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Recogida de bienes materiales o recursos pecuniarios con una intención predeterminada. Las colectas en dinero gozan de mala prensa en ciertos ambientes minados por actitudes antieclesiales. Pero es conveniente educar a los cristianos en "actitudes de ofrenda" y no sólo como eventuales consumidores de servicios religiosos gratuitos.
Las colectas que se realizan en las iglesias y en los santuarios o las demandas de ayuda para sostenimiento del templo y de sus ministros deberían ser sentidas y asumidas por el creyente bien educado como obligación seria de conciencia.
Por eso conviene educar en lo posible con criterios y hechos concretos y ya desde los años infantiles en lo que es "atender a la Iglesia en sus necesidades”. La comunidad creyente es humana y tiene necesidades: templos, limosnas, ayudas, emergencias. No hay que confundir lo que es mantenimiento de los sacerdotes y el sostenimiento de la comunidad eclesial. Los sacerdotes como personas necesitan “vivir” y la comunidad con solidaridad precisa “caminar”.
Las colectas misionales, las de caridad, las orientadas a remediar una desgracia colectiva coyuntural, las que se hacen en beneficio de los marginados o deficientes, deberán ser tenidas siempre como signos de autenticidad cristiana. Al educador de la fe le corresponde educar en la caridad como primer deber del creyente y encauzar el deber de la limosna que todo cristiano debe cultivar.
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