Laicismo
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   Movimiento o estilo de pensamiento que pretende eliminar de la vida social y pública todo lo que tiene que ver con lo religioso. En especial implica oposición directa y explícita, incluso con carácter doctrinario e impositivo, a todo lo que supone autoridad y jerarquía.
   El laicismo, en su vertiente anarquista, tiene como postulado básico considerar a la sagrado como manipulación supersti­ciosa; mira a la autoridad como contraria a la libertad natural del hombre; rechaza cualquier plan de formación religiosa como manipulación de la mente. Y repudia cualquier educación ética que tenga como apoyo una creencia trascendente, por suponer que las éticas "confesionales" está viciadas por prejuicios. La única ética que admite es la "autónoma" de Kant, explícitamente racional.
   Como consecuencia, también considera rechazable cualquier práctica religiosa colectiva, y sobre todo pública, exigiendo que las manifestaciones espirituales se releguen a la vida particular, pues pueden resultar coercitivas para quienes las tengan que soportar bajo el pretexto de que los demás tienen derecho a tal ejercicio confesional.
   Cuando la discrepancia en criterios o ante el reclamo de derechos llegue a producirse, el laicismo piensa que hay que superar el conflicto de intereses con democracia y concordia, es decir con la opción de la mayoría, aunque muchas veces resulta difícil por afectar a dere­chos fundamentales de los individuos.
   Los campos o ámbitos sociales en que se tiende a imponer el laicismo son todos aquellos en los que se mueve el hombre: arte, sanidad, convivencia, diver­siones, cultura, economía, política. Especialmente es la educación y la información, que son los dos ejes fundamentales para la formación del pensamiento en el hombre, las que los defensores del laicismo más quieren impregnar de actitudes y comportamientos aconfesionales.
   Normalmente es el laicismo político y social el que más defensores teóricos ha tenido, con legislaciones y medidas sociales tendentes a marginar las expresiones religiosas, con frecuencia con medidas coercitivas y con hostilidad manifestada en las leyes y en el ejercicio de la autoridad.
   La confesionalidad, que es proclamación leal de una perspectiva religiosa y trascendente, es lo contrario del laicismo.
   En diversas sociedades, el choque laicismo confesionalidad se formula con frecuencia en términos agresivos en los terrenos políticos, sociales y artísticos.
   No se debe confundir laicismo con secularismo y con materialismo o ateísmo. El laicismo en sí mismo implica neutralidad religiosa, o aconfesionalidad social. Sus efectos son pluralismo, respeto y tolerancia para cuantas creencias o preferencias religiosas pueda tener cada uno en su vida priva

   A veces se denomina laicismo a otros planteamientos más radicales. El materialismo o el ateísmo son negación directa y frontal de todo lo que suponga espi­ritualidad, creencia o reconocimiento de lo religioso, sea en general o sea en un terreno particular o en una religión concreta. Hay a veces un laicismo militante y agresivo que es más bien sectaris­mo, en el cual se interfieren actitudes más afectivas que racionales. El sectarismo ni siquiera digiere con juicio práctico el arte religioso histórico, los lenguajes y las tradiciones, las riquezas de la literatura. Los sectarios actúan con verdadera obsesión rayana en el fanatismo.
            

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  Las formas más extremas toleran la exteriorización de otros factores: modas, lenguajes, artes, diversiones, ornamentos, vestidos; pero niegan licitud o razón de ser a cualquier signo religioso o práctica pública de la religiosidad.
   En las sociedades modernas ha decaído el laicismo militante y dialéctico, que tanto perturbó el siglo XIX y alteró a determinados intelectuales. Poco a poco se reemplazó pacíficamente por otro laicismo pragmático, consistente en dejar hacer a cada uno lo que quiera con tal de que no perturbe la paz de los demás. En los tiempos actuales, y previsiblemente en los venideros, es el estilo que se impondrá en muchas sociedades. En el terreno educativo el laicismo ha dominado, más como reacción antieclesiástica que por persuasión ideológica. En determinados entornos aristocráticos intelectuales, muchos profesionales creyentes ante su conciencia se vuelven agnósticos ante los demás