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Literalmente significa en griego "restablecimiento o restauración". Con este término se alude a la teoría de algunos escritores antiguos, sobre todo de Orígenes, de que la bondad divina hará posible el perdón y salvación final de todos los seres creados, hombres y ángeles, condenados al infierno por su voluntad libre de oponerse a Dios.
La doctrina fue rechazada por la Iglesia (Cánones contra Orígenes del Papa Virgilio, canon 9. Denz. 211), que la consideró opuesta a la justicia y a la bondad divinas, supuesto que la prueba que Dios pone a los seres inteligentes es única e indiscutible y que la sentencia de salvación o condenación, que la criatura merece por su respuesta, es definitiva e inmutable, una vez que ha terminado el tiempo de la prueba.
La causa de la condena de esta actitud fue la duda o negación de la inmutabilidad divina y no la negación de su misericordia infinita. El sentido común hace pensar que, respetada la libertad por parte de Dios, la situación de los salvados y condenados es definitiva, es decir eterna.
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