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Es la cualidad psicológica por la que la persona dirige todas sus facultades internas y externas (mente y sentidos) hacia un objeto, también interno o externo (mental o sensorial)
La atención puede ser espontánea o voluntaria. La primera se rige por los estímulos naturales o artificiales. La segunda se gobierna por la voluntad.
En cuanto a la intensidad puede ser frágil y dispersiva, llegando a su atrofia, estado o tendencia que se denomina distracción. Y puede ser intensa y profunda, incluso hasta llegar a la abstracción, a la obsesión y a la polarización.
El niño tiende por naturaleza (ausencia de fuerza volitiva) a la atención espontánea y frágil y muy poco a la voluntaria sostenida. El adulto normal es más capaz de atender por deber (por voluntad) o por necesidad (conveniencia).
En la catequesis, y en todo proceso de educación, el cultivo de la atención es cuestión clave para el aprovechamiento del tiempo, para la acogida de los mensajes y organización de la persona. Y cuanto más pequeño e inmaduro es el sujeto, más precisa los intereses concretos e inmediatos para "atender", ya que más incapaz se halla de poner en juego la voluntad.
El catequista debe aprovechar los métodos psicológicos adecuados a cada edad y a cada tema, para estimular la atención espontánea en los pequeños e inmaduros y la voluntaria en los mayores. Lo logrará si crea estímulos suficientes para que el trabajo mental del catequizando sea eficaz. Este principio vale tanto en la catequesis estrictamente dicha como en los aprendizajes de la vida. No se consigue fácilmente si no se emplean procedimientos convenientes.
Son recomendables tres criterios:
- Para atraer la atención hay que acomodar los contenidos a las capacidades de los sujetos. Con niños pequeños el camino casi único son los sentidos. Con mayores hay que fomentar los intereses, la emulación y la autodisciplina.
- Se deben fomentar hábitos de atención mediante las actividades dirigidas, el orden, la repetición de ejercicios prácticos, la inmediata exploración de conocimientos, incluso con ejercicios precatequísticos que dispongan al trabajo previsto y afectivamente comprometedor.
- El clima del grupo facilita o dificulta la atención de cada miembro del mismo. Es importante crear "ayudas" ajenas o clima de acogida e interés en las materias y actividades que se hacen.
No se debe olvidar que los niños alterados por muchas horas de televisión o carentes de hábitos de trabajo hallan especiales dificultades en atender. El educador debe suplir con su habilidad, con estímulos y reclamos lo que espontáneamente el educando no consigue.
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