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Se denominó así a toda la tierra interior de Palestina, en donde la tradición situaba a los hijos de Canaán.
La maldición de Cam, que Noé fulminó por su falta de respeto y piedad filial (Gn. 9. 26-27), se dirigió a la persona de su primogénito. Afectó a sus descendientes, los cananeos habitantes del territorio del entorno del Jordán. Ellos fueron destrozados por los israelitas, justificando el expolio y la ocupación de la “tierra prometida, atada a aquella profecía de Noé y a las maldades de la población y de sus numerosos reyes y señores de las ciudadesestado en que se estructuraban.
En catequesis conviene resaltar el sentido mítico y simbólico de esa profecía y de esa situación de conquista y de guerra santa destructora (anatema), pues nada de aquellas leyendas pueden justificar hechos sociales, políticos y económicos que se han dado en fechas posteriores y en otros lugares.
Por ejemplo, nada más alejado de la exégesis bíblica correcta que basar en estos hechos míticos y arcaicos los exterminios de los indios norteamericanos a manos de los colonizadores protestantes de ascendencia europea, que justificaban bíblicamente en ocasiones las matanzas. Y mucho menos puede tener referencia religiosa lo que puede acontecer en tiempos recientes con el Estado de Israel y las pretensiones de los integrismos sionistas, en sus luchas con los habitantes de las tierras palestinas, de donde fueron expulsados sus habitantes en 1948.
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