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Término griego equivalente a indiferencia por una parte y serenidad por otra. Es la actitud de los filósofos estoicos, que vinculan a ella la vida del sabio que sabe juzgar las cosas en relación a su valor fugaz y despreciable. Cuanto más "desprendidos" (epojé) de lo material, más aptos estamos para lo intelectual y lo espiritual.
Esa actitud en el cristianismo no es consecuencia del dualismo platónico, pero está influida por él. Se advierte entre los primeros cristianos: desprenderse del mundo, despreciar las cosas.
No se debe identificar este concepto racional y ético con las virtudes cristianas de la paciencia, de la calma, de la armonía interior, aunque alguna vez en la ascética se habla de la "santa indiferencia". Lo más alejado que hay de la actitud evangélica es el "pasotismo", pues indica egoísmo o indiferencia por los demás o por la vida. Y tampoco es cristiano el "desprecio" de lo material, pues la materia ha sido creada por Dios.
Poner cada cosa en su sitio, sin perder la paz por lo fugaz y caduco, sí es una actitud profundamente cristiana. En esa disposición hay que educar al creyente para que viva en este mundo con esperanza y entrega, pues "amó tanto Dios que no vaciló en darle a su Hijo primogénito." (Jn. 3. 16)
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