Aborto

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  Destrucción de la vida antes de su formación. El aborto humano es siempre una acción opuesta al plan divino en relación a la vida, incluso aunque se trate de un ser humano no querido y al margen de cualesquiera que sean las leyes humanas que lo autorizan o justifi­can y las circunstancias personales o sociales en las que se produce.
   Con frecuencia el concepto de aborto se asocia en la mentalidad popular con las leyes que rigen la sexualidad cristiana. Pero el concepto y la valoración ética del aborto deben ser vinculados con la ley humana y divina referente a la vida y al respeto que merece. El aborto supone un pecado contra el quinto mandamiento y contra el amor. Como pecado se halla rechazado por la recta conciencia sobre todo iluminada por la fe. Y como pecado de especial gravedad se halla sancionado con penas espe­ciales (excomunión para quien lo comete conscientemente (C.D.C. cc. 1314  y cc 1323 y 1324)
   Además de la ley natural que defiende el derecho a la vida de todo ser ya con­cebido y del deber de protegerla, se halla tal práctica como opuesta a las leyes del amor. Cualquier propuesta o tolerancia abortiva son contrarias a la tradición invariable y  a la ley positiva de la Iglesia cristiana. "El aborto directo, es decir querido como un fin o como un medio, es gravemente contrario a la ley moral." (Catecismo de la Iglesia Católica 2270)
    En la catequesis, sobre todo con ado­lescentes y adultos, hay que dejar bien clara la oposición frontal del pensamien­to cristiano a todo lo que suponga destrucción de la vida humana, por entenderla como don de Dios. Hay que negar al hombre el derecho a su destrucción, sea cual sea el modo como se haga.
    En una sociedad permisiva en lo se­xual, como es la de muchos ambientes actuales estimulados por el erotismo de los medios de comunicación social, se debe educar la conciencia de las jóvenes generaciones para que asuman su responsabilidad ante la posible vida genera­da involuntariamente. En una so­ciedad que tiende a generalizar el "a­borto legal" al margen del aspecto moral, por confundir lo moral con lo religioso, hay que formar bien los criterios. Se promueven actitudes abortistas fáciles por causas sociales (maltusianismo, hedo­nismo) o pragmatistas (malformaciones, violaciones, inmadurez materna). La for­mación de la conciencia cristiana es más urgente que nunca en este terreno, que es el de la valoración de la vida humana.
    La claridad de principios éticos y reli­giosos es compatible con la plena ilustra­ción de lo que es la concepción real del ser humano. No se debe confundir prevención de la gestación con interrupción del embarazo. La honesta presentación de la moral cristiana exige la valiente defensa de la vida humana previa al nacimiento, pero también la conveniente  formación de la conciencia para entender y valorar la vida sexual de las personas. (Ver Sexualidad 542 y Matrimonio 10
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