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Actitud ética y afectiva que, como el término mismo dice (complicación, complejidad), se halla motivada por diversidad de ingredientes que no siempre es posible dilucidar. Los complejos afectan a toda la vida personal, en lo intelectual, en lo moral y en lo afectivo. Fue el psicoanálisis personalista de K. Jung el que introdujo el concepto tal como se usa hoy.
Los complejos son entenddos como mezclas y "representaciones de ideas y afectos organizados y manifestados en formas de conductas de ajuste". (K Jung)
El educador debe superar sus propios complejos (timidez, infraestima, vanidad, ostentación, etc.) para ayudar al educando a superar los que puede tener o manifestar. En el estilo psicoanalítico de Freud se da mucha importancia a los "complejos libidinales": el de Edipo (preferencia afectiva madre-hijo e hijo-madre), al de Electra (padre-hija), los caínicos (de Caín) o de rivalidad fraterna, los de "castración activa o pasiva" (en el niño o en la niña), etc.
En el terreno religioso y moral, los complejos pueden tener también su presencia y, a veces, su decisiva influencia en el equilibrio y en el comportamiento moral y espiritual de la persona.
El educador de la fe debe recordar la base humana que late detrás de los valores espirituales y actuar en conformidad con estas posibles influencias afectivas de las "complejas" situaciones afectivas de cada persona. (Ver Mecanismos de defensa)
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