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Condena o rechazo, sobre todo de tipo religioso y ritual. En griego se dice "herem" (rechazo). Los LXX lo tradujeron por "anathema" o "excomunión".
Aparece con frecuencia en el Antiguo Testamento en referencia a las personas, a los grupos, a los objetos o a las acciones. Existe un anatema social (excomunión) y un anatema cultual (impurificación). El anatema cultual suponía la aniquilación de la persona, objeto o grupo anatematizado. Implicaba el rechazo por parte de la Asamblea por no atenerse a las exigencia de la ley o del culto.
Entre los cristianos de los primeros siglos se recogió el concepto y la palabra, al ser de lengua griega en los primeros momentos, para aludir a la ruptura con el hereje o con el cismático, declarados anatemas por alejarse de la doctrina o de la moral de la comunidad creyente. Unas veces la condena suponía excomunión (ruptura) y otras simple maldición (rechazado, protesta).
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