MANIQUEISMO
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   Es la religión que tomó el nombre de Manes, su fundador, llamado en persa Mani (216-276). Durante varios siglos representó gran desafío para el cristianismo, aunque pronto desapareció.

   1. Mani o Manes

   Nació en el seno de aristocrática familia persa de Babilonia (actual Irak). Su padre, un hombre muy piadoso, lo educó con los criterios rigoristas de los "bautistas", grupo gnóstico de los cristianos de la región. Eran defensores de una vida dura y ordenada y permanentemente inquietos por el bautismo frecuente y la purificación del mal.

   1.1. Vida

   A la edad de 12 primero, y luego a los 24 años, Mani creyó recibir mensajes especiales de un ángel que se le aparecía y lo nombraba el profeta de una nueva y última revelación.
   Pronto comenzó la predicación. Llegó hasta la India, donde recibió la influencia del budismo. Encontró ardiente protección en el emperador persa Shapur I (reinó entre 241 y 272) y predicó en todo el Imperio. Sus discípulos fueron enviados, ya en su vida, hacia el Imperio romano y adquirieron alguna influencia en determinadas cristiandades.
   Se autoproclamaba el último de los profetas, después de Zoroastro, Buda y Jesús. Su mensaje fusionaba zoroastrismo y cristianismo, con mucho de budismo y de gnosticismo.
   La rápida propagación del maniqueísmo provocó actitudes hostiles hacia su doctrina. Por una parte se enfrentó con el zoroastrismo ortodoxo y por otra parte halló la aversión de los cristianos. El rey Bahram I (entre 274 y 277) rompió su cooperación con Manes y le encarceló No se sabe si su muerte en prisión fue por enfermedad o ejecutado.
 
  1.2. Mensaje

   Manes, cuya cultura fue innegable y su preparación intelectual amplia, pensaba que la ignorancia era el origen del mal en el hombre porque el principio malo se apodera fácilmente de él.
   El subjetivismo en las interpreta­ciones religiosas originaba la mayor parte de los errores. Por eso escribió muchos libros para que sirvieran como recordatorio de su pensamiento. A comienzos del siglo XX se hallaron fragmentos de estas escrituras en chino, turco y egipcio.
   Casi todo se perdió cuando llegó el islamismo y sus sucesores hubieron de adoptar formas escondidas para sobrevivir. Algunos escritos se conservaron, como himnos, catecismos y sermones.

  2. Doctrina

  Es una religión con grandes dosis de sincretismo, intentando una fusión entre tres doctrinas básicas: el zoroastrismo, el budismo y el cristianismo.

   2.1. Dualismo

   Su visión es dualista en todo: lo del hombre, de la vida, del universo. Todo se rige por la lucha entre el bien y el mal: a veces domina la luz (espíritu), que es Dios, y a veces la oscuridad (problemas), que es Satán. En el principio los dos ámbitos estaban totalmente separados, pero en una catástrofe original, el campo de la oscuridad invadió el de la luz: se mezclaron y sigue entre ambos una lucha perpetua. El hombre es el campo principal de esa lucha. El cuerpo humano es material perverso; el alma es espiritual y divina. Debe ser redimida del cautiverio del cuerpo.
   Si se consigue la sabiduría, el alma humana puede lograr dominar los deseos carnales que son malos por sí mismos. Entonces asciende al campo de lo divino y entra en la unión con Dios.

   2.2. Grupos

   Los maniqueos se organizaron pronto según el grado de perfección que lograban. Eran más bien dos grupos:
   - Los puros o elegidos practicaban un celibato estricto y eran vegetarianos, no bebían vino y no trabajaban, dedicándose a la oración. Así aseguraban su posesión de la luz después de su muerte.
   - Los simples oyentes, más numerosos, eran los que habían logrado un nivel espiritual más bajo. Les estaba permitido el matrimonio, pero no debían tener hijos para no multiplicar la carne corrompida. Practicaban ayunos sema­nales y servían a los elegidos. Su espe­ranza era volver a nacer converti­dos en elegidos. Eviden­temente estas teorías fueron interpretán­dose de diverso modo según los lugares.

   2.3. Objetivo final

   El deseo de los maniqueos era recomponer el mundo de la luz, rescatando los fragmentos extendidos por el mundo. Entonces el mundo actual quedaría destruido y volvería el tiempo primero.
   El modo de conseguirlo habría de ser la vida pura de los adeptos y la influencia social en lo posible.

   3. Influencia

   El maniqueísmo se extendió en el siglo IV por el Imperio romano, sobre todo en el Norte de Africa. Autores tan importantes como S. Agustín estuvieron prendidos por sus redes durante años. La primitiva Iglesia cristiana, a través de sus Papas y de sus grandes escritores, tuvieron que salir al paso de sus doctrinas, por su oposición al mensaje cristia­no.
   Los libros de Mani en persa, turco y egipcio fueron los principales apoyos para su difusión. Se conocen algunos himnos, catecismos y plegarias que se le atribuyen sin fundamento sólido.
   Como religión desapareció del mundo occidental a principios de la Edad Media, pero siguió ejerciendo cierta influencia y estuvo en la base de diversos grupos heréticos con las mismas ideas sobre el bien y el mal o con su oposición a la dignidad del cuerpo. Tal fue la idea base de los albi­genses, los cátaros, los bogomilos y los paulicianos.
  Incluso existe todavía hoy un eco dualista y polémico entre el cuerpo y el alma, cuyas raíces no son ajenas a la influencia de escritores exageradamente dualistas, que luego se refugiarían en los es­quemas platónicos o plotínicos para justificar diversas interpretaciones dualistas del mundo, de la sociedad y de la persona.

    4. Cristianismo y maniqueísmo

    Si la doctrina maniquea penetró tanto en los ambientes cristianos de la primitiva Iglesia, se debió sin duda al contexto propicio que ofrecía el neoplatonismo reinante. Evidentemente que sus planteamientos teológicos eran incompatibles con la unidad divina esencial al judaísmo y al cristianismo. Pero el contexto dual de la cultura: bueno-malo, luz-tinieblas, gracia-pecado, salvación-condenación, herencia del judaísmo tardío, era un mensaje asequible.
    Algunas de las filosofías recientes, como las del filósofo austriaco Rudolf Steiner con sus visiones antroposófica del hombre y algunas de las sectas o grupos teosóficos o scientológicos se resienten de maniqueísmo.
    El educador debe ser consciente del peligro dualista que subyace en muchos planteamientos éticos que desconfían del cuerpo y ensalzan excesivamente el espíritu. Debe superar los resabios gnósticos que se puede introducir en planteamientos éticos rigoristas y nefastos a la larga para la captación del mensaje luminoso y opti­mista del Evangelio