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 Etimológicamente el término cisma (del  griego sjisma o schisma, corte) indica ruptura, separación, disgregación. Supone  distanciamiento de un grupo respecto a otro mayor. El cisma se puede definir  en lo eclesial como la ruptura de la unidad, por la negación explícita o  latente a someterse a la autoridad competente, manteniendo en lo fundamental  la doctrina auténtica. En la Iglesia, misteriosa y escandalosamente, se han  multiplicado los cismas a lo largo de los tiempos, a pesar de la voluntad de  Cristo expresada con plena claridad en su oración sacerdotal. (Jn. 17. 5-15)
 El cisma implica cierta publicidad y con  frecuencia actitud persistente de ruptura y rebeldía. Determinadas posturas  personales de insubordinación, indocilidad, oposición, a la autoridad no  implica necesariamente situación de cisma, sino de alejamiento provisional o  de rebeldía.
 La Iglesia consideró siempre pecaminoso y  destructor cualquier cisma que se produjo en su seno. Pero no pudo siempre  evitar las causas que lo provocaron: ambiciones humanas de mando, incomunicación,  influencias sociales o políticas nefastas, dificultades doctrinales, etc.
 El cisma religioso implicó siempre  determinada acción comunitaria, con un dirigente o promotor al frente y con  determinados factores que crearon las circunstancias propicias para que se  produjera. Y el cisma se consideró consumado, cuando se llegó a una organización  o iglesia paralela que consolidó sus usos y sus autoridades propias y se  mantuvo pertinazmente en el alejamiento de la autoridad central.
 Algunos de los cismas significativos en la  Iglesia cristiana son lo siguientes:
  
   1.  Grupos primitivos orientales    El grupo de los cristianos armenios estuvo  entre los primeros que rompieron los vínculos con las otras Iglesias tanto de  Roma como de Constantinopla y proclamaron su autocefalia, o independencia, en  el año 466, en una época en la que el cristianismo estaba convulsionado por  diversas doctrinas declaradas heréticas (gnosticismo, maniqueísmo, arrianismo,  nestorianismo, monofisismo).La dependencia civil, sobre todo del  Emperador de Constantinopla, suscitaba diversas disensiones y discusiones en  muchos lugares, según las decisiones y servilismos políticos.
 En Armenia era fácil que prendiera la  separación, debido al dominio de los persas en su tierra y a las dificultades  de comunicación con Constantinopla y mucho más con Roma.
 Las iglesias armenias no pudieron participar  en el Concilio de Calcedonia que el año 451 fijó la ortodoxia. Se encontró  fuera de las discusiones y por este hecho fue considerada cismática. La  Iglesia armenia se prolongó en el tiempo encerrada en su aislamiento y cuenta  hoy con dos sedes católicas o patriarcados. El más importante, el de Echmiadzin,  en Armenia.
 Otras sectas, como las de los nestorianos y  monofisitas se separaron de la Iglesia durante el siglo V, e iniciaron diversos  movimientos opuestos a la autoridad del Pontífice de Roma y con frecuencia a  la misma autoridad tradicional de algunos de los Patriarcas reconocidos como  jerarquías en Oriente: el Patriarca de Constantinopla, el de Antioquía y el de  Alejandría.
   2. Cisma de Focio (c. 820-891)    El primer gran cisma, organizado y  sistemático, que rompió la unidad de la Iglesia, estuvo presidido por Focio, Patriarca  de Constantinopla por dos veces: del 858 al 867, año en que fue desterrado, y  del 877 al 886. Focio fue un teólogo celoso y profundo, el mayor erudito de  los bizantinos de la Edad Media.Era de familia noble de Constantinopla (hoy  Bizancio en Turquía). Fue diplomático y resultó elegido patriarca en sustitución  de Ignacio, enfrentado al Emperador Miguel III. Sus adversarios apelaron al  Papa Nicolás I.
 Los delegados del Papa que acudieron a  Constantinopla en 861 lo apoyaron, pero más tarde fue denunciado por el propio  Pontífice. El motivo de la disensión estuvo en la competencia entre los  misioneros bizantinos y los occidentales que misionaban en Bulgaria,  cristianizada en 864 por los orientales pero cuya jurisdicción reclamaba el  Papa romano.
 En 866 los misioneros romanos comenzaron a  imponer la idea de la doble procesión divina del Espíritu Santo, con el termino  "filioque" añadido en el Credo. Focio los acusó de herejía y convocó  un Concilio en 867 que depuso al Papa Nicolás.
 Cuando Basilio I asesinó a Miguel III y se  convirtió en emperador, Focio fue depuesto e Ignacio se reincorporó al  patriarcado. Hubo reconciliación entre ambos, pero a la muerte de Ignacio,  Focio volvió a ser elegido Patriarca. El nuevo Papa, Juan VIII, lo aceptó y sus  delegados sancionaron su triunfo en el concilio de Constantinopla (779-880).
 En este Concilio también se reconoció la  jurisdicción del Papa sobre Bulgaria, consolidando la influencia política y  cultural bizantina gracias a la permanencia de obispos griegos.
 El concilio condenó las "adiciones"  al credo, el filioque, pero el término se mantuvo en gran parte de Occidente.
 Durante los dos patriarcados de Focio el  cristianismo bizantino conoció una rápida expansión en Europa oriental. Dos de  sus discípulos, san Cirilo y san Metodio, misionaron entre los eslavos y tradujeron  las Escrituras y la liturgia a la lengua eslava en el 863.
 Focio publicó diversos cánones y leyes para  la ordenación de la Iglesia y multiplicó sus escritos como "Mistagogia del Espíritu Santo",  primera refutación de la doctrina latina del filioque, y el "Myriobiblion" o Biblioteca,  colección monumental con los epítomes de 280 importantes libros religiosos.  Sus Homilías fueron también brillantes y numerosas.
 La ruptura con Roma aconteció en el segundo  patriarcado, aunque no tuvo especiales estridencias ni excomuniones, sino más  bien una separación de relaciones y una autonomía práctica en decisiones  doctrinales y litúrgicas.
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 3. Cisma de Miguel Cerulario    La verdadera y definitiva separación de la  iglesia oriental tardó un par de siglos en llegar y tuvo raíces culturales y  políticas que aumentaron con el tiempo. Mientras la cultura occidental se  transformaba, sobre todo por la influencia de los pueblos europeos ya  estabilizados, como era el caso de los visigodos, de los francos y sobre  todo de los germanos, en Oriente se mantenía el espíritu helenístico. Aunque se reconocía en Constantinopla  cierta primacía honorífica al Obispo de Roma, no se aceptaron ni por los Emperadores  ni por Patriarcas de la Sede determinadas   exigencias jurisdiccionales de los Papas. Esas exigencias aumentaron  con la llegada al pontificado de León IX (1048-1054) y con sus sucesores.
 El emperador bizantino Constantino IX  Monómaco derrocó al anterior emperador, Miguel IV Paflagonio, y nombró a  Focio Patriarca en 1043, tres años después de hacerse monje. Inició entonces  una dura campaña contra las iglesias latinas de su propia ciudad y terminó cerrándolas.  Los pretextos eran nimios, como el uso de pan ácimo por los latinos en la  Eucaristía o el mantenimiento por ellos de la palabra "filioque" en  el Credo.
 Excomulgado en 1054, junto a toda la Iglesia  oriental, Cerulario rechazó el primado del León IX. Escribió una encíclica en  defensa de la independencia de la Iglesia bizantina en igualdad con la  occidental. Afirmó la primacía de la Iglesia sobre el Estado, juicio que provocó  su destitución y condena al exilio por el Emperador bizantino, entonces Isaac  I Comneno.
 El cardenal Humberto de Silva Cándida fue  enviado a Constantinopla desde Roma en 1054 para lograr la reconciliación y la  unidad, pero resultó tan intolerante como Cerulario y concluyó su visita con  la mutua excomunión entre ambas sedes episcopales.
 El saqueo de Constantinopla durante la  cuarta Cruzada (1204) aumentó la oposición a Occidente y anuló los esfuerzos para  restablecer la unidad. La separación se consolidó y tardaría mil años en volver  el espíritu de diálogo.
 El 7 de Diciembre de 1965 las mutuas excomuniones  fueron anuladas por el papa Pablo VI y por el patriarca Atenágoras I, como  símbolo de acercamiento entre ambas Iglesias.
 La Iglesia ortodoxa sigue hoy organizada  como comunidad de iglesias independientes, autocéfalas, gobernadas por su  propio obispo. Lo que varía en cada país es la lengua del culto. Cada Obispo en  su Iglesia se llama patriarca, metropolitano o arzobispo. Es presidentes de  los sínodos episcopales que, en cada iglesia, constituyen la más alta  autoridad doctrinal y administrativa.
 Con el tiempo fueron surgiendo las otras  Iglesias y Patriarcados ortodoxos independientes de Constantinopla y, por  supuesto, alejados cada vez más de la Sede romana
 El patriarca de Constantinopla posee en la  Ortodoxia cierta primacía sobre las restantes Iglesias, debido a la condición  de capital del Imperio romano de Oriente, llamado luego Imperio bizantino. Su  autoridad con el tiempo perdió efectividad entre las demás Iglesias y hoy no  ejerce ninguna atribución administrativa sobre su propio territorio o  patriarcado ni tampoco se considera infalible.
 Las demás iglesias reconocen el papel que  tiene en la preparación de consultas y concilios panortodoxos y su autoridad se  extiende sobre pequeñas comunidades griegas en Turquía, sobre las diócesis  existentes en las islas griegas y sobre las comunidades griegas de Estados  Unidos, Australia y Europa occidental que fueron aumentando desde el siglo XIX  por efectos de la emigración.
 Hoy existen otros tres Patriarcados  ortodoxos que deben su rango a la evolución de la Historia: Alejandría en  Egipto, Damasco en Siria heredero del antiguo título del patriarcado de Antioquía,  y Jerusalén. Los patriarcas de Alejandría y de Jerusalén hablan griego.
 El patriarca de Antioquía está a la cabeza  de una importante comunidad de árabes cristianos en Siria, Líbano e Irak. El  patriarcado de Moscú y de todas las Rusias llegó a ser la iglesia ortodoxa con  mayor número de fieles. Después de la Revolución rusa de 1917, tuvo un período  muy difícil a causa de las persecuciones.
 Ocupa el quinto lugar en la jerarquía de  iglesias ortodoxas, seguida por el patriarcado de la república de Georgia,  de Serbia, de Rumania y de Bulgaria. Las iglesias sin patriarca son, en este  orden, los arzobispados de Chipre, Atenas y Tirana, la última que se estableció  en 1937, pero que fue suprimida durante el comunismo, como también los grupos  metropolitanos de Polonia, República Checa, Eslovaquia y América.
 Los intentos por restaurar la unidad  esencial con la Iglesia de Oriente han sido persistentes a lo largo de la Historia.  La postura ecuménica de la Iglesia católica durante el papado de Juan XXIII  (postura postconciliar) ha sido muy bien recibida por la jerarquía ortodoxa, y  ha conseguido que se establezcan relaciones nuevas y más amistosas entre ambas  iglesias.
 Hubo representantes de los ortodoxos en las  sesiones del Concilio Vaticano II (1962-1965) y se realizaron asimismo  encuentros entre los papas Pablo VI y Juan Pablo II por un lado, y los patriarcas  Atenágoras y Demetrios por otro. Se produjo un gesto que simbolizó ese acercamiento  cuando los anatemas de 1054 fueron anulados en 1965 por ambas partes.
 Las dos iglesias crearon una comisión mixta  para que hubiera un diálogo entre ellas. Los dos grupos de representantes se  reunieron al menos once veces entre 1966 y 1981 para discutir sus diferencias  con respecto a la doctrina y a las prácticas religiosas.
 El mayor obstáculo para la reconciliación  es la exigencia del Papado a acatar  la  autoridad suprema y la infalibilidad del Papa.
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    |  |     4. Cisma de Occidente    Se conoce con el nombre de Cisma de  Occidente a la gran disensión que existió durante casi 40 años sobre la  autenticidad del Papa, al existir elecciones antagónicas entre dos grupos de  cardenales enfrentados y alentados por intereses e influencias políticas.Este cisma se superó con el tiempo y la  ayuda divina, pero dejó en la conciencia de la Iglesia un amargo recuerdo de  disensión y de peligro para los siglos siguientes. Sobre todo dio aliento a  los movimientos conciliaristas.
 Entre 1378 y 1417 en la iglesia occidental  hubo dos papas elegidos por cardenales que reclamaba la autoridad pontificia.  La dualidad se inició con la elección de Urbano VI en 1378 en Roma, como  respuesta a la elección que los cardenales franceses hicieron de Clemente V,  que se situó en Avignon, en donde los Papas residían desde hacía casi 70 años.
 La estancia de Avignon se había iniciado  por los ataques y humillaciones del rey Felipe IV de Francia contra el papa  Bonifacio VIII (1294-1303). el Papa Clemente V (1305-1314) trasladó la corte  pontificia a esa ciudad, entonces parte de los Estados Pontificios. La estancia  duró desde 1309 a 1377 y los papas que se sucedieron se vieron influidos por  los intereses políticos franceses.
 Los cardenales franceses que eligieron al  papa Urbano VI en 1378 quedaron abrumados por su comportamiento errático y le  retiraron su obediencia, declarando nula la elección, por haberse realizó  durante una época de disturbios en Roma. Nombraron en su lugar nuevo Papa,  Clemente VII, que se trasladó a Avignon. Urbano VI quedó en Roma y respondió  excomulgando a Clemente VII y a sus seguidores y creando su propio grupo de  cardenales.
 El apoyo a cualquiera de los dos papas  estuvo determinado en los distintos reinos y naciones por los intereses y  preferencias políticas.
 Casi medio siglo duró el cisma y durante ese  tiempo se propusieron una serie de soluciones, incluyendo el cese de los Papas.  Sólo la convocatoria de un Concilio parecía ofrecer esperanzas. Los cardenales  y los Obispos de ambos bandos se reunieron en Pisa en 1409 y complicaron las  cosas al elegir un Papa sin la renuncia de los anteriores; sus esfuerzos  sólo consiguieron añadir un tercer Papa en las disensiones.
 Los datos del cisma son los siguientes:
 - Los tres Papas de Roma: Urbano VI es  elegido en Roma en 1378. En 1389 le sucede Bonifacio IX. En 1406 le sigue  Gregorio XII. Fueron reconocidos en Italia y en el Oriente europeo.
 - Los dos Papas de Avignon: Clemente VII  fue elegido en 1378. En 1394 le sigue Benedicto XIII, que abdicó obligado en  1417, pero siguió creyéndose el verdadero Papa hasta su muerte en Peñíscola en  1433. Fueron reconocidos por Francia, Inglaterra y los Reinos ibéricos, junto  con sus zonas de influencia.
 - El Tercer Papa fue elegido en Pisa:  Alejandro V en 1409; Fue seguido por Juan XXII en 1410, el cual duró hasta  1415. Su reconocimiento fue minoritario en Italia.
 - El Papa final, nacido de Constanza, fue  Martín V, que quedó ya sólo entre 1417 y 1431. El Concilio de Constanza (1414-1418)  llevó al cese o deposición de los Papas en pugna. Martín V contó con el  reconocimiento casi universal.
 El escándalo del cisma reforzó durante  algún tiempo la teoría conciliarista de la Iglesia intensificando asimismo el  deseo de reforma, deseo que se abordó de diversa forma y que alentaría pronto  las convulsiones religiosas de la llamada Reforma protestante, precedida por  movimientos como los de Juan Huss   (1371-1417) (husismo) en Bohemia o de Juan Wycliffe (1320-1384) en Inglaterra.
 
        |  |  |     5. Cisma protestante     La llamada Reforma protestante comenzó  siendo un simple cisma, motivado por los abusos que existieron en Roma durante  el período humanista que llamamos Renacimiento y por las demandas de donativos  a cambio de indulgencias para el apoyo a las edificaciones religiosas de  Roma. 
  
 Si al principio el monje agustino Martín  Lutero (1483-1546) tuvo parte de razón en sus reclamos de moderación y renovación,  el movimiento saltó del cisma a la herejía a medida que fueron variándose los  planteamientos doctrinales.
 Comenzó el 31 de Octubre de 1517  con las 95 tesis fijadas en la capilla del  castillo de Wittenberg, acto que provocó la excomunión en 1520 con la Bula  "Exurge Domine" de León X. Desde su refugio del castillo de  Wattburgo y protegido por Federico de Sajonia, su influencia fue aumentando y  su labor creciendo en distanciamiento doctrinal del catolicismo. La "Confesión  de Ausburgo", redactada en 1530, culminó la separación no sólo cismática  sino doctrinal de Roma. Para entonces la actitud rebelde de sus primeras  protestas (De Captivitate Babiloniae) había evolucionado a una ruptura con  la doctrina católica en puntos esenciales: la justificación, los sacramentos,  el sacerdocio, la autoridad del Primado, el pecado, la redención.
 La Concordia, aceptada por la mayoría de los  primeros luteranos, pero luego rechazada, no resolvió la polémica. Y el intento  del Concilio, reunido al fin en Trento el mismo año de la muerte de Lutero y  al que ya no acudieron los protestantes, selló la ruptura total y definitiva  e inició la disgregación de los reformados en multitud de grupos autónomos e  independientes, como el de la Iglesia de Calvino en Ginebra o la de Zwinglio  en Zurich.
 La Reforma protestante se abrió a lo largo  de los siglos en varios centenares de grupos, algunos muy numerosos.
    6. Cisma anglicano    La iglesia o comunidad anglicana nació con  Enrique VIII (1491-1547), ante la negativa a recibir el divorcio de su esposa  primera Catalina de Aragón, hermana de Carlos V, con la cual alegó nulidad de  matrimonio y la incapacidad de la reina para ofrecer un hijo varón. Proclamó el  Acata de Supremacía de 1532, por la que la Iglesia de Inglaterra se separaba de  Roma.Se casó en secreto con Ana Bolena, coronada  reina por el obediente arzobispo de Canterbury, Tomás Cranmer, el cual  también declaró nulo el matrimonio con Catalina. En 1536 acusó a Ana de  adulterio y la condenó a muerte, siguiendo luego su matrimonio con otras  cuatro esposas.
 Excomulgado, repudió la jurisdicción papal  en 1534; y se nombró a sí mismo autoridad eclesiástica suprema en Inglaterra.  El pueblo inglés tuvo que reconocer, bajo juramento, la supremacía de Enrique  y la ley de sucesión. Tomás Moro y el cardenal inglés Juan Fisher fueron  ejecutados por negarse a aceptar la supremacía religiosa del monarca. Enrique  disolvió todas las comunidades monásticas y entregó sus propiedades a los  nobles a cambio de su apoyo.
 Aunque modificó la Iglesia, no aceptó ninguno de los dogmas básicos de los luteranos. Impuso  una disciplina rígida y mandó ejecutar a cuantos se opusieron a sus  decisiones. Reclamó una traducción de la Biblia al inglés, promulgó diversas plegarias propias de la comunidad  anglicana, exigió la fidelidad de todas las autoridades religiosas a su  monarquía, orientada hacia un riguroso absolutismo. Estos elementos serían  refrendados y convertidos en definitivos en el Reinado de la hija de Ana  Bolena, Isabel I de Inglaterra.
 A pesar de su actuación dictatorial y  cruel, Enrique VIII fue apoyado por la mayor parte de los ingleses, tanto clérigos  como laicos, en quienes se mantenían resabios antirromanos y nacionalistas  desde tiempos inmemoriales. No se introdujeron cambios drásticos ni en la fe  católica ni en las prácticas religiosas a las que estaban acostumbrados los  súbditos ingleses.
 Después de la muerte del Enrique VIII,  Inglaterra se acercó algo a la reforma protestante de la que recibió diversas  influencias. En 1549 se publicó el primer libro de oraciones anglicanas, se  obligó a los clérigos a seguirlo en exclusiva y se proclamó el Acta de la Uniformidad. Más tarde, en 1552, se editó el segundo libro de oraciones, con  más influencia protestante, pero bastante alejado del espíritu de Lutero.
 Poco después se publicaron los "Cuarenta  y dos artículos", que fueron como un Credo anglicano. En ellos no hubo  ninguna ruptura básica con Roma, por lo que se mantuvo su carácter cismático  sin excesivas resonancias heréticas.
 Con el ascenso al trono de María I Tudor en  1553, ambos libros fueron suprimidos y de nuevo Inglaterra volvió a someterse  a la obediencia al papado. Pero en 1558, con la llegada al trono de Isabel I,  sobrevino la ruptura definitiva con Roma y se impuso un férreo control de la  Iglesia por parte de la Monarquía.
 El cisma de Inglaterra se mantuvo en  adelante. La doctrina anglicana se basa en el libro de oraciones, con los  antiguos credos de un cristianismo no dividido. Se explícita en los Treinta y  nueve artículos que publicó la Reina y que son interpretados según el libro de  las oraciones. Se reconocen las doctrinas de los cuatro primeros Concilios  ecuménicos. Se rechaza el libre examen de la Biblia y se da importancia a los  Padres y la Tradición católica.
 La Iglesia anglicana difiere poco de la  católica, salvo por su oposición al Papado, tanto en el aspecto de su jurisdicción  como en su infalibilidad doctrinal y moral. Tampoco difiere en lo esencial de  la Ortodoxia oriental.
 El Primado de Canterbury fue siempre  considerado como la cabeza eclesiástica, supeditada al monarca reinante.
 El núcleo estrictamente anglicano se  mantuvo unido durante siglos, llegando a finales del siglo XX a contar con unos  90 millones de adeptos repartidos en 385 Diócesis, con pequeñas diferencias  doctrinales.
 En el siglo XIX se llegó a cierta unificación  con el llamado Cuadrilátero de Lambeth, de 1884. Este año se celebró en  Londres, en el palacio de Lambeth, la primera Conferencia de todos los obispos  de Comunión anglicana, presididos por el Arzobispo de Canterbury. El llamado  Cuadrilátero es una declaración de doctrinas esenciales. Se acoge la fe  católica y apostólica y se declara que la Iglesia cristiana aparece como  voluntad de Cristo en las Escrituras. También se admiten los sacramentos del  Bautismo y de la Eucaristía, el Credo de los Apóstoles, el de Nicea y el  orden episcopal
 Todas las iglesias utilizan el Libro de la  Oración Común, que fue adaptado y reformado según las necesidades del momento y  de algunos lugares en particular.
 Con el tiempo brotaron de esta Iglesia  anglicana diversas confesiones nacionales y regionales, que prolongaron su  influencia, sobre todo en el siglo XIX, en el vasto imperio colonial generado  por el Reino Unido.
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 7. Cisma Galicano     Es la actitud latente en la Iglesia  católica francesa de sentirse relativamente independiente de la autoridad  pontificia. En algunas ocasiones históricas estuvo a punto de llegar a la  ruptura, pero siempre mantuvo la Iglesia francesa dirigentes con sentido común  que lo impidieron.Estrictamente nunca se ha podido hablar de  cisma, sino de propensión cismática. Pero se conoce esta actitud intelectual y  afectiva como galicanismo, aunque ciertamente tal propensión no existió sólo  en Francia, sino que también brotó en otros ambientes europeos (josefinismo,  febronianismo).
 La raíz del galicanismo eclesiástico tal  vez haya que buscarla en el inicio de la Edad Media, cuando la Iglesia franca  se consolidó como dirigente e influyente en Europa. Luego se desarrolló tal  actitud y se acrecentó con las luchas entre los reyes franceses y los Papas  sobre los derechos para cubrir puestos eclesiásticos y proceder al cobro de  impuestos.
 En el siglo XIV y a principios del XV, el  galicanismo estuvo vinculado al movimiento conciliarista y a los esfuerzos  para poner fin al Cisma de Occidente.  En  la Iglesia francesa predominó la actitud conciliarista, en apoyo de los cardenales  franceses, discordantes de los italianos en diversas ocasiones y elecciones  pontificias.
 En el Concordato de 1516, el monarca francés  adquirió el derecho de nombrar Obispos en su reino. Eso abrió la puerta a la  creación de la Asamblea General del  clero francés, que reforzó la independencia del episcopado nacional con respecto  a Roma. Esta postura cuajó en algunas declaraciones, como la de los  "Cuatro Artículos Galicanos" (Declaración del Clero de Francia  de 1682), promulgados por diversos Obispos, dirigidos por el cortesano Jacques  B. Bossuet y aceptados por el absolutista Luis XIV.
 Condenados por el papa Alejandro VIII en  la Constitución "Inter Multiplices", del 4 de Agosto de 1690. El monarca  renunció a ellos, pero se mantuvieron, e incluso se incrementó su espíritu  en algunos ambientes alentados por el jansenismo. Al llegar al poder absoluto  Napoleón, se impusieron como doctrina en las universidades y seminarios.
 Este espíritu se transfundió a otros  ambientes, como a la corte Austriaca del emperador José II (1741-1790) (josefinismo)  o al ámbito germano con el Obispo auxiliar de Tréveris, el intelectual Giustino  Febronio (febronianismo), pseudónimo de J. N. Hontheim (1710-1790) que  defendía en "De Statu Ecclasiae", de 1763, la supremacía del Concilio.
 Cada uno de estos movimientos, que ponían  de relieve el afán independencia del episcopado respecto del papado, fue  condenado por Breve de Pío VI "Super soliditate", del 28 de Noviembre  de 1786.
 
   |  |  | 8. Cisma de los viejos católicos
    Los Viejos católicos se autodenominaron así  como reacción a la definición de la infalibilidad pontificia en el Concilio  Vaticano I. Se organizaron en grupo libre e independiente y estuvieron dirigidos  y sostenidos por 44 profesores y por los intelectuales alemanes, Johann Joseph  Ignaz von Döllinger y Johannes Friedrichque, quienes divulgaron la llamada  "Protesta de Munich".La lucha intelectual se centró en la  negación de la autoridad pontificia como la entendía el concilio Vaticano I. A  la protesta se unieron diversos catedráticos de Bonn, Breslau, Friburgo y  Giessen. En 1873, el teólogo Joseph H. Reinkens fue elegido Obispo de los  viejos católicos en Colonia, siguiendo la fórmula antigua "por el clero  y el pueblo".
 Esto supuso la consumación del cisma o  separación católica del grupo, al cual se unió un número no elevado de sacerdotes  y laicos. Fue consagrado por el Obispo de Deventer en Rotterdam y reconocido  por las autoridades alemanas de Prusia, Baden y Hesse.
 Döllinger, aunque se mantuvo fiel a su idea  contraria al dogma, se negó a formar parte de un cisma organizado, por lo que  rompió sus relaciones con el movimiento. Interrumpido su ejercicio sacerdotal  y sus declaraciones públicas al sufrir la suspensión a divinis, regresó a la  Iglesia católica más tarde.
 Los católicos viejos actuales, escasos en  número y herederos de los antiguos, celebran los servicios religiosos en lengua  vernácula. A los sacerdotes les está permitido el matrimonio. En Julio de 1931,  en Bonn, se estableció una intercomunión con la Iglesia de Inglaterra, más tarde ratificada por ambas partes. El numero  actual de esos grupos, casi todos en Alemania y Austria, no sobrepasa los  200.000.
    9. Cisma de Lefebre    Con motivo del Concilio Vaticano II y sus  normas disciplinares, sobre todo litúrgicas, también se produjeron diversos  movimientos secesionistas en algunos lugares, sobre todo en Francia y Austria.  El más destacado de los llamados tradicionalistas, que rechazó las reformas  establecidas por el Concilio Vaticano II, fue el Arzobispo francés jubilado de  su Diócesis de Dakar, Marcel Lefèbvre.Le siguió un grupo pequeño en forma de  cisma, aunque no careció de ciertos apoyos más numerosos en el ámbito afectivo.  En 1970 fundó un grupo internacional con el nombre de "Fraternidad Sacerdotal  de San Pío X". Declaró las reformas del Concilio como desviaciones y se  negó con sus seguidores a acatar la disciplina litúrgica nacida del Concilio.
 Fracasados los esfuerzos de reconciliación  entre Roma y el Arzobispo Lefèbvre, fue suspendido por Pablo VI en el  ejercicio de sus funciones como sacerdote y Obispo en 1976.
 Continuó con sus actividades, ordenando  incluso a los sacerdotes que servían en las iglesias tradicionalistas de  Suiza, Austria y Alemania.
 A su muerte en 1991 su grupo se mantuvo  cada vez más minoritario, pero obstinado en su rebeldía.
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