Mutilación
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     Es la eliminación de un órgano corporal o de una función corporal. En cuanto atrofia de una parte del cuerpo origina problemas e interrogantes.
   Al margen de los problemas clínicos y somáticos que genera la mutilación, se plantea en moral la licitud ética de su realización en sí mismo o en los demás, aun cuando no se generen trastornos graves en la personalidad.
   En principio habrá que asumir como base ética de la dignidad del cuerpo: el hombre no es dueño de su cuerpo, sino administrador de un don de la naturaleza y, en lenguaje cristiano, que le ha concedido Dios. En cuando administrador, debe ser respetuoso con el mismo: prote­gerlo, cuidar su salud, respetar la vida, reclamar y defender la integridad.
    La mutilación es ética cuando es necesaria para conservar la salud. No lo es cuando se práctica sin motivo proporcionado. Los múltiples problemas que se plantean: donación de órganos antes o después de la muerte, esterilización, trasplantes, cambio quirúrgico de sexo, etc., se deben juzgar según ese principio del sentido administrativo de un don recibido para un fin concreto.
   El donar los órganos después de la muerte, no sólo es bueno, sino acto cristianos de caridad y solidaridad. Pero dar los órganos en vida es admisible sólo si se entrega "uno de dos" (cornea, riñón, como más frecuentes) por motivo de caridad y no de rentabilidad material. Y eso suponiendo que se mantiene la función corporal como necesidad de supervivencia natural. 
   La esterilización masculina o femenina que no se practica por motivos sanitarios, aunque sea frecuente o legal en muchos países, así como la "transexualización" o permuta de sexo, suscitan dudas y es difícil someterla a rígidas normas morales uniformes, debiendo resolverse cada caso en función de circunstancias e intenciones. No es lo mismo hacerlo por ligereza, esnobismo, moda, que por necesidad compulsiva o por enfermedad.