|  |    Teólogo dominico belga que se destacó por  su sentido del ecumenismo y por las grandes aportaciones que hizo a la  eclesiología hacia mediados de siglo y en las actividades preparatorias del  Concilio Vaticano II.Desde  1940 Congar formó un movimiento de renovación junto con el también dominico  Marie Dominique Chenu y el jesuita Henri de Lubac. Sus escritos sobre  ecumenismo y eclesiología, audaces y renovadores pero no heterodoxos, no  cayeron bien en determinados ambientes vaticanos. En 1954 fue retirado de  profesor en el noviciado dominico de Le Saulchoir, en Bélgica. Estuvo en  Jerusalén y luego en Cambridge con prohibición de enseñar o publicar. De  entonces es su "Diario de un teólogo" (1946-56) más tarde publicado.  En Julio de 1960, sin aviso previo, fue invitado  por decisión personal de Juan XXIII a ser  consultor de la comisión teológica preparatoria del Concilio, junto con Henri  de Lubac. Ante la sorpresa de la convocatoria conciliar había dicho: "O  es una locura pura,  y por lo tanto una  catástrofe total, o es obra del Espíritu Santo; en tal caso, cualquiera cosa  es posible".
 Al ser elegido Juan XXIII en 1958, quedó  defraudado y llegó a escribir: "Roma necesita una conversión completa.  Necesita renunciar a tener el derecho a controlarlo todo". Aceptó  el ser consultor y las impresiones de su trabajo en las comisiones preparatorias  y en el desarrollo del Concilio quedaron registradas en un libro de dos  tomos: "Mi diario del Concilio". El volumen primero abarcó de  1960   a 1963; el segundo de 1964 a 1966. Al morir dejó indicación de que no debería publicarse antes del  año 2000 para no herir a nadie de los que aun vivieran de aquella lejana época.  Por eso salió a la luz en ese año.
 En la etapa preparatoria quedó muy  amortiguada su influencia ideológica, pues la Comisión doctrinal le miraba con recelo y prácticamente fue marginado. Pero el  obispo Jean Julien Weber de Estrasburgo lo acogió como su teólogo personal y  con él preparó diversas intervenciones. Desde ese momento su influencia fue  muy valiosa y amplia.
 El 8  de Junio de 1964 Pablo VI le recibió en audiencia privada. Expuso con valentía  su opinión de que era necesaria una nueva formulación de la teología de la  Iglesia, idea que el Papa se resistió a entender y menos a atender. El Papa le  indicó que, en la proyectada revista Concilium, de la que el era uno de los  promotores y en la que formaba parte del consejo editorial, debería haber  teólogos romanos. Al negarse a retirar su nombre del Consejo Editorial de la  revista, una vez que fue presentada ante los lectores como promotora de nueva  Teología conciliar, la tensión surgió con las autoridades romanas.
 Fue el motivo por lo que no se le concediera  el capelo cardenalicio, honor que Pablo VI ofreció poco después de terminado  el Concilio a Henri de Lubac y Jean Danielou. Cuando años más tarde Juan Pablo  II reparó con el nombramiento cardenalicio tal marginación, parece que el  ya casi moribundo dominico dijo: "Trop tard, trop tard".
 Ocho  meses después Yves Congar murió dejando el recuerdo de un incansable defensor  de la Iglesia y el modelo de uno de los espíritus católicos más clarividente  del siglo XX.
 
    
 
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