SECTAS
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   Sectas son grupos religiosos cerrados, flexibles, de acción inmediata, con sistemas frágiles de creencias y estímulos afectivos fuertes. De alguna forma reem­plazan los sistemas orgánicos de dog­mas y preceptos morales que constituyen las religiones y promocionan las iglesias o sociedades religiosas universales.
   El término secta tiene cierta connotación peyorativa. Algunos prefieren hablar con términos más ambiguos: "nuevos movimientos religiosos", "nuevos grupos religiosos", "psicogrupos", "comunidades", "creencias".
   Constituyen un hecho significativo en la cultura moderna, debido al debilitamiento de la autoridad en las iglesias y a la movilidad cultural del mundo moderno, que tanto depende de los medios de comunicación social.
   En 1996 el Parlamento Europeo aprobó una resolución sobre las sectas en Europa. Pedía un estudio de las mismas y la limitación de las actividades de aquellas que resultan destructivas para la personalidad, la libertad y la segu­ridad de los ciudadanos o de las sociedades naturales, como es la familia. Se pedía en ella que "se proceda a un intercambio de información entre los países sobre la organización, métodos de trabajo y comportamiento de estas "comunidades" en cada uno de los Estados miembros; y que se elaboren conclusiones sobre la mejor forma de limitar actividades indeseables que llevan a cabo y sobre las estrategias para clarificar la conciencia de la población".



  

  1. Qué son y cómo son

    Las sectas se presentan con frecuencia como "psicogrupos", comunidades, familias, a veces como nuevas iglesias, más actualizadas y acogedoras que las antiguas. Muchos desconfían por las actividades ilícitas, inmorales o no natu­rales que realizan.
   Abundan las que fomentan la adquisición de las pertenencias de los adeptos, las que se marginan de las leyes, las que obstaculizan el contacto con la familia, las que cometen otros abusos con los eslabones más débiles de la sociedad: niños, adolescentes problemáticos, mujeres maltratadas, enfermos.
   Jurídicamente la "secta" no existe en la mayor parte de los países, pues en los civilizados hay siempre libertad de creencias, de expresión y de asociación. Por eso muchos sociólogos, políticos y pedagogos rechazan el término "secta", y prefieren eufemismos.
   Socialmente las sectas se han multiplicado y en todos los países, preferentemente en el segmento de la población joven. La razón de su fuerza proselitista se halla en la habilidad persuasiva de sus dinámicas cautivadoras y en su empeño por captar adeptos que atraviesen personales situaciones conflictivas. Buscan gentes con necesidades y aspiraciones no satisfechas en la sociedad y preferentemente en las iglesias: desengañados, inseguros, desasosegados. Y emplean con ellos, una vez reclutados técnicas de educación hábiles, originales y cautivadoras.
   Se puede dar una valoración variada de esta estrategia, pero de hecho es así. Bajo pretexto de religión, sus dirigentes se dedican a actividades turbias y distorsionan valores e ideas tradicionales: la convivencia, la dependencia familiar, el trabajo, la propiedad individual o las ideas propias.
   El respeto de la libertad religiosa, que es básico en los derechos humanos no puede conducir a la tolerancia con grupos que generan actitudes de desprecio a la vida fomentando suicidios colectivos, a los que buscan la explotación económica absorbiendo las propiedades personales y creando un incomprensible enriquecimiento de líderes manipuladores, a quienes estimula el consumo de estupefacientes y tóxicos para crear dependencias interesadas, a quienes fomentan el abando­no de sistemas personales de promoción profesional para ponerse a disposición rentable de la pretendida comunidad religiosa, etc.
   La línea que separa la creencia religiosa sana y la actitud mental destructiva es lo que debe diferenciar las opciones tolerables y dignas de respeto de las situaciones intolerables de explotación espiritual y material.

   2. Variedad de sectas

   Al final del siglo XX se calculaban unas 12.000 sectas en el mundo de las más variadas formas y alcances. La clasificación resulta difícil, ya que un rasgo típico de la secta es la movilidad: surgen y desaparecen con rapidez, cambian de nombre y de mensaje casi de continuo, muestran inestabilidad en la organización y hay variación continua de dirigentes y de adeptos.
   Sin embargo hay líneas de acción que son comunes a la mayor parte de ellas y se perpetúan: intento de ofrecer respuestas y soluciones a los problemas personales, versiones parciales o simplificadas de las ver­dades y de los valores tradicionales, oferta de una teología pragmática de uso fácil, presentación triunfante del porvenir, sincretismo teológico.
   Todas ellas gustan hablar de visión nueva y alegre de la vida: "nueva revelación", "nueva verdad" que reemplace la "vieja verdad", llamamiento a la superioridad moral, acceso fácil a "elementos sobrenaturales" gratificantes: glosolalia, trances, médiums, profe­cías, etc.
   A pesar de esto sí se puede intentar una global clasificación, en función de variables como la extensión, el origen, y los efectos en las personas.
   Por la extensión hay sectas universales o muy generalizadas, que se extienden por muchos lugares. Se acercan a la estructura de las iglesias o religiones mundiales: Testigos e Jehová, Mormones, Cuáqueros... Es dudoso que se las pueda denominar "sectas". Y hay otras muy locales, que giran en torno de denominaciones atractivas, y se anuncian y difunden fugazmente al estilo de los productos comerciales. Surgen, se aprovechan y desaparecen continuamente.
   Las primeras suelen ser derivaciones de Iglesias estables o siste­mas religiosos consolidados: cristianismo, islamismo, budismo, hinduismo. Las segundas son más inalcanzables para su análisis, pues son ocurrencias de líderes carismáticos e iluminados que acogen adeptos en su entorno, por regla general los explotan un tiempo con estímulos muy sensoriales (sexo, toxicomanías, economías restringidas, etc.) y desaparecen rápidamente.
   Por el origen, las hay orientales, que ejercen cierto atractivo exótico en personas de cultura occidental; las hay norteamericanas, con un sin fin de formas, intereses y localización geográfica desde el siglo XVIII en que se iniciaron; y las hay europeas, que son pocas en número, pero más organizadas en doctrinas o postulados. También las hay africanas, australianas, asiáticas y del Pacífico sur.
    Por los efectos se suelen clasificar en destructivas y en tolerables. Las primeras son peligrosas y objeto antes o después de persecución judicial, policial, social. Van desde las que atacan de forma frontal a instituciones como el Estado o la familia, al modo como lo hacen las diabólicas o satánicas, hasta las que destruyen los sistemas productivos del trabajo, de la vida o del natural ejercicio de la sexualidad.
   Entre las no destructivas las hay mercantiles, naturalistas, relajantes y hasta diversivas o lúdicas.



 

3. Significado de la secta

  La sociedad debe protegerse contra las actividades nocivas para sus miembros, aunque hoy existe cierto consenso para fomentar la tolerancia y el respeto a las elecciones personales.
   En la medida en que una secta produce desajuste en las personas (en su felicidad, seguridad, convivencia, salud, vida, etc.) o en las relaciones sociales (familiares, laborales, culturales) es perjudicial y debe ser reprimida por la sociedad y por la autoridad, como legítima defensa de factores patógenos colectivos. Así se hace con el terrorismo, la xenofobia y el racismo, las toxicomanías, los totalitarismos. Lo difícil para el legislador y para el gobernante será armonizar el respeto a la libre opción de las personas y la promoción del bien común.
   Una secta, como la de Testigos de Jehová, que no permite la transfusión de sangre y tolera la muerte de un ser querido por un prejuicio convertido en dogma, no tiene una cabida en la civilización moderna. El derecho del enfermo a la vida es superior al de los padres o allegados a sus opiniones religiosas.
   La secta que promueve el suicidio personal o colectivo, la que re­nuncia a las posesiones personales en beneficio de los dirigentes, la que convierte la prostitución en algo sacralizado, la que estimula la ruptura de los vínculos naturales de familia, etc. deben ser reprimidas no en cuanto opciones religiosas, sino en cuanto perjuicios sociales.
   Algunas sectas, como la Iglesia Universal del Reino de Dios, nacida en Brasil, adquieren fugaces resonancias sociales. Pero se autodestruyen por su mismo afán opresivo. Basta que se informe de sus cuentas bancarias en público y el ritmo de vida de sus dirigentes, dueño de cadenas TV, emisoras de radio, compañías aéreas o mansiones exóticas en paraísos fiscales.
   Es importante que exista suficiente información en cualquier sociedad sobre las sectas que actúan en una nación o región, no por el neutro afán de persecución diferenciadas, sino por que la transparencia en las sociedades religiosas, incluso más que en los partidos políticos o en las empresas mercantiles de referencia social, es condición de libertad ciudadana.

 

 

   

 

    4. Causas de pertenencia

    Sin duda, en el fondo del fenómeno indiscutible de la proliferación de las sectas está la crisis experimentada en los tiempos presentes por las sociedades religiosas tradicionales: las que tienen una autoridad, una tradición, una doctrina sistematizada, un culto formalizado y señalan directrices morales directivas o restrictivas.
    Hay personas, preferentemente jóvenes, que atraviesan situaciones de desasosiego: vacilan ante sí mismas y se desajustan interiormente.
    Tienen tensiones con los demás, con su cultura y su contexto. Se ven a veces abatidas y disconformes con los familiares o maestros, con su Iglesia de los años infantiles, con la sociedad. Se sienten excluidos y buscan llenar el vacío con un ideal religioso nuevo, con un culto que deje espacio al cuerpo y al alma, a la participación, a la espontaneidad, a la creatividad. Hablan de salvación, de integración, de reconciliación, pertenencia, amor, comunicación, ayuda, amistad, afecto, fraternidad, solidaridad, encuentro, diálogo, comprensión. Así disponen el ánimo para acoger el mensaje fácil y permisivo que se presenta.
    Basta que surja entonces el “mesías esperado” y ofrezca la solución para que a las personas necesitadas de afecto les sea muy difícil librarse de la tela de araña tejida con promesas de solución.
    La secta se caracteriza por el predominio de lo afectivo sobre lo racional, lo fantasioso sobre lo jerárquico, lo individual y subjetivo sobre lo doctrinal. Es lógico que resulte más gratificante de forma inmediata. Pueden ofrecer calor humano, cuidado y ayuda en comunidades pequeñas y compactas, compartiendo propósitos y compañerismo, atención a cada individuo, protección y seguridad, especialmente en situaciones de crisis.
   A ello se añade la constatación de que la rapidez con que circula la informa­ción entre los lugares del mundo, entre Oriente y Occidente, por medio de lenguajes escritos e informáticos o internéticos, el afán de la novedad y la fugacidad de las actitudes. Acontece lo mismo que con los tóxicos: se descubren como ruptura con lo anterior y ocasión para nueva vida.
   El primer tiempo de pertenencia suele ser redentor. Sus síntomas son la alegría, la ilusión, la entrega total, pues se descubre, para muchos por primera vez y para bastantes después de mucho tiempo de haberlo perdido, el gozo de la personalización, la superación del anonimato en las masas urbanas, la sorpresa de la acogida. El nuevo adepto siente el valor del propio protagonismo y adquiere nuevas relaciones siempre gratificantes y permisivas.
   La crisis de las religiones tradicionales, más dominadas por sus jerarquías que por el mensaje encerrado en sus libros sagrados (cristianismo, judaísmo, mahometismo, hinduismo) se halla en la entraña del fenómeno de las sectas.

   5. Agresiones especiales

   Con todo es preciso reconocer y de­nunciar que en algunos lugares puede haber causas de promoción y pertenencias más concretas, teledirigidas y manipuladoras.
   Tal ha sido el movimiento sectario en América latina. Han existido reforzamientos interesados por parte de poderes fácticos foráneos ante el movimiento en favor de la justicia, concentrado en reac­ciones al estilo del movimiento de la teología de la liberación. Sus promotores, tanto lo "teólogos independientes" como las líneas directivas de las Asambleas Episcopales de Medellín y Puebla, despertaron intensa actitud críti­ca contra las empresas multinacionales ajenas a la propia cultura, explotadoras de las materias primas y de las riquezas naturales y portadoras de ofertas culturales inhibidoras de la identidad de los pueblos latinoamericanos y sus ascendencias culturales europeas.
   Exis­tieron intentos de debilitar a la Iglesia Católica, mayoritaria en el Continente, para amortiguar las actitudes críticas de los intelectuales y líderes católicos suramericanos. Con la alianza de las Iglesias protestantes, que pasaron desde 50.000 adeptos a 70 millones sólo en el siglo XX, se intentó desmenuzar las tradiciones y la piedad popular, sobre todo en poblaciones rurales e indígenas.
   En Africa, las sectas contaron con el apoyo de una sociología inhibidora, predicadora de resignación, defensora de los fuertes, promovida por los países europeos, antes del movimiento independentista posterior a la segunda guerra mundial. Multitud de movimientos animistas y grupos étnicos se convirtieron en sectas religiosas, fomentando el animismo, los ritos mágicos, los floklores teñidos de creencia (superstición) más que de actitudes festivas (arte, música y baile).
  En el último cuarto del siglo XX se iniciaron diversas sectas arrolladoras en Asia (China, Japón, Corea, India) cuya influencia traspasó el ámbito oriental y pasó al mundo de los "blancos" por medio de la inmigración. Especial referencia sectaria, pues tal es, merece el movimiento del fanatismo religio­so mahometano, teñido de terrorismo sangriento y de efervescencia irracional con sofla­mas para la "yihad" de los tiempos pasados.

   6. Los jóvenes y las sectas

   Los jóvenes, sobre todo adolescentes, por tener menos formalizada su vida, estabilizado su pensamiento, personalizada su afectividad, fortalecida su fe religiosa, son los más propensos a caen en las redes de las sectas. Son verdaderamente víctimas. Es esencial la información y la educación suficiente para que superar esos riesgos en los años en que se organiza la escala de valores. Pero es importante fortalecer previniendo y prevenir aclarando.
   Existe una gran necesidad de información, teniendo encuentro las aportaciones de los medios de comunicación y de los organismos adecuados. Es importante para los jóvenes, pero tam­bién para los pa­dres y los mismos educadores.
   Es esencial que los medios de comunicación infor­men de los datos objetivos y cómo, detrás de cierto número de declaraciones que pueden parecer generosas, se ocul­tan riesgos graves. La infor­mación debe ser hecha en base a acon­tecimientos y datos, no por impresiones preconcebidas.
   La libertad es un ideal hermoso y debe ser respetada. Pero la manipulación de las inteligencias y de la convivencia existe sin duda y se impone gran vigilancia, mucha información, muchos esfuer­zos, espíritu crítico, sobre todo por parte de los educadores. Más allá de este aspecto educativo existe todo el aspecto de la acogida para aquéllos que intentan con dificul­tad escapar a ese tipo de situa­ción. En nombre de la libertad no se puede abandonar a personas frágiles a caer en la manipulación de la conciencia y  en la explotación de diverso tipo.

   7. Actitud eclesial y sectas

   En general se debería proceder con las sectas siempre con honradez y claridad, aplicando criterios ecuménicos. Se debería tener presente que cada grupo religioso tiene derecho de profesar su propia fe y de vivir de acuerdo con su propia conciencia.
   En el ámbito católico se debería proceder de acuerdo con los principios de diálogo religiosos propuestos por el Concilio Vaticano II y por otros documentos de la Iglesia. Se debe respeto a sus adeptos y no se debe permitir que sea juzgados a priori como insertos en situaciones delictivas o inmorales y ello sin cerrar los ojos a que en muchos de los grupos existen aberraciones éticas.
   La amenaza de las sectas a la Iglesia es motivo de tristeza en el mundo moderno. La Santa Sede ha respondido a esta situación intentando entender los nuevos movimientos religiosos en una serie de documentos, y en particular en la Instrucción de la Congregación Romana de Educación cristiana "Sectas o Nuevos Movimientos Religiosos: Un desafío pastoral". (3 de mayo de 1986).
   El problema de las sectas ha sido exacerbado por otras tendencias sociorreli­giosas mundiales, como es el caso de algunos movimientos como la Nueva Era (New Age), el sincretismo, ecumenismo irenista y la indiferencia religiosa con requerimiento de tolerancia, respeto y pluralis­mo.
   Para abor­dar la nueva situación, en muchos lugares es preciso combinar la caridad comprensiva con la apologética inteligente. La Iglesia tiene que ilustrar sin integrismos: tanto daño hacen a la verdad los indiferentes y apáticos como los grupos o individuos fanáticos. Los católicos tienen que dejar muy clara su doctrina pero tienen que diferenciar entre la importancia del rito o el valor de un dogma básico. Si ambas cosas se equiparan en la conciencia, es fácil que la propia confusión se derrame en el entorno sin remedio.
   Además, es preciso ser consciente de que en los tiempos actuales en que los movimientos populares y democráticos ponen en duda el valor de la jerarquía, hay que procurar que no parezca que sólo los clérigos son los defensores del mensaje cristiano, sino que es tarea de toda la comunidad creyente, sobre todo de los laicos preparados y capaces.
 
   8. Catequesis ante las sectas

   Si las sectas conllevan errores de ópti­ca, de lenguaje y de mensaje, la clarificación de la doctrina y la vitalización del Evangelio deben constituir la platafor­ma de toda labor educativa.
   En una persona religiosamente instrui­da y moralmente sana la insinuación del sectario le resbala. Esto es básico en educación de jóvenes. Partir de este postulado es poner los cimientos de la fe en su sitio (Mat. 7. 24. 28 y Luc. 6. 47. 49). Por eso conviene reforzar la cultu­ra religiosa como único medio de prever­nir contra las desviacio­nes.
   Junto a este planteamiento, es preciso potenciar tres estrategias o direcciones preferentes.  

   1. Hay que resaltar el valor del grupo o comunidad de pertenencia. Hacer lo posible para que todo adolescente y joven descubra la necesidad de la compañía, la cual va desde el emparejamiento inteli­gente y acertado hasta el grupo de amigos. De cada diez neófitos en las sectas, ocho han tenido problemas de soledad o rupturas familiares, escolares o sociales.
   Por eso tan importante pastoralmente es el promover "sistemas parroquiales comunitarios", "grupos colegiales de apoyo", "asociaciones familiares", cualquier inicia­tiva que estimule la relación fraterna. Con ella se puede dar respuesta a las demandas de calor, aceptación, entendimiento, reconciliación, fraternidad y esperanza. Bueno es recordar que la vida comunitaria no se improvisa ni se decide a distancia. Es preciso construirla lentamente y con paciencia.

  2. La formación permanente es la que se actualiza un poco cada día. En el terreno religioso quien se abandona, se debilita. La formación, no sólo la instrucción religiosa, es el antídoto de las sectas y de sus efectos nocivos.
   En el campo amplio de esa formación, hay tres sectores que son más eficaces: el bíblico, el litúrgico y el apostólico y misionero. Es el bíblico, de forma especial el evangélico, el que más debe cultivarse, precisamente porque las sectas suelen apoyarse en el atractivo del Evangelio y en la superficialidad de los conocimientos que suelen existir en muchos creyentes al respecto.
   La educación bíblica, reforzada por la conciencia apostólica, suele fortalecer el espíritu, dar luz cuando se toman opciones y desarrollar actitudes de resistencia ante desviaciones graves en la doctrina o en la dependencia eclesial.
   En este contexto también es importan­te que los jóvenes y adolescentes estén bien informados sobre los postulados y las estrategias de los grupos de mayor riesgo. Si se adelanta el educador a prevenir los sofismas sutiles en los que se apoyan las invitaciones sectarias, se tiene un muro defensivo ante ellas, tanto más eficaz cuanto más claro y aceptado resulte.
   3. El amor a la Iglesia es importante en todo lo que se refiere a defenderse de las asechanzas sectarias. Es casi imposible caer en las redes de un grupo heterodoxos cuando se ha cultivado un amor sincero a la comunidad eclesial, a su jerarquía y magisterio, de manera especial a sus modelos, santos, misioneros, mártires y miembros adelantados en el apostolado. De ahí la gran imprudencia que cometen los educadores cuando forman las conciencias en actitudes críticas y despectivas para la autoridad eclesial, para las tradiciones y para los valores del magisterio. Es la mejor manera de preparar el terreno a los movimientos sectarios, que siempre comienzan infravalorando lo existente en la Iglesia y ofreciendo al invitado a conocer nuevas realidades espirituales.
   Amar a la Iglesia no implica ignorar sus problemas, deficiencias o incluso sus ocasionales errores. Precisamente la critica serena, constructiva y positiva es lo que hace el amor puro y auténtico.
   El que está contento con la comunidad que tiene, el que vive con alegría la doctrina y la fe que tiene, el que hace lo posible por gozar la dicha que se le ha proporcionado, no trata de buscar otras realidades ni aventuras espirituales. Sólo el inseguro y el insatisfecho se aventuran a buscar nuevos campos que llenen su fantasía o nuevos amores que satisfagan su corazón.