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Es palabra bíblica aramea, que sintetiza la idea de dependencia divina. Alude al sentido amoroso de Dios, a quien se le debe tratar como padre cercano, cariñoso, digno de toda confianza. Los comentarios ascéticos desde época apostólica, siguiendo a San Pablo, dieron énfasis singular al amor divino para el hombre y a la necesidad de una respuesta de confianza y ternura en el cristiano elegido.
El término resalta en las catequesis paulinas, según la recomendación de llamar a Dios "abba, es decir padre" (Mc. 14.36; Rom. 8.15; Gal. 4.6). De las 415 veces que en el Nuevo Testamento se emplea la palabra griega "pater", sólo en esas tres citadas se repite la expresión aramea "abbas", colocada detrás de "pater", reiterando o reclamando el mismo sonido arameo que Jesús debió pronunciar en ocasiones cuando hablaba de su Padre.
Es dudoso si esa expresión recogía verdaderamente una forma usual en ámbitos israelitas, semejante a la familiar, cariñosa y diminutiva forma de "papá o papaíto", expresión de intimidad o confianza en nuestros entornos. Acaso se tratara sólo de una expresión específicamente paulina, con cierto eco en ambientes en que dominaba ya el griego "koine" (común, popular) en el que se redactó el Nuevo Testamento y se formularon las catequesis en el primer siglo. De lo que no cabe duda es del sesgo que tomaron los comentarios desde los tiempos apostólicos. Se reclamó la palabra "abbas" como especial eco del amor divino y de la necesidad de responder con fidelidad y amor, ejes esenciales de las primeras catequesis apostólicas.
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