequísticos", pronto verá que sus catequesis son interesantes, que los resultados mejoran y que se siente él mismo más satisfecho por lo que hace. Si no los cultiva no podrá librarse de la monótona palabra oral o escrita y se sentirá incom­prendido por sus catequizandos.

    1. Valor de los lenguajes

   Es preciso dirigirse a los catequizandos con riqueza de formas, con variedad de procedimientos, con vida movida en los vehículos de comunicación. Cuantas más formas se usan con habilidad en la catequesis, más se puede llegar al corazón y a la mente del catequizando.
    Esto es importan­te, sobre todo en nuestros días, pues los niños y los jóvenes "consumen" mil lenguajes diversos que entran por los ojos, por las manos, por el movimiento, directamente o por medio de las máquinas y artilugios que se inventan para la comunicación.
   Un catequista que se empeña en usar sólo la palabra, la explicación oral, durante una hora de catequesis, olvidando que sus niños pasan unas tres horas diarias de media ante la pantalla de TV, camina al fracaso. Tiene que lograr que sus catequizandos, como hacen en su vida escolar, escriban, discutan, investiguen, jueguen, dibujen, hagan experimentos, manejen un ordenador si la ocasión se tercia.

 


   

2. Diversidad de lenguaje

   El contemplar un mapa amplio de lenguajes, de instrumentos y de recursos, es una invitación para acercarse a ellos.
   Hace posible al catequista comprender que necesita diversificar sus formas y cauces de expresión.
   Sus preguntas frecuentes deben ser de este tipo:
     - ¿Cuántos de estos lenguajes soy capaz de usar con soltura y precisión?
     - ¿Cuántos suelo usar ordinariamente?
     - ¿Tengo tacto para elegir en cada momento el más conveniente?
   Son tantos los lenguajes posibles que una lista de ellos resulta desafiante para quien sólo usa la palabra y cree que ella se hace entender perfectamente.
   Pero al mismo son demasiados para no dudar cuando se elige el más conveniente o el más asequible o para quedar satisfechos después de usarlo.

   2.1. Lenguajes orales.

   El uso natural de la viva voz: Explicación... comenta­rio... coloquio... discu­sión... crítica... debate... pregunta... entrevista... interrogatorio...  discurso... arenga... homilía... sermón ... conferencia...  charla... rumor... murmullo...

   2.2. Lenguajes escritos.

   Palabra consignada en texto gráfico. Libro... texto... documento... cuaderno... ficha... periódico... revista... octavilla... panfleto... folleto... esquema... carta... diagrama... planigrama...  cronograma... organigrama...

    2.3. Lenguajes audiales o auditivos.

   Comunicación por el oído. Música... canción... banda sonora... radio ... teléfo­no...  telecomunicación... radiofonía... radiodifusión..  magnetofón.
 
    2.4. Lenguajes visuales.

   Transmisión por la vista.  Fotografía... póster... diapositiva... cartel... postal... pintada...  coloreado... dibujo... siluetado... cómic... caricatura... decoración... ornamentación...  murales...  figuras... modelos...

    2.5. Lenguajes audiovisuales. Armonización del oído y de vista...  Cine... video... televisión... montaje audiovisual... collage... fotomontaje... diseño por ordenador... recursos combinatorios...

  2.6. Lenguajes dinámicos.

  Movimiento y dinamismos individuales o grupales. Dramatización ... mimo... guiñol... marionetas... desfiles... baile... danza... simulación... disfraces... manualizaciones... actividades plásticas...

   2.7. Lenguajes grupales.

   Compene­tra­ción e intercambio corporativo. Seminario... simposios... concur­sos ... comunicaciones... Técnicas de grupo... Phillips 6-6... técnica del caso... mesa redon­da...

   2.8. Lenguajes convivenciales.

   Fo­mento de relación e intercambio. Fiestas... celebraciones... conmemoracio­nes... juegos... concursos... convivencias... encuentros... protagonismos ambientales...

   2.9. Lenguajes artísticos.

   Expresión creadora y estética. Literatura... poesía... teatro... oratoria... periodismo...  pintu­ra... escultura... arquitectura... iconografía religiosa... heráldica...

   2.10. Lenguajes tecnológicos.

   Recursos e instrumentos mecánicos. Informática y sus elementos de software: programas religiosos... electrónica con sus múltiples cauces de telecomunicación y registro (autopistas de la comunicación ... MODEM ... teletexto...) teléfono móvil.
 
   2.11. Lenguajes no verbales.

   Comu­ni­cación simbólica y significativa. Signos... saludos... gestos... simbolo­gías... colo­res... posturas... silencios... ornamentos significativos... heráldica... usos y costumbres... intenciones... omisiones... saludos... mensajes...

   2.12. Lenguajes académicos.

   Fórmulas y procedimientos escolares. Lección... toma de apuntes... estudio... memorización... Investigación... lectura... interpretación ... programación... evaluación... síntesis y resúmenes... cuadros sinópticos... ejercicios de aplicación...

   2.13. Lenguajes experienciales.

   Rela­ciones y vivencias acumuladas. Excur­siones... viajes...  romerías... peregrinaciones... marchas... visitas.. Trabajos y servicios sociales... intercambios... ayudas... campañas... voluntariados... encuentros... experimentos...

   2.14. Lenguajes celebrativos.

   Son el alma de la Liturgia. Plegarias... himnos ... conmemoraciones... sacrificios... signos religiosos... Tiempos consagrados... fechas significativas... ornamentos... recuerdos... sacramentos y gestos... plegarias... bendiciones...

   2. 15. Lenguajes bíblicos.

  En especial los Evangélicos. Relatos y narraciones... parábolas... códigos y leyes... plega­rias... leyendas... refranes y proverbios... metáforas... visiones... sueños... profecías... invocaciones... amenazas... imprecaciones... discursos... car­tas... crónicas... genealogías... him­nos y salmos... anuncios... recuerdos...


 

 

 

   

 

 

 3. Uso múltiple de lenguajes

   La ley de los lenguajes es la variedad y la diversidad para lograr la comunicación mediante el interés y la atención. Dominar múltiples lenguajes hace posi­ble aportar a la catequesis una brisa fresca de comunicación agradable y de relación abierta y provechosa con los destinatarios del mensaje.
   Siempre ha sido necesario "dominar idiomas...", "hablar lenguas...", diversificar los cauces de comunicación. En nuestros tiempos es mucho más necesario todavía, pues el mundo se ha hecho más plural, los hombres son más fugaces y cambiantes en las intercomunicaciones, los encuentros se hacen flexibles, las posibilidades de acercamiento son cambiantes.
   Todo ello no es posible sin riqueza expresiva, sin agilidad mental, sin cauces adecuados en cada momento.
   Un catequista que hoy se contenta con hablar... hablar... hablar... para que el catequizando se limite a escuchar... escuchar... escuchar... corre el riesgo de la incomunicación, y ello significa esterilidad, aburrimiento y en ocasiones empobrecimiento profesional.

   3.1. Criterio de oportunidad

   Es preciso buscar en el abanico de lenguajes cuál puede ser más "comunicativo" en cada momento, según el mensaje, según el sujeto que lo recibe y según las circunstancias de tiempo, lugar y situación.
   Hay que estar dispuestos a ser capaces de emplear varios y a emplear de hecho los mejores. Esto supone preparación en el catequista y la preparación reclama búsqueda, discernimiento y experiencias.
   Al cabo de algún tiempo de diversificar los lenguajes, se suele conseguir gran capacidad expresiva y receptiva: la expresiva en el educador y la retentiva en el que es educado.
   Lo importante es tener tacto para hacerlo todo con oportunidad y con ele­gancia, de modo que cada acto catequístico sea modelo de conexión con el catequizando.

   3.2. Criterio de asequibilidad

   Los catequistas tienen que estar seguros de que pueden usar muchos lenguajes, pues muchas veces pueden sentirse temerosos de acertar o de no ser entendidos si usan algunos sin seguridad.
   Incluso quienes creen que no tienen cualidades para algunos lenguajes expresivos que se sugieren, terminan sorprendiéndose de sus capacidades ocultas cuando las descubren.
   Nadie diga que no sabe dibujar, que no entiende fotografía o que no maneja el ordenador personal. Cualquiera que se empeña en poco tiempo aprende a configurar un montaje audiovisual o una emi­sión de radio para unos eventuales oyentes. Quienes creen que no tienen cualidades para algunas de las formas expresivas que se sugieren, terminan sorprendiéndose ante sus capacidades ocultas, desconocidas, dormidas, en las cuales nunca habían pensado.
   No asumir esta actitudes de apertura y flexibilidad conduce a refugiarse en la timidez o en la comodidad. Esto equivale a cegarse y bloquearse en la comunicación.
  Y sólo consigue la apertura y el dominio de lenguajes quien es constante, reflexivo y fiel en el proceso de su formación y, en ocasiones, un poco audaz.
   Resulta muy formativo el ensayar con los catequizandos el uso de lenguajes diversos, no como forma de juego, sino como estímulo para la acción. Y hay que saber aprovechar las experiencias positivas que con ellos se van haciendo. Todo es bueno, menos la pasividad, ya que ser catequista es ser animador, formador y educador de la fe.

   3.3. Criterio de creatividad

   Todo ello supone acción, orientación, compromiso y espíritu de servicio a los catequizandos. Y supone también variedad creatividad y entusiasmo. El catequista debe formarse poco a poco, con paciencia, constancia, habilidad mental y espíritu de sencillez en diversidad de lenguajes.
   Tiene que poseer apertura de mente y estar disponible para cantar y rezar, para sacar una fotografía y para comentar una película, para ma­nejar un ordenador y para preparar una plegaria.
   Los idiomas sólo se aprenden y se dominan con la práctica y con el tiempo suficiente. es bueno que el catequista se empeñe por simple profesionalidad en ejercitarse en diversidad de formas expresivas y que dedique al empeño esfuerzo, tiempo, solidaridad y alegría. Por eso se le invita a dibujar y dramatizar, a cantar y a decorar, a jugar y a rezar.
   El catequista, cuando estudia o practica cualquiera de los lenguajes que aquí se proponen, debe entender que su misión es "transmitir" y disponer al receptor a captar. Sintonizar (mismo tono), sincronizar (mismo tiempo) y simpatizar (mismo sentimiento) son exigencias de la comunicación.

   4. Riesgos de los lenguajes

   Son los mismos de toda comunicación humana. Y en la medida de lo posible habrá que evitar el caer en la trampa o en el error que la excesiva proliferación de ellos representa.
   - La superficialidad lleva a usar cualquiera en forma inoportuna. Se emplean sin discreción y se cae en cierta inconsciencia. Si fueran verbales lo llamamos palabrería inútil. En referencia a los de­más es preferible hablar de esterilidad y ligereza.
  - La inoportunidad conduce a usar cualquier cosa en cualquier momento. Brota de la pobreza de tacto pedagógico y es propio de mentes irreflexivas e improvisadoras.
   - La vanidad puede acechar a quien mira más el lucimiento personal que la eficacia formativa. Está bien que salgan las cosas perfectas. Pero lo importante es que resulten auténticamente provechosas.
   - la subjetividad es la actitud de quien cree que algo es excelente por resultar ocurrencia propia. Lo importante no es ser original, sino poder hacer de cada lenguaje un cauce de comunicación.
   La "impiedad" es la insensibilidad religiosa y conduce a usar lenguajes en la tarea catequística del mismo modo que se usan en otros terrenos profanos. El mensaje del catequista es directa o indirectamente religioso, es decir referido a Dios y a sus cosas. Hay que saber impregnar los lenguajes usados de cierto tono piadoso discreto, cordial, moderadamente espiritual y evangélico.