Logos
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   Literalmente "palabra", "idea", "verbo" (en latín, verbum). En general alude a un concepto platónico que se desarrolla entre los gnósticos del siglo I y luego es recogido y ampliado por los neoplatóni­cos seguidores de "Plotino" (205-270).
   Son dos millares largos las veces que se emplea el verbo hablar, decir, pensar, idear, en el Nuevo Testamento. Y son cientos las que se habla de palabra, de dicho, de idea, usando la raíz de "lego". En concreto son 334 las veces que se expresa la forma "logos" aludien­do a idea o palabra, dicho, locución o término.
   De ellas sólo en tres textos se hace referencia en el Nuevo Testamento a Jesús, el Verbo o Palabra de Dios, y se identifica el "Verbo", el "Logos", con su Persona: Jn 1.1 y 2.14; 1. Jn. 1.1; y Apoc. 19.13. El común denominador de los tres textos, dentro del misterio de su identidad, es la confesión de la divinidad de Jesús, el reconocimiento de su identificación con la divinidad o con una operación solo atribuible a mismo Dios.
      - En el Apocalipsis (19.13) se le identifica con la "Palabra victoriosa y poderosa de Dios, el "Logos" de Dios.
      - En 1 Juan (1.1) se le mira más bien como origen de la vida, como fuente de la creación, como si fuera la palabra pronunciada por Dios con la que comen­zó a existir todo.
      - En el Evangelio de Juan se inicia todo con el reclamo a que en el principio existía el Verbo, el "Logos", el que se hizo después carne y habitó entre noso­tros. Es el texto más profundo, el que refleja a Cristo como la Palabra o la idea divina, la manera de presentarse como igual al Padre por una parte, origen, y diferente por otra, el Hijo de Dios.
    Es normal que este tercer texto haya sido el más comentado por los Padres antiguos y por los teólogos de todos los tiempos, pues representa la cumbre de toda la doctrina cristiana.
    Por eso el texto es tan decisivo en la educación de la fe y es el foco misterio­so de luz y amor en el que ha bebido la Iglesia el mensaje que transmite desde hace dos milenios y seguirá anunciando hasta el final de los tiempos a todos los hombres.  (Ver Padre Dios 3.2)