|
Personas de diverso sexo unidas con compromisos matrimoniales. La naturaleza biológica, sociológica, psicológica y ética del hombre exige que la pareja que se une, se "conyuge", sea de diferente sexo y su unión sea algo más que un accidente.
Lo segundo no se entiende por quienes muestran la pretensión de considerar las "parejas de hecho" como cónyuges. No es correcto decir que toda convivencia sexual genera una relación de conyugalidad. En el hombre, que es inteligente por naturaleza, tiene que haber algo más que la consanguinidad, es decir que la cohabitación sexual. Ese algo más es la promesa y la fidelidad, la entrega y la sinceridad, el amor y la responsabilidad. Esto lo pide la naturaleza. Si además hay una fe religiosa, existirá el vínculo matrimonial como signo sacramental.
A la necesidad de diferente sexo en la pareja conyugal se opone la vinculación homosexual, que hoy se defiende con frecuencia como una alternativa matrimonial tan legítima como la bisexual en determinados ambientes pretendidamente liberales. Por mucho que se practique la homosexualidad y hasta se legisle intentando naturalizar lo no natural, nunca se conseguirá enmendar la ley biológica perfilada por los organismo vivos a lo largo de "millones" (sic) de años de evolución.
En la formación religiosa y ética de las personas hay que clarificar con sinceridad y valentía los criterios y desenmascarar las aberraciones, a veces sociales más que personales, que en este terreno se promueven en los medios de comunicación social. Se debe enseñar con claridad que se puede hacer legal cualquier aberración (por ejemplo el emparejamiento con animales o con robots de diseño) con sólo publicar leyes originales, pero que ello no equivale a que se conviertan esos desaciertos en normas lícitas, éticas y naturales.
|
|
|
|
|