Programación
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   La programación supone la ordenación de la actividad docente. Se ha convertido en concepto básico en la didáctica y por eso se transmite su importancia a todas las áreas pedagógicas, académicas o no, incluida la actividad catequística.
   Una buena programación es una ordenación técnica pero flexible, serena pero firme, instructiva pero interesada por todos los aspectos de la formación. El concepto de programación se asocia ordinariamente a los campos tecnológicos de la informática. Pero no es exclusiva de este campo. La actividad formativa prevista, preparada, ordenada, es más eficaz que la acción improvisada y poco organizada.

   1. Elementos programativos

   Ordinariamente la buena programación presupone los siguientes parámetros o campos de previsión.

   1.1. Acción cultural y científica

   Depende de cada materia. Sólo puede lograrla quien domine el campo científico o humano sobre el que versa. Quien no sabe matemáticas, difícilmente puede hacer una programación en ellas. El educador de la fe o el profesor de religión no podrán hacer una suficiente previsión en sus áreas, si no es persona competente en las materias religiosas.
   Si domina este terreno, puede hacer con garantía de acierto doble labor:
    + Determinar los OBJETIVOS, con claridad, adaptación y precisión. Y no sólo podrá ver los generales, sino también los particulares de cada tema, parte o actividad. Términos como objetivos cognoscitivos, operativos, afectivos, comunes o específicos, individuales o colectivos, rondan la mente del profesor o educador que programa bien.
    + Seleccionar y graduar con acierto los CONTENIDOS cognosciti­vos, los procedimentales y operativos e, incluso, los actitudinales o afectivos. Los cognoscitivos se centran en lo que el educando debe SABER; los procedimentales se orientan a lo que el educando debe ser capaz de HACER, o saber hacer; y los afectivos o actitudinales se disponen a lo que el educando debe GUSTAR, desear, querer.


 

 1.2. Acción pedagógica

   * La segunda dimensión de la programación es la acción pedagógica, es decir la previsión de cómo se va a realizar la comunicación, la docencia.  Es la transferencia de los contenidos según los previstos objetivos. La buena programación armoniza las acciones individuales y las colectivas y sabe distribuirlas adecuadamente según los objetivos.
   Si predominan las primeras, la metodología se desenvuelve con criterios individualistas. Si es la segunda la predominante, entonces la metodología es colectivista o más compartida. La mejor transferencia es la que armoniza adecuadamente, según los sujetos, las materias y las circunstancias, o ambas dimensiones.
    + La ACCIÓN INDIVIDUAL puede ser muy variada: lecturas, escritos personales, estudios, observaciones, gráficos, investigaciones, trabajos, esfuerzos, exploraciones informáticas, etc.
    + La ACCION COLECTIVA puede ser también diversa: explicacio­nes, exposiciones, trabajos de grupo, puestas en común, experiencias, encuentros, proyecciones, tareas compartidas, etc.
   Lo importante es saber armonizar la tarea individual y colectiva de modo que se combinen en busca de la acción y el compromiso de los educandos, de la rentabilidad del tiempo y del esfuerzo, del aprovechamiento del conjunto de actos académicos que constituyen la ruta o el PLAN que resulte más adecuado, graduado, objetivo y efectivo en el que intervienen los alumnos y los profesores.

   1.3. Acción psicológica

   Para que ese plan resulte bien se precisa la tercera acción programativa, la cual supone habilidad psicológica y animadora. Consiste en prever los estímulos y preparar los instrumentos.
   + El apoyo de buenos ESTÍMULOS personales y grupales, que dinamizan el trabajo escolar, es necesario. Cuanto más inmaduros son los educandos, más precisan "móviles", que son estímulos cercanos, visibles, inmediatos, sensoriales: premios, castigos, recompensas que les gustan, amenazas a los perezosos, ocasionalmente sanciones que les obliguen al trabajo. Si los educandos son mayores y maduros deben predominar los "motivos", que son estímulos superiores y a más largo alcance: responsabilidad, honor, deber, cultura, solidaridad, etc.
   + Con los estímulos se relacionan los intereses que suscitan los buenos y atractivos INSTRUMENTOS o materiales de uso pedagógico, tanto más eficaces cuanto más desafiantes: libros de texto o de consulta, lecturas, documentos, mapas, recursos didácticos. Todos ellos deben estar opor­tunamente previstos y dispuestos, no improvisados. Deben resultar ocurrencias del momento que se ponen en funcionamiento por azar. Si el trabajo es serio todos los recursos que se van a usar están probados, preparados, ordenados.

   1.4. Complementos

  * Junto a estas seis labores programadoras, que constituyen como el pentagrama de una buena tarea pedagógica, hay que prever en lo posible otras incidencias o reclamos:
  - Las formas, pruebas o controles, orales o escritos, directos o indirectos, que se van a emplear para una objetiva evaluación de conocimientos, de actitudes, de habilidades resultantes.
  - Las posibilidades de reforzamiento o, eventualmente, de recuperación, según la necesidad de los alumnos y su aprovechamiento.
  - El trabajo compartido, interactivo, relacional, interdisciplinar, que requiere un lenguaje adecuado de programación, de modo que cada materia resulte integrada en todo el proceso formativo.
  - La proyección posible o real de los conocimientos y actitudes a la vida cotidiana que modo que las adquisiciones no sean teóricas, sino prácticas.
  - Y la eventual repetición y revitalización de los datos fundamentales, a fin de conseguir su afianzamiento.

 

   

 

 

 

   2. Programación religiosa

   Todo lo que se dice de la programación pedagó­gica en general, se debe aplicar a la programación en tareas y contenidos de formación religiosa, no sólo en ámbitos escolares, sino también en los ambientes parroquiales, grupales, en los movimientos, en las diversas oportunidades por medio de las cuales se trata de educar a los creyentes.
   En lo específico de la formación religiosa, es bueno asumir algunas originalidades.
  + Se puede programar la transmisión de la cultura religiosa, pero no de la fe. El educador de la fe lo es de manera indirecta, pues la fe no es resultado de la inteligencia sino don misterioso de Dios. Debe recordar el educador que él es instrumento de una acción misteriosa superior, pero nada más. Y no siempre lo que considera acierto lo es en el plano sobrenatural. Pueden existir personas muy instruidas religiosamente y muy poco creyentes; y puede haber personas de baja cultura religiosa que realmente están más cerca de Dios.
  + La formación permanente del Profesorado siempre es necesaria: dispone las mentes y las actitudes y fomenta la seguridad en la acción educadora. Pero la originalidad de la programación religiosa es que, por ser cuestión de fe, reclama más que la técnica pedagógica. Requiere la fe del profesor, la plegaria humilde para que Dios actúe en los corazones según sus designios.
  + La programación religiosa es lenguaje más que académico. Tiene que tratar de comprometer no sólo a los docentes, sino también a los destinatarios (catequizandos, alumnos, miembros del grupo) y, en lo posible, a los padres, amigos, otros educadores.
  + En las áreas religiosas, sentimientos y cultura, lo personal y lo colectivo, se requiere mucha flexibilidad, adaptación, creatividad y disponibilidad. En ninguna materia la rigidez es buena. Menos lo es en la materia religiosa, tanto por sus contenidos como por sus formas.
  + La redundancia en los temas y líneas básicas en la vida cristiana deben ser algo connatural en la tarea educadora de la fe, al menos en ambientes sencillos. El hacer referencia frecuente a los misterios básicos de la fe cristiana, a los deberes fundamentales de la vida, a los cultos y compromisos del creyente, debe ser un elemento normal en la programación religiosa. Si se tratara de teología especulativa, no sería correcta esa reviviscencia continua de los valores religiosos.
   Pero en la educación de la fe ilustrada y comprometida, sí es necesaria esa actitud, por el simple motivo de que la fe es un mensaje y no una doctrina y su formulación sigue vías vitales y no racionales o humanas.
  + Por otra parte es preciso recordar que los estilos educativos pueden ser múltiples o muy diferentes. Será interesante el saber acomodarse a cada uno ellos, para lo cual se requieren educadores bien preparados y muy dispuestos a conseguir buenos resultados y actuaciones muy sistematizadas y adecuadas.

   3. Calidad programadora.

   Se puede decir que la calidad educativa de un centro, de un plan, de un educador está muy vinculada con la perfección con la que se realicen las programaciones.
   En los momentos o tiempos en los que los avances de los sistemas educativos son más exigentes el termómetro de la programación puede ser el mejor indicativo de calidad. Y este criterio vale también para las áreas morales y religiosas del contexto de la educación general de las personas.
    Como cualquier profesional calificado, el profesor de religión o el catequista tiene que ser experto programador. Difícilmente lo conseguirá si no tiene una preparación teológica, pedagógica y psicológica de acuerdo con el nivel, con las personas y con las circunstancias en que se mueve su labor.
   Precisa formarse y actualizarse constantemente. Cada vez puede, y debe, aprender más y descubrir caminos para actuar mejor, en bien de los educandos.
    La formación es la única vía que asegura la CALIDAD docente y educadora, también en el ámbito religioso. Ella requiere:
   - Actitudes continuas de apertura y mejora: lecturas, observaciones, experiencias, reflexiones, esfuerzos...
      - Experiencias y estudio de modelos admirables que hacen mejorar los pro­pios procedimientos.
      -  Críticas acogidas de personas competentes y desinteresadas que llevan a revisar lo que se hace.
     - Habilidades para seleccionar lo mejor objetivamente entre los que se van a comunicar o realizar y oportunidad para acomodarse a los destinatarios.
     -  Posibilidades para diferenciar lo que es imprescindible y de lo que sólo conveniente.
   Y, sobre todo, solidaridad, sentido de colaboración y vínculos con los demás educadores de la fe. La programación es la banda magnética que unifica y el pentagrama en el cual se escribe la melodía o la polifonía de la acción pedagógica que todos seguirán al unísono.