Cuaresma
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      Tiempo de cuarenta días penitenciales que precede a la celebración de la Pas­cua cristiana y tiene un sentido de piado­sa preparación y de oración. La piedad cristiana asoció este tiempo a los cuarenta días que dice el texto evangélico que Cristo pasó en el desierto orando y ayu­nando antes de su predicación. (Lc. 4.2)
   Los testimonios de los primitivos escri­tores sobre una preparación inmediata para la Pascua se remontan al siglo II, siendo el de S. Ireneo al más antiguo. La idea de hacer un ayuno riguroso de cuaren­ta horas procede de Alejandría en el siglo III y la extensión a los cuarenta días de oración y ayuno se encuentra prescrita en el Concilio de Nicea en el 325. Los testimonios se multiplican con Eusebio de Cesara, S. Cirilo de Jeru­salén y San Jerónimo, que ya habla del ayuno cua­res­mal hacia el 330.
   La Edad Media conoció esta práctica de manera universal. En el siglo XI se inició un tiempo previo de tres días para despedirse de la carne (carnaval), que no iba a poder comerse durante los cuarenta días (abstinencia). Luego se añadieron algunos ritos recordatorios del senti­do penitencial y del mensaje de Jesús: "Si no hacéis peniten­cia, todos pereceréis." (Mt. 3.2). Así nació el rito de la ceniza en el llamado "Miércoles de ceniza".
   El tiempo cuaresmal fue siempre propi­cio a la formación religiosa de los cristia­nos, práctica que se difundió en las re­giones fieles a Roma a partir de la Refor­ma protestante.
   Las conferencias cuaresma­les y las cate­quesis penitenciales como tendencia frecuente y repetida son del siglo XIX, cuando el espíritu de la "res­tauración" se adueñó de Europa después de la Revolu­ción francesa y de las cam­pañas napo­leónicas. Fueron respuesta a la persua­sión de que había sido la ignorancia la que trajo los males revolucionarios.
   Es bueno mantener en la catequesis la práctica de algunos períodos de especial forma­ción cristiana y de actualización de la fe. Se debe aprovechar este tiempo peniten­cial de la cuaresma, sobre todo con los adultos, con confe­ren­cias, cate­quesis, lecturas, reuniones de forma­ción, diálogos, práctica que por lo demás se ha extendido en las pa­rroquias, centros de educación y otras diver­sas instan­cias edu­cati­vas.
   De manera especial, la cuaresma ha tenido especial importancia en la forma­ción valores cristianos básicos como son la oración, el sentido de la penitencia y el descubrimiento de los misterios de la Redención de los hombres.