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Se alude con este término, sobre todo dicho en plural, al conjunto de sentimientos comparativos con otros, que se hallan en las fronteras de la envidia, de la rivalidad y de la emulación y que se manifiestan por la insatisfacción del bien ajeno en cuanto limita la posible posesión de ese bien por uno mismo o aparenta disminuir el mérito propio.
En cuanto tal, es una perturbación afectiva, por regla general progresiva, éticamente inaceptable en la medida en que sea voluntaria. Abunda en personalidades afectivas, inmaduras y frágiles. Por eso es frecuente en los niños pequeños en quienes predomina el egocentrismo y la sensorialidad como rasgos naturales.
Se conoce también con el nombre de celotipia y genera conductas insociales que, si superan determinadas barreras o intensidades, pueden ofrecer los rasgos de auténticas patologías.
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