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Sentimiento de miedo y tristeza que se apodera del hombre por motivos diversos y que reviste especial gravedad cuando es prematura, en la infancia, o afecta a las razones del vivir. Especialmente importantes resultan las angustias religiosas (miedo a Dios, más que "santo temor de Dios", miedo al infierno, depresión, tormento...)
En la educación de la fe es preciso señalas el Evangelio, la buena noticia, como lo contrario a la angustia. El cristiano es por esencia alegría, gozo y paz. Lo que no desarrolla confianza, esperanza, ánimo, no es cristiano.
Especial atención merecen en educación a los que se hallan propensos a la angustia religiosa (escrupulosos, atormentados, resentidos, asustadizos, etc.), recordando que, en la mayor parte de ellos, la perturbación no es religiosa, sino psicológica en campos religiosos. Muchas veces precisan un trato psiquiátrico más que pastoral, aunque no hay que negar a nadie la ayuda evangélica aunque los trastornos sean psicosomáticos.
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