Liberación
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     Acción y efecto de obtener la libertad de alguna forma. Implica la supresión de alguna atadura u opresión.
   Teológicamente alude el concepto a la liberación de la esclavitud del pecado. Es San Pablo el que más insiste en la esclavitud del pecado en el hombre viejo y la liberación que trajo Cristo con el misterio de su Redención y Resurrección.
   En un país de cultura esclavista, como era la que subyace en el pueblo que perfiló la Biblia, es normal que el término liberación se usara con abundancia y siempre cargado de sentido de independencia y de autonomía (Jud. 12. 8; Salm. 69. 6; Dan. 6. 27)
   El Nuevo Testamento, sobre todo en las Cartas paulinas, el concepto de liberación aparece insistentemente. Términos como "desatar", "desligar" (apolyo, antolypton) 129 veces; libertad (eleuzeria) 42 veces; otras equivalencias se usan hasta casi 30 veces.
   La liberación del pecado, para San Pablo, es la idea central de su teología: Rom. 6.18; Gal. 3.28; Gal. 5. 1; 1 Cor. 7. 21; Sant. 1. 25. Siempre recogen estos textos la idea de que "donde está el Espíritu, allí hay liberación" (2 Cor. 3.17)
   La ascética cristiana entendió la em­presa liberadora del pecado como el centro de todas las consignas. La lucha contra el mal y los afanes de aprovechar la libertad que Cristo trajo a sus seguidores es la esencia de los que el texto evangélico llama "Reino de Dios".
   La liberación del mal fue siempre el ideal de los discípulos del Crucificado, ya que su muerte redentora o liberadora es lo que da sentido a su sacrificio. El cristianismo no admira o venera el sufrimiento por el mismo sufrimiento, pues eso sería mero masoquismo y desajuste. Lo entiende como "redención", como "rescate y destrucción del pecado. El crucifijo es el emblema del triunfo del bien sobre el mal. Es la liberación lo que da sentido a la pasión y muerte del Señor.
    Cientos de pasajes y textos bíblicos, desde los proféticos a los evangélicos clarifican esta perspectiva de liberación. Es importante educar a los cristianos en este sentido desde los primeros años de la vida. Por eso, recogiendo el mensaje de los profetas (Is. 61.2; Is. 58.6) el mismo Jesús se presentaba ante sus primeros segui­dores diciendo: "Me  ha enviado el Espíritu del Señor a proclamar la liberación de los cautivos... y a proclamar la libertad a todos los oprimidos." (Luc. 4.18).