Crisis
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    En Sociología y Psicología, crisis es la situación de tránsito, o cambio exterior e interior acompañado de desasosiego. En crisis la persona no se com­porta de modo habitual y reacciona en función de tensiones, bloqueos, frustraciones que bordean lo anormal. Todo tránsito es crisis, pero se reserva el término por lo general para aquellos cambios convulsivos que producen desequilibrio en el sentimiento, en el pensamiento o en el comportamiento.
   Las crisis religiosas, en particular, implican alteración en las actitudes mora­les o en las creencias, por causas internas (perturbaciones afectivas, morales o ideológicas) o por causas externas (es­cándalos, blo­queos, desconciertos, choques agresivos, influencias nefastas).
   Especial importancia tienen para el educador de la fe y para el catequista las crisis religiosas que se producen en las etapas de formación de la persona (dudas religiosas, complejos de culpabilidad, escrúpulos, etc.). Algunas son clásicas y, dentro de lo que cabe, son normales: abandono de la práctica religiosa al llegar a determinada edad, shok religioso ante un escándalo, sorpre­sa ante la destrucción de un mito, creencia o ideal ingenuo. Y otras son más profundas o perso­nales: por ejemplo, manipulación ideológica o afectiva por miembro influyente de alguna secta.
  Lo importante de las crisis no es que se produzcan, pues en la religiosidad como en los demás rasgos humanos siem­pre existe la posibilidad de perturbación o alteraciones de los ritmos normales. Lo importante es, para cuando el caso lle­gue, estar prepa­rados con fortaleza moral, con claridad ideológica y con serenidad emotiva.
   Es precisamente la misión del educado, la de orientar a la persona, , amortigua los desajustes, abrir camino en los momentos difíciles. Y las mismas crisis resultan elementos positivos de formación moral y espiritual. Los no preparados tendrán menos posibilidades de rehacerse por los propios medios.
   Ante una crisis, las actitudes del educador deben ser inteligentes: comprensión, análisis de causas, flexibilidad, paciencia, dar tiempo para la reacción, usar procedimientos indirectos cuando la persona se cierra, evitar los consejos estériles, claridad de planteamientos y no excluir la plegaria confiada a Dios para que ayude en la solución del proble­ma.
   El mejor trato en estas situaciones no es ajeno a las técnicas psicológicas más convenientes: counseling, terapias de grupo, etc. Pero, si se trata de crisis religiosas y no sólo psicológicas, las tera­pias espirituales son imprescindibles. (Ver Psicoterapias)