Anuncio
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   Referencia a la proclamación del mensaje cristiano de salvación. Implica con­ciencia católica y evangélica, pues el mismo Cristo envíó a los Apóstoles para proclamar el mensaje a todas las nacio­nes de la tierra. "Id y anunciad el Evangelio a todo el mundo". (Mc. 16.15 y Mt. 28. 19)
   El término "aggello" (angelo), "anun­ciar", se emplea en el Nuevo Testamen­to con profusión: 179 en forma de verbo simple: anunciar; y otras 274 en forma compuesta: anunciar la buena nueva (euangelo, por ejemplo), anunciar la salvación, proclamar...
   Basta esta abundancia de citas para entender que es un concepto básico en el mensa­je cristiano y que el anuncio es vital para la fe en Cristo. El mensaje se da a los hombres para ser transmitido hasta el final de los tiempos y a todo el mundo, no para ser gozado por uno.
    La acción catequística precisamente cobra su dignidad en su dimensión evan­gelizadora (anunciadora). Es una forma de realizar ese anuncio a los hombres y de ofrecer el mensaje de manera adecuada a cada situación.
   Se debe recordar que no hay plenitud en la fe si no se entiende el deber de todo creyente de repartir los propios dones con los demás. Es la primera ley cristiana: amar a Dios y amar al prójimo. Es lo mismo que decir que se debe anu­nciar la propia fe, el amor y la salvación, a los demás (hi­jos, amigos, compañeros...)
   Una concepción religiosa en la que se contempla la verdad como algo individual e incomunicable, no responde a la naturaleza del Evangelio. Por eso hay que ayudar al catequizando a que aspire a una madurez en la fe que implique dar a los demás el propio don.
    Por eso el mandato misional de Jesús no va dirigido a "sólo los apóstoles", sino a todos sus seguidores: "Dad gratuitamente lo que gratuitamente habéis recibido" (Mt. 10.8)     (Ver Apostolado y Evangelio)