Villa
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       Entre los romanos, era la tierra perteneciente a un señor que la cultivaba con esclavos o con colonos que pagaban un tributo. Entre los pueblos bárbaros siguió llamándose así la aldea rural, pero quedó exenta de dependencia de un señor feudal. Por lo general perteneció a la jurisdicción directa de un príncipe o del rey. Se multiplicaron las villas desde el siglo VIII y el hecho de pagar tributos directos al rey dio a sus habitantes cierto tono de libertad y distinción.
   La riqueza vino a las villas de la ausencia de tierras de cultivo para todos sus moradores. Por eso los villanos tuvieron que dedicarse a las artesanías y a otros oficios rentables, así como al comercio activo y pasivo que multiplicó los mercados, las ferias y las transacciones con otras villas o con los campesinos de los entornos que acudía a sus plazas a proveerse de lo necesario.
   En las villas, que crecieron rápidamente, se perfilaron pronto demarcaciones o parroquias y en ellas se construyeron templos parroquiales. Entre los templos significativos, uno fue el que albergó la cátedra del obispo (catedral). En ese templo, más dotados de bienes y recursos que los otros, se fueron multiplicando las expresiones de arte, las actividades de piedad y los estudios generales promotores de cultura y ciencia.