Carismáticos
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    Movimientos que se fundamentan en el principio doctrinal de que Dios ha regalado una nueva época a la Iglesia y ya no es suficiente la tradición jerárquica de la sociedad cristiana. Se tiene la intuición entre los promotores de estos movimientos de que ha llegado el momento histórico de una renovación por medio del Espíritu Santo. Por lo tanto  la Iglesia jerárquica debe queda supeditada a la acción del Espíritu y no viceversa.
   Los grupos que se configuran en cada movimiento se denominan, o se autode­nominan, con el adjetivo de "carismáticos", de proyectados "hacia los de­más". Prefieren una espiritualidad pentecosta­lista, más que ética o dogmática. Sospecha que el tiempo del cristocentrismo debe ser superado con el pneumacentrismo, volviendo al proselitismo carismático de los primeros tiempos evangélicos.
   Son de muchos tipos, grupos y formas como se manifiestan. Unos son más originales y otros más repetitivos. En general aparecen con facilidad y se disuelven con fuga­cidad. Algunos son más estables y consis­tentes.
   A veces se les ha llamado también grupos pentecostales. Pero el pentecostalismo tiene más estilo y ascendencia metodista y anglicana. Busca más la ostentación de los dones espectaculares. (lenguas, sanación, misión, discernimiento, adivinación, etc.)
   El movimiento carismáti­co ahonda más las dimensiones "gratisdatas" y eclesia­les. Nació como hecho social en Kan­sas, en Améreca del Nor­te, con afanes de renovación evangélica. Tuvo carga ecuménica desde el principio y por eso arraigó más en los ámbitos católicos.
   Los más moderados y eclesiales de esos grupos carismáticos han mantenido mayor afición a la tradición y más fiel dependencia de la Jerarquía oficial católica, incluso mereciendo el apoyo de las auto­ridades de la Iglesia, del Papa Juan Pablo II y de muchos Obispos, aunque no se puede ocultar o ignorar la reticencia o abierta desconfianza de otras Jerar­quías locales o más generales.
   También han existido grupos carismáti­cos propensos a actitudes de ruptura y marginación eclesial, considerando desviadas a la Iglesia oficial. Incluso han preten­dido enfrentar los carismas jerár­quicos a los carismas místicos. Llegan incluso a procla­mar un nuevo Pentecostés y la refunda­ción de una Iglesia histó­ricamente ya superada.
   Entre los grupos de estilo "carismático" se han movido en los últimos tiempos la llamada "Comunidad de San Egidio", fun­dada por Andrea Riccardi, en Roma; los movimientos neocatecumenales de Kiko Argüello; los encuentros marianos focolaristas de Clara Lubich; las asociaciones católicas surgidas del pentecostalismo metodista y anglicano; y algunos más, cuyo común denominador ha sido la movilidad y la conciencia de originalidad.
   Simpatizan todos ellos con la idea proclamada por Juan Pablo II en 1993 en Puerto Rico sobre la necesidad eclesial de una nueva hora y la necesidad de una nueva evangelización. Y en ocasiones se expresan con arrogan­cia y con menos­precio de los otros modos de ser cristia­nos o de concebir la Iglesia. Se inclinan a un proselitismo de grupo cerrado con dirigentes autócratas; incluso se autocomplacen en sus éxitos y miran con reticen­cia a los de pensamiento diferente.
   Tienen por lo general fuerte carga afectiva en sus expresiones piadosas y una intensa fantasía en las explicaciones doctrinales, siempre distantes de las explicaciones racionales de la teología clásica y metódica. Al menos sus planteamientos teológicos se mueven con excesiva afición a los carismas y menos interés por los misterios y por los cultos ecuménicos y católicos.