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Hermandades de signo religioso, social o convivencial, herederas de las entidades medievales que se formaban en las ciudades para establecer relaciones estrechas entre los asociados. Se denominaron hermandades o fraternidades, no sólo cofradías. Y dieron origen más tarde a los gremios, a las corporaciones, a las compañías, a los sindicatos. Hoy se alude con este término a los grupos penitenciales, eucarísticos o de otros signos piadosos.
Existen en diversos lugares y tienen orientación religiosa. También se usa con referencia a agrupaciones no religiosas, como acontece con las cofradías de pescadores y las hermandades de labradores, además de otras profesiones de resonancia histórica o perduración social.
Las cofradías religiosas han sido objeto de atención especial por parte de la Iglesia (C.D.C. cánones 298 a 329). Sus manifestaciones piadosas en tiempos litúrgicos: Semana Santa, Corpus Christi, tiempos navideños, etc. tienen gran valor y deben ser cuidadas.
Lo importante es fomentar, recuperando o estableciendo de nueva raíz, la verdadera dimensión de estas entidades parroquiales o diocesanas. Se deben superar en ellas los aspectos turísticos y folclóricos, incluso los meramente estéticos o filantrópicos, y convertirlas en centros de fraternidad, de piedad y de educación cristiana, el triple objetivo inspiró su establecimiento y las ha conservado a lo largo de los siglos.
Si se logra o se potencia esta dimensión, pueden convertirse en plataformas fecundas de formación y de vida cristiana. Para lograrlo hacen falta buenos dirigentes y criterios claros.
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