Animismo
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   En general es la propensión a dar vida a las cosas y seres inanimados; figuras, objetos, animales o emblemas.
   En determinados niveles madurativos, infancia elemental y despertar reli­gioso, el animismo es natural y sólo indica normalidad. Tiene que ver con la afectividad y la fantasía. Pero el catequizando lo supera cuan­do su inteligencia y su expe­riencia le llevan a formar "criterios reduc­tores" o modos de distinguir reali­dad y ficción, sensación e imaginación.
   En nada debe preocuparse el educador, salvo que el rasgo no se supere. Por eso cuando la edad infantil avanza y la tendencia animista pervive o cuando surge en etapas adultos, ya no es rasgo de normalidad, sino riesgo de perturbación: fetichismo, evasión, superstición, autoengaño.
   De modo especial, el animismo se convierte en desviación cuando se de­senvuelve en temas o terrenos religiosos: propensión a las visiones pretendi­damen­te sobrenaturales, anima­ción de imágenes reli­giosas, fantasía desborda­da en actividades religiosas. Entonces se debe discernir con sagacidad y con experien­cia lo que hay de "animismo patológico” y lo que existe de simple error de per­cepción.
   Suele acontecer cierto fetichismo o animismo inoportunos en temperamentos afectivos y fantasio­sos, que hablan y hacen hablar a sus objetos de contemplación y hallan satisfacciones o compensaciones que rozan el desajuste cuando no son claramente perturbaciones religiosas.

 

    

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