Manía
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   Tendencia persistente hacia determinado tipo de actuación que, si es ocasional y ligera, resulta normal en la vida humana, pero si es persistente y se polariza en detrimento de otras actuaciones o campos de atención se convierte en inhibidora.
   La manía moderada y sencilla es asumible como hábito preferente y permite incluso una evasión en la vida. Lo malo es cuando la manía se transforma en dependencia esclavizante que impide la vida personal equilibrada o la relación social conveniente. Tales son actitudes en la línea de la ludomanía, ergomanía, pornomanía, potomanía, kleptomanía, manía persecutoria, etc.
   La manía, en el nivel ya psicótico, no tiene fácil arreglo. Desde luego no bastan meras recomendaciones o tratos hogareños persuasivos. Precisan de determinadas terapias clínica que, en los casos más graves, tienen por desgracia poca posibilidad de ser eficaces.

   El educador de la fe debe estar atento a la posibilidad de determinadas manías de naturaleza pseudorreligiosa que resultan perjudiciales para la fe.
   Tales son el pietismo exagerado, que conduce al abandono de los deberes sociales o familiares, el moralismo absorbente que abre la puerta a un rigorismo ético distorsionante, o incluso el activismo proselitista que, so pretexto de altruismo, se convierte en un cauce de neurastenia o hiperactivismo estéril.
   En los casos en que aparecen esas manías religiosas se debe consultar con expertos en el tema, ya que apoyar las evasiones religiosas sin objetivos concretos pueden perjudicar a las personas propensas a ese tipo de trastornos.