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Desorden moral y pecado de quien ejerce la sexualidad con persona vinculada por el matrimonio. Se suele hablar de adulterio simple, si sólo uno de los dos está casado; y de adulterio doble, si los dos se hallan vinculados matrimonialmente y son infieles a tal vínculo.
El matrimonio exige la fidelidad y la exclusividad en la vida conyugal. Por eso el adulterio no es sólo un pecado, o desorden, de índole sexual, sino que hace referencia a la justicia, a la fidelidad y a la caridad.
Por eso en la catequesis hay que presentarlo como algo más complejo y diversificado que como un ejercicio desordenado de la sexualidad. Es importante hacerlo así, sobre todo en aquellos ambientes o tiempos en los que los medios de comunicación social (cine, televisión, pornografía, revistas, internet) presentan la infidelidad matrimonial como un hecho socialmente frecuente y minimizan la dignidad matrimonial como algo intrascendente.
Conviene resaltar el adulterio como desorden familiar, matrimonial, convivencial, ya que no es sólo el cónyuge el que tiene "derecho" a la fidelidad, sino todo el contexto del hogar: hijos, familia. (Ver Matrimonio. Ver Sexualidad)
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