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Literalmente significa introducir en una lista o canon. Eclesialmente equivale a reconocer como figura significativa, protectora y modelo de vida cristiana, a personas que vivieron en el mundo y murieron con fama de santidad o con el heroísmo del martirio. En el Código de Derecho Canónico, la Iglesia dice que "las causas de canonización de los siervos de Dios se rigen por una ley pontificia peculiar." (c. 1403)
En la Constitución Apostólica "Divinus Redemptoris Magister", del 25 de Enero de 1983, el Papa Juan Pablo II señaló las últimas normas de la Iglesia para la declaración oficial de la santidad de los bienaventurados. Recordaba Juan Pablo II que "desde tiempos inmemorables la Sede Apostólica propone a la imitación, veneración y a la invocación de los fieles a algunos cristianos que sobresalieron por el fulgor de sus virtudes."
La canonización, pues, se rige por tradiciones, usos y también por normas eclesiales concretas. Conduce a declarar santos (consagrados) a determinados siervos de Dios, modelos de virtud y de perfección evangélica. En otras palabras, la Iglesia venera de forma especial a aquellos hombres de Dios que, en su vida terrena, fueron reflejos fieles del misterio del Verbo Encarnado: fueron elegidos, testigos, mensajeros, imitadores de Cristo, modelos.
1. Historia
Los santos originalmente eran proclamados por el pueblo fiel como tales. Era la "vox populi" (aclamación popular) la que los canonizaba. Cuando los siglos fueron pasando, para evitar abusos y proclamaciones demasiado políticas o interesadas, los obispos tomaron la responsabilidad de tal declaración. Muchos dieron normas en sus Diócesis para la veneración de los difuntos. Se les asignaba un día de fiesta, generalmente el aniversario de su muerte o de su martirio. El tiempo se encargaba de consolidar o apagar tal devoción y admiración.
En 993, Ulric de Ausburg fue declarado santo en la primera canonización aprobada explícita y directamente por un papa. Juan XV, como Obispo de Roma, actuó con una declaración de santidad y la hizo extensiva a las demás regiones cristianas.
Gregorio IX formalizó años después el proceso y la práctica. En 1234 la canonización se reservó a sólo al Papa. En el año 1588 el Papa Sixto V puso esos procesos en manos de la Congregación para las Causas de los Santos y dictó normas restrictivas de procedimiento sobre los procesos de canonización y sus exigencias.
Urbano VIII determinó nuevas normas sobre la doctrina y santidad de los canonizables. Sus consignas fueron luego clarificadas y comentadas por Prospero Lambertini, que sería Papa con el nombre de Benedicto XIV. Escribió su obra: "Beatificación de los Siervos de Dios y canonización de los Beatos".
En ocasiones posteriores se fueron perfilando esas normas. Pío XI, en su Motu Propio “Già da qualche tempo”, del 6 de Febrero de 1930, renovó la Congregación de Ritos y el 4 de Enero 1939 publicó la ordenación de los dos pasos obligados para las beatificaciones y canonizaciones.
Pablo VI, con la Carta apostólica ”Sanctitas clarior, del 19 Marzo 1967, determinó los nuevos pasos de un proceso canónico y con la Constitución “Sacra Congregazione dei Riti”, del 8 de Mayo 1969, organizó el nuevo Dicasterio encargado del Culto divino y del estudio de las citadas causas.
Las posturas de los papas y el número de beatificaciones y canonizaciones dependieron de cada pontificado. Pero fue aumentando con el paso de los siglos, tanto por el aumento de la población cristiana y extensión de la Iglesia, como por las nuevas circunstancias de los tiempos. El más prolífico en este sentido fue el pontificado de Juan Pablo II. Desde que fue elegido en 1978 hasta Julio del 1997 el Papa Juan Pablo II había proclamado 278 santos (245 mártires y 33 confesores). También beatificó a 770 Beatos (579 mártires y 191 confesores). Al terminar el pontificado Juan Pablo II había elevado a los altares como Beatos más de uno 1.200 de modelos de vida cristiana y canonizado unos 350 Beatos.
No existe un cómputo preciso de quiénes han sido proclamados santos desde los primeros siglos. En 1988, para celebrar su IV centenario, la Congregación para las Causas de los Santos publicó el primer "Index ac status Causarum". Este libro y los suplementos que le siguieron están considerados como el índice definitivo de todas las causas que han sido presentadas ante la Congregación desde su institución.
2. Proceso
El camino que la Iglesia católica exige para la canonización de un siervo de Dios es largo y laborioso. Tiende a buscar la máxima objetividad y rigor en tales acciones eclesiales.
El primer estadio es diocesano. Conduce a reconocer las virtudes de un siervo de Dios y su carácter de modelo de vida. Después de un proceso con testigos, notarios y jueces, y multitud de documentos recogidos, se entrega la documentación, debidamente ordenada y presentada, a la Congregación Romana para las Causas de los Santos.
2.1. Venerables
El primer estadio es estudiar y reconocer con un documento pontificio la heroicidad de las virtudes o la autenticidad del martirio. Una decisión pontificia en forma de Decreto sobre la "heroicidad de las virtudes, declara al siervo "Venerable". Ello significa que es presentado como ejemplo de virtudes heroicas. Por eso el Papa firma un documento explícito.
2.2. Beatificación
Una segunda decisión consiste en declararlo "Beato" o Bienaventurado, lo cual significa que se le considera por la autoridad pontificia ya en el cielo, es decir en la Bienaventuranza eterna. Por lo tanto se autoriza a ofrecerle culto público en la Iglesia, aunque restringido a un lugar, región, Instituto religioso o Diócesis. Se pueden exponer sus imágenes en el altar y en lugares adecuados para ser veneradas e invocadas.
Además de los atributos personales de caridad y virtudes heroicas, se requiere para este paso que se le pueda atribuir claramente un milagro, obtenido a través de su intercesión y realizado después de su muerte. El milagro requerido debe ser probado y aprobado a través de una acción canónica especial, que incluye el parecer de un comité de médicos (aunque algunos de ellos no sean creyentes) y de teólogos que acrediten su verosimilitud. El milagro no es requerido si la persona beatificable es la de un mártir.
2.3. Canonización
El tercer nivel es ya la declaración de santidad ante toda la Iglesia y la proclamación como intercesor celeste, además de modelo admirable. Con la canonización, el Beato pasa a ser considerado como santo y puede ser objeto de culto público y oficial en toda la Iglesia.
Para la canonización hace falta otro milagro atribuido a la intercesión del Beato y ocurrido después de su beatificación. Las modalidades de verificación del milagro son iguales a las seguidas en la beatificación.
El Papa puede obviar estos requisitos. La beatificación y la canonización comprometen la infalibilidad pontificia.
3. Patronos y Doctores
Algunos santos merecen una consideración y declaración especial por parte de la Autoridad pontificia por su influencia (Patronos) o por su sabiduría (los Doctores).
3.1. Los Patronos
Se les declara especiales protectores de determinada tarea eclesial o lugar en la Iglesia. Son los protectores singulares, además de modelos.
Hay Patronos que han sido proclamados como tales por un papa con una Bula o Motu propio. Por ejemplo, San Benito es declarado Patrono de Europa en 1964 por Pablo VI y S. Juan Bta. De la Salle Patrono de los educadores cristianos por el Breve de Pío XII "Quod ait" del 15 de Mayo de 1950.
Otros Patronos o especiales protecciones han surgido de la piedad popular: Sta. Mónica es Patrona de las madres cristiana, San Valentín de los enamorados o San Cristóbal de los conductores. El patronazgo indica simplemente que la Iglesia considera a determinado santo como especial protector e invita a los fieles interesados en ese aspecto o de ese lugar a que incrementen sus plegarias y aumenten sus deseos de imitar las virtudes del siervo venerado.
3.2. Los Doctores
El título de "Doctor de la Iglesia" se suele dar por parte de un Papa, y en ocasiones de un Concilio, a las figuras canonizadas que brillaron por su doctrina y su resonancia luminosa en la Iglesia.
De los ocho Doctores originales, cuatro eran Padres del Occidente: San Gregorio Magno, San Ambrosio, San Agustín, y San Jerónimo (proclamados Doctores en el 1298), y cuatro eran del Oriente, siendo proclamados tales en 1568: San Atanasio, San Juan Crisóstomo, San Basilio Magno y San Gregorio Nacianceno.
Luego diversos Papas y por diversos motivos fueron aumentando la lista, hasta llegar a 33 al final del siglo XX, de los cuales tres son mujeres: Santa Teresa de Ávila, Santa Catalina de Siena y Santa Teresita de Lisieux.
Los Doctores han sido modelos de ciencia y docencia. Han significado para la Iglesia una fuente luminosa de doctrina y de claridad evangelizadora. La autoridad eclesial, al reconocerlos como tales, reclama singular atención a sus escritos y a la orientación de sus enseñanzas.
4. Valor de los santos
Todos los Santos y Beatos de la Iglesia realizaron una misión básica en la Iglesia: llevar a la perfección la "vida cristiana" y cumplir con fidelidad el mandato de Cristo: "Sed perfectos como mi Padre del cielo es perfecto" (Mt. 5. 48). Los cristianos estamos destinados a luchar por esa perfección, es decir a llegar a la suficiente santidad para merecer la misericordia divina y la gracia de la amistad perpetua con el Señor.
Las figuras modélicas han sido un fuerte apoyo para los creyentes de todos los tiempos, no sólo por sus méritos en el Cuerpo Místico y por el misterio de la "comunión de los santos", sino también por el poder psicológico y sociológico del ejemplo del que los santos son fuente.
La Historia de la Iglesia ha estado siempre asociada a esas figuras que constituyen un elenco o "santoral" que guarda la herencia del Evangelio. Por eso las principales figuras fueron las mencionadas en los documentos de los primeros evangelistas: los Apóstoles, San José, San Juan Bautista, San Pablo, Santa Isabel, Santa Magdalena. Incluso ya en los tiempos medievales hubo figuras del Antiguo Testamento que merecieron singular relieve hagiográfico: San Abraham, San David, San Elías, aunque estas figuras bíblicas merecieron otra consideración diferente.
Un reclamo especial, por su repercusión en la piedad cristiana, tuvieron los nombres de los tres "Santos" ángeles que aparecen en la Escritura: Gabriel, Miguel y Rafael. La piedad cristiana los personalizó como especiales protectores celestes de la Santa Iglesia de Jesús.
Esa enorme pléyade de nombres modélicos de la Historia eclesial es de singular importancia para la vida de los cristianos de todo tipo, pues entre las figuras ensalzadas hay hombres y mujeres, niños y ancianos, ricos y mendigos, nobles y esclavos, blancos y negros, sabios e ignorantes.
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5. Catequesis y santos
Precisamente por esa fecundidad y variedad, la vida de los santos es algo que debe interpelar a los catequistas y educadores de la fe.
Primero, en función de su influencia espiritual en los cristianos y para imitar personalmente sus virtudes, sobre todo de aquellos que se distinguieron por su espíritu evangelizador. Tal es el caso de San Francisco Javier, patrono de las misiones, San Pedro Canisio o San Carlos Borromeo, modelo de Catequistas, San Juan Bosco, modelo de entrega a los catequizandos.
Pero también porque la vida de los Santos y sus hechos edificantes pueden ser una pauta excelente para mantener la atención de los catequizandos, para mover su voluntad y encauzar su afectividad y para prender con ejemplos vivos las doctrinas que se van exponiendo a los largo de las explicaciones. La hagiografía, o estudio de las vidas de los santos, ha sido un instrumento eficaz en la educación cristiana y sigue siendo apoyo interesante para quien sepa aprovecharlo adecuadamente.
DOCTORES DE LA IGLESIA EN ORDEN ALFABÉTICO.
San Agustín (354-430). Obispo de Hippona. Uno de los cuatro doctores originales de la Iglesia Latina. "Doctor de la Gracia". Aclamado Doctor el 20 de Septiembre de 1295 por Bonifacio XIII.
San Alberto Magno (1200-1280). Dominico. Patrón de las ciencias naturales; llamado "Doctor Universallis" y "Doctor Expertus". Aclamado Doctor el 16 Diciembre de 1931 por Pío XI.
San Alfonso María de Ligorio (1696-1787). Patrón de confesores y moralistas. Fundador de los redentoristas. Aclamado Doctor el 7 de Julio de 1871 por Pío IX.
San Ambrosio (340-397). Uno de los cuatro Doctores de la Iglesia latina. Combatió el arrianismo en el Occidente. Obispo de Milán y mentor de San Agustín. Aclamado Doctor el 20 de Septiembre de 1295 por Bonifacio VIII.
San Anselmo (1033-1109). Arzobispo de Canterbury. Padre de la Escolástica y de la docencia universitaria. Aclamado Doctor el 3 de Febrero de 1720 por Clemente XI.
San Antonio de Padua (1195-1231). Fraile franciscano. Doctor Evangélico. Aclamado Doctor el 16 de Enero, 1946 por Pío XII.
San Atanasio (296-373). Obispo de Alejandría (Egipto). Principal opositor al arrianismo. Padre de la Ortodoxia. Aclamado Doctor el año 1568 por Pió V.
San Basilio Magno (329-379). Teólogo influyente en todo el Oriente. Padre del monaquismo. Doctor en 1568 por Pío V.
San Beda el Venerable (673-735). Sacerdote benedictino. Padre de la Historia inglesa. Aclamado Doctor el 13 de noviembre, 1899 por León XIII.
San Bernardo de Claraval (Clairvaux) (1090-1153). Cisterciense. Llamado "Mellifluus Doctor" por su elocuencia. Aclamado Doctor el 20 de Agosto, 1830 por Pío VIII.
San Buenaventura (1217-1274). Teólogo franciscano. "Doctor Seráfico". Aclamado Doctor el 14 de marzo, 1588 por Sixto V.
Santa Catalina de Siena. (1347-1380). Mística. Segunda mujer Doctora de la Iglesia. Aclamada Doctora el 4 de octubre, 1970 por Pablo VI.
San Cirilo de Alejandría (376-444). Patriarca. Combatió el nestorianismo. Hizo contribuciones claves a la cristología. Aclamado Doctor el 28 de julio, 1882 por León XIII.
San Cirilo de Jerusalén (315-387). Obispo antiarriano en Oriente. Aclamado Doctor el 28 de Julio de 1882 por León XIII.
San Efrén de Siria (306-373). Exégeta de la Biblia y escritor eclesiástico. Llamado "la Lira del Espíritu Santo". Aclamado Doctor el 5 de Octubre de 1920 por Benedicto XV.
San Francisco de Sales (1567-1622). Obispo de Ginebra y luchador contra los herejes. Patrón de los escritores y la prensa católica. Aclamado Doctor el 16 de Noviembre de 1871 por Pío IX.
San Gregorio Magno (540-604). Papa. Cuarto y último de los cuatro originales Doctores de la Iglesia Latina. Defendió la supremacía del Papa. Reformador del clero y monjes. Aclamado Doctor el 20 de Septiembre de 1295 por Bonifacio XIII.
San Gregorio Nacianceno (330-390). Llamado el Demóstenes cristiano por su elocuencia y, en la Iglesia Oriental, "El Teólogo". Uno de los tres Padres Capadocios. Aclamado Doctor en 1568 por Pío V.
San Hilario de Poitiers (315-368). Obispo. El S. Atanasio del Occidente. Aclamado Doctor el 13 de Mayo de 1851 por Pío IX.
San Isidoro de Sevilla (560-636). Arzobispo, teólogo, historiador. Reconocido como el hombre más sabio de su época. Aclamado Doctor el 25 de Abril de 1722 por Inocencio XIII.
San Jerónimo (343-420). Uno de los cuatro Doctores originales de la Iglesia Latina. Padre de las ciencias bíblicas y traductor de la Biblia al latín. Aclamado Doctor el 20 de Septiembre de 1295 por Bonifacio XIII.
San Juan Crisóstomo (347-407). Obispo de Constantinopla. Patrón de los predicadores. Llamado "boca de oro" por su gran elocuencia. Aclamado Doctor en 1568 por Pío V.
San Juan Damasceno (675-749). Teólogo griego. Aclamado Doctor el 19 Agosto de 1890 por León XIII.
San Juan de la Cruz. (1542-1591). Reformador de los carmelitas descalzos. Doctor de la teología mística. Aclamado Doctor el 24 de Agosto de 1926 por Pío XI.
San León Magno (400-461). Papa. Escribió contra las herejías del Nestorianismo, el Monofisismo, el Maniqueísmo y el Pelagianismo. Aclamado Doctor el 15 de Octubre de 1754 por Benedicto XIV.
San Lorenzo de Brindisi (1559-1619). Vigoroso predicador de gran influencia en Italia. Aclamado Doctor el 19 de Marzo de 1959 por Juan XXIII.
San Pedro Canisio. (1521-97). Jesuita. Luchador de la Contrarreforma. Aclamado Doctor el 21 de Mayo de 1925 por Pío XI.
San Pedro Crisólogo (400-50). Obispo de Rávena. Llamado "Palabra de Oro". Aclamado Doctor el 10 de Febrero de 1729 por Benedicto XIII.
San Pedro Damián (1007-72). Benedictino. Reformador. Aclamado Doctor el 27 de Septiembre de 1828 por León XII.
San Roberto Belarmino (1542-1621). Jesuita. Defensor de la doctrina durante y después de la Reforma Protestante. Escribió dos catecismos. Aclamado Doctor el 17 de Septiembre de 1931 por Pío XI.
Santa Teresa de Avila (1515-82). Española, fundadora de las carmelitas descalzas, mística. Primera mujer Doctora de la Iglesia. Aclamada Doctora el 27 de Septiembre de 1970 por Pablo VI.
Santa Teresa de Lisieux. (1873-1897) Religiosa francesa carmelita. Autora de "La Historia de un Alma". Aclamada doctora el 19 de Octubre, 1997 por Juan Pablo II.
Santo Tomás de Aquino (1225-74). Filósofo dominico y teólogo. Llamado "Doctor Angélico". Autor de la Suma Teológica, obra insigne e influyente. Patrón de las escuelas católicas y de la educación. Aclamado Doctor el 11 de Abril de 1567 por Pío V.
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