Uvas.
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       Las frutas o productos vegetales que, junto con las espigas, mayor resonancia evangélica tienen son los frutos de la vida, las uvas. Por su sabor, el jugo de sus frutos y su extensión mediterránea, la uva y su contexto (cepa, sarmiento, vid, vino) fácilmente se asocian a la vida y se convierte en simbolismos y parábolas fecundas.
   Son 5 las veces aparece la palabra uva (stafule) y 3 el término racimo (botrys) en el Nuevo Testamento. Son 32 las referencias a viña (ampelos), 40 se cita el vino (oinos) y otras dos se alude al mosto (gleukos). Es decir 80 veces son las que la idea de uva y sus derivados y su planta productora surge en los textos del Nuevo Testamento.
   Muchas de ellas brotan de labios de Jesús siendo la más emocionante y directa la invitación a "beber de esta copa, por que es mi sangre que va a ser derramada por vosotros y por la salvación del mundo" (Lc. 22.15-16; Mt. 26.29 y Mc. 14.25).
   Es normal, pues, que el fruto de la vid se convierta en obligada referencia catequística y se halle presente en la Historia de la Salvación desde el día en que Noé plantó las primeras cepas, y supo por experiencia el efecto embriagador de su néctar, hasta la clausura de la Historia de la Salvación, cuando Jesús lo tomo como emblema de su despedida y muerte de Jesús en el signo sensible de la Eucaristía.