Ciudad
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   Lugar de convivencia bajo una autoridad y en relación a un orden estable de respeto. Se caracteriza por un número suficiente de habitantes (no inferior a 5.000 habitantes en los tiempos recientes) y unos rasgos propios en los edificios
   La polis griega y la civitas romana fueron la semilla de la ciudad occidental posterior. Con todo el asentamiento humano numeroso, protegido por murallas y organizado bajo una autoridad local firme, viene de antes. Jericó ya  existía en el comienzo del neolítico, hacia el 7.200 a de C., si bien sus murallas son del 2.000 con vestigios de tres milenios anteriores.
   La ciudad se convierte en Occidente en elemento de referencia convivencial. En casi todas las culturas se diferencia grandemente la población rural (del campo) y la urbana (de la urbe). El progreso se apoya en esos asentamientos, unas veces históricos y otras veces nuevos, que surgen ya por estímulos laborales ya por necesidades bélicas o de colonización de territorios.
   Con los bárbaros medievales, la ciudad en Europa cobra otro sentido. A diferencia de los señoríos, con sus palacios y castillos, y de los monasterios, con sus tierras, monjes y privilegios, la ciudad recibe cierta  independencia y libertad de tributos. Rompe la dependencia feudal y se orienta a desa­rrollar una vida propia: la urbana. Surgen así las villas, los burgos y, con pala­bra ára­be, las "medinas" o mercados li­bres.
   En torno a esos núcleos se multiplican las actividades y se incrementan los poblamientos estables. La formación humana en las ciudades, tanto antiguas como modernas, se tiñe necesariamente de estilos y formas dife­rentes a la que reclama la vida rural, por lo general agraria. En la urbe se desarrolla el comercio y no la agricultura, la artesanía y no la ganadería.
    Esto hace que, en cuestiones religiosas, haya también sus diferencias: en las urbes se multiplican los templos y pronto se organizan demarcaciones o territorios (parroquias); y en los poblados rurales se vive menos formalmente y la instrucción religiosa queda más ruda por la falta de relaciones y de frecuentes actos de culto.
­     Esas diferencias se van a prolongarse hasta tiempos recientes, cuando los nuevos medios de comunicación igualen la información de todo tipo entre los hombres de un país o región.
    La pertenencia a la ciudad otorgaba determinados derechos y deberes origi­nales ya en tiempos romanos. Implicaban privilegios (ciudadanía romana), que todavía hoy son referencia pedagógica y hasta catequística. Los paganos eran habitantes de los "pagus" o predios rurales. Los civilizados eran productos de las “cives”, de las ciudades. Es fácil sacar multitud de aplicaciones para la catequesis rural y para los diversos lugares en que se organiza la catequesis urbana.