Transcendencia
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    La transcendencia o trascendencia es la cualidad de un ser de estar más allá de los sensible. Aplicado a Dios es la supremacía que posee la naturaliza de estar más allá de toda figura o realidad comprensible por los sentidos, incluso por la inteligencia.
   Aplicado el concepto al hombre, es la capacidad que tiene el ser inteligente de superar los sentidos por la inteligencia o de situarse por encima de las realidades inmediatamente perceptibles.
   Lo contrario de trascendente es inmanente, inmediato o permanente.: lo que queda aquí y ahora, lo que es sensorial.
   La trascendencia es el fruto de la inteligencia y de la voluntad superior; es la base de la espiritualidad.

   1. Campos de trascendencia

   El hombre, por su propia naturaleza, no puede quedarse en lo sensorial, en lo inmediato y lo temporal. Tiene necesidad de proyectarse en el mundo superando las variables que entran por sus sentidos. Podemos hablar de variados campos o aspectos de su trascendencia.
 
    1.1. Trascendencia sensorial

   Se halla vinculada al dominio de las ideas puras, que se perfila por encima de las imágenes sensibles. La mente infantil piensa preferentemente con imágenes. A medida que se desarrolla su capacidad de abstracción se hace apta para la trascendencia, para la generalización. Por eso puede abstraer.
   La trascendencia sensorial permite al hombre teorizar y generar pensa­miento especulativo, abrirse a teorías universales, trabajar con conceptos suprasensoriales, exigencias básicas en la elaboración de las ciencias puras: matemática, física, filosofía.

    1.2. Trascendencia categorial

    Hay una trascendencia espaciotemporal, o categorial, cuando la mente se pone más allá del tiempo y del espacio.
   La trascendencia le permite pensar, sin referencia al medio inmediato y a las experiencias concretas. La necesidad de explicar el mundo y la vida le sitúan fácilmente al hombre por encima del tiempo, en cuanto piensa en el porvenir y en cuanto no se ata a un mo­mento pasa­jero. Siem­pre aspira a vivir "mañana" (tiempo) y "lejos" (espacio), pues no le es suficiente el lugar en el que habita y el momento en el que está.

   1.3. Trascendencia moral

   También es posible al hombre, por su capacidad trascendente, entender las normas morales, al margen de quién realice las acciones. Elabora conceptos de verdad, bondad y belleza y sus contrarios de fealdad, maldad y error o mentira.
   Trasciende lo concreto y se pone por encima de la norma material para llegar al deber, al mandamiento, a la responsa­bilidad, a la imputabilidad.

    1.4. Trascendencia social

    El hombre gusta y quiere abrirse a otras gentes y a otros lugares, superando la estrechez de su espacio físico. Por ello hace lo posible por descubrir otros hombres, cercanos y lejanos. Tiene curiosidad por otras culturas, por otros estilos de vida, por otros idiomas, por otras personas. Y pretende dejar en ellos un recuerdo, un mensaje de solidaridad o de apoyo. Y recoge los similares mensajes de los demás.
   Cultiva el honor, la admiración, la paz, la solidaridad. Fabrica obras estéticas y perfila planes de acción social, más morales o intelectuales, pero siempre generales. Nunca el hombre se resigna a perderse en el anonimato. Le gusta que sus contemporáneos sepan algo de su existencia y de sus cualidades. Desea que los venideros conserven su recuerdo con aprecio si es hombre bueno, hasta con rencor si fue un malvado.

 

 

   

 

 

   2. Trascendencia espiritual

   Estos conceptos de trascendencia, de superación de los sentidos y de lo inmediato, son los que permiten entender lo que es la trascendencia religiosa y de cubrir los valores del espíritu.
   Elabora una serie de conceptos y de relaciones que tienen que ver con el más allá y con la figura que se elabora en la mente del Ser Supremo. Con ello da respuesta a sus nece­si­dades inte­lec­tua­les y afecti­vas de co­mu­nicación y de descubrimien­to de lo religioso.
    El hombre es un ser que, por su naturaleza inteligente y libre, por la conciencia de su superioridad sobre los demás criaturas, necesita trascender este mundo. Es decir, tiende espontáneamen­te a explicar de alguna forma su origen y su porvenir.
   Resulta interesante valorar y estudiar las formas básicas que le llevan a trascender, pues las respuestas espirituales que se va dando son las que hacen que sea posible el desarrollo de la religiosidad de cada edad y de cada persona.
    Cuando la mente llega a cierno nivel de trascendencia es cuando se pueden perfilar los conceptos básicos de la reli­giosidad: divinidad, espíritu, moralidad, perdón, culto, oración, sacrificio, ley, revelación, misterio, inspiración, otra vida, salvación, condenación, Iglesia-comunidad. Sin esta terminología "trascendente", la religiosidad se reduce a credulidad: santos, milagros, enseñanzas, acciones buenas, devociones, imágenes, pecados, virtudes, cielo, infierno, iglesia-templo.
    La cumbre de esa trascendencia reli­giosa se orienta a las creen­cias en el más allá, han existido en todos los pue­blos y en todos los tiempos. El hombre no se resigna a la muerte y a la tierra. Por eso sospecha otra vida, otros seres celestes, inventa explicaciones, recibe con alivio teorías y creencias que resuelven sus interrogantes. Hasta los que se jactan de ateísmo radical se forjan sus dioses y hasta los materialista más empedernidos se fabrican su cielo.

   3. Educación trascendente

   Es bueno recordar a los educadores la importancia de educar con referencia a los valores insensibles, los espirituales.
   Los movimientos secularistas de los tiempos presentes formulan multitud de postulados pedagógicos que pretenden atrofiar la sensibilidad espiritual del hom­bre. Sin embargo ni lo han conseguido ni lo conseguirán nunca. Por pragmática que se entienda la vida y por materialista que sean las ofertas, hay algo en la mente y en el corazón que lleva al más allá. O se ofrece una explicación persua­siva. O se fabrica una superstición con­soladora.
   El educador cristiano de modo especial sabe que la trascendencia no es sólo una teoría o una opinión filosófica. Por lo tanto no coloca el ateísmo o el materialismo como una teoría más entre las diversas teorías discutibles. Mira ambas actitudes como aberraciones antro­pológicas y hace lo posible por abrir a sus educando hacia las realidades de la otra vida.
   Para ello promociona determinadas aptitudes mentales y morales, como pueden ser las siguientes:
    - Despertar curiosidad por lo que existe después de la muerte, invitando a discu­rrir y asumir opciones personales.
    - Desarrollar los sentimientos éticos y los estéticos con el fin de que se hagan más sutiles los planteamientos vitales.
    - Alimentar los sentimientos de responsabilidad y la reflexión para que se cultiven valores superiores reclamando la honradez ante la verdad.