|  |      El dogma es la verdad que la Iglesia enseña  a sus fieles con obligación de ser aceptada por ellos. Sinónimos son "verdad  definida", "doctrina oficial", "misterio revelado" y  "enseñanza eclesial".El Concilio Vaticano I, en 1870, entendió  por dogma "la verdad de fe divina contenida en la Escritura Sagrada o en  la Tradición, que es propuesta por la Iglesia para ser creída por sus miembros  con carácter obligatorio". (Denz. 1792)
 El concepto de dogma en la enseñanza del  Concilio Vaticano I supone doble perspectiva: verdad contenida en la Revelación,  es decir en la Escritura o en la Tradición; y propuesta formal de la Iglesia  para ser aceptada por los creyentes.
 Esta propuesta de la Iglesia, puede hacerse  de forma ordinaria, por medio de su enseñanza común y habitual; o puede ser  objeto de una formulación extraordinaria, por una solemne definición de la  Jerarquía y Magisterio: del Papa o de un Concilio.
 Lo normal es que los catecismos de las  diversas Diócesis, o los catecismos más generales de la Iglesia entera (el  Catecismo romano o el Catecismo de Juan Pablo II), centren su atención en los  dogmas o doctrinas básicas de la Iglesia.
    1. Los conceptos     No conviene confundir el concepto dogma,  doctrina de obligada aceptación, con otras expresiones o conceptos aproximados,  como "enseñanza", "creencia" "opinión  doctrinal", "conclusión teológica", "verdad  religiosa".- El "misterio religioso" versa  sobre lo que sólo por revelación divina puede ser conocido y sólo con la ayuda  de Dios puede ser aceptado. Tal es la Trinidad de Personas en Dios o la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Si Dios no nos lo hubiera comunicado, nunca podríamos haberlo descubierto  por nuestras solas luces racionales.
 - "Verdad de fe" es la afirmación o  creencia que se propone para ser aceptada, ya porque es clara en sí misma, ya  por cuanto es enseñada por la Iglesia con nitidez. La "verdad de fe"  se desprende de la Palabra de Dios, sin necesidad de que la Iglesia la  proclame como obligatoria. Tal es, por ejemplo, la eternidad divina o la  igualdad de todas las razas humanas.
   - "Doctrina"  alude a lo que se enseña habitualmente por parte de la Iglesia y debe seguir siendo presentado por sus mensajeros. Puede no ser  dogma, como es el caso de la realeza o de la mediación de María. Y puede ser declarado como de obligada  aceptación y así se convierte en dogma indiscutible, por ejemplo la Inmacudada  Concepción o la Asunción de María.
 Las tres realidades, dogmas, verdades de fe  y doctrinas de la Iglesia, son el objeto central de la catequesis.
   - "Opinión o conclusión teológica" es la propuesta que engendra certeza lógica por  parte de un teólogo, una escuela o un grupo. Es el resultado de una reflexión  actual o tradicional. Por ejemplo, diversas opiniones han surgido sobre la  salvación o no salvación de los niños muertos sin el bautismo o sobre el Purgatorio.La catequesis no debe entretenerse en las  opiniones y en las conclusiones teológicas, como debe eludir las simples  creencias tradicionales o las cuestiones discutibles y discutidas por los  teólogos de todos los tiempos.
 Pero no quiere ello decir que el catequista  no pueda tener sus opiniones particulares respecto a diversas cuestiones o  problemas teológicos. Como catequista su misión está en mostrar y tratar de  hacer entender lo que la Iglesia  considera como misterio, doctrina o dogma, no en informar sobre las diversas  corrientes que existen sobre cuestiones teológicas.
 Hará bien en basar su catequesis en lo que  enseña la Iglesia, depositaria del tesoro de la revelación divina, y no en sus  propias opiniones religiosas. Al fin y al cabo él es mensajero de Cristo y enviado  de la Iglesia. En su actitud, intereses y ministerio se diferencia del  teólogo, cuya tarea está centrada en el razonamiento sobre los contenidos y en  la aclaración sobre los lenguajes que se emplean o sobre los argumentos que  se esgrimen.
 El teólogo habla, desde una perspectiva  racional, iluminada por la fe, de lo que considera mejor o más claro. Si elude  la fe, no pasa de ser filósofo o antropólogo centrado en temas religiosos.
 Si es católico, se halla iluminado por las  enseñanzas de la Iglesia (Magisterio, Tradición, Comunidad creyente) y no se  limita a sus propias opiniones. Si no lo es, actúa más por libre, al carecer de  autoridad superior a sus propias luces o preferencias. Pero en ambos casos es  la reflexión, lógica, histórica o sociológica, la que dinamiza sus  afirmaciones.
      2. Diversas actitudes    El catequista, sin embargo, habla desde la  perspectiva de la Iglesia (Magisterio, Tradición o Comunidad creyente) y se  presenta como intermediario ante los catequizandos. No discute lo que  transmite, sino que asume con humildad ministerial lo que comunica.Es interesante recordar las diversas  actitudes pastorales y catequísticas que se pueden asumir en nuestra sociedad  intercomunicada, para elegir la más conveniente en estos temas.
    2.1. El protestantismo.     En general rechaza el Magisterio de la  Iglesia, al menos romana, y da más importancia a las opiniones particulares  (libre examen de la Biblia, necesidad de opciones personales, libertad de  interpretación) que a las enseñanzas recibidas.Pretende una relación más directa con Dios,  incluso en las actitudes y creencias en lo que se relaciona con los misterios  y doctrinas. Su primera fuente de inspiración pastoral y su plataforma de  actuación evangelizadora es la Escritura y ante ella no se alza ninguna otra  instancia superior.
 Sin embargo, el catolicismo se inclina más  por la dependencia del Magisterio de la Iglesia, tanto ordinario como extraordinario. Los teólogos católicos se sienten  servidores de la Iglesia y son  más respetuosos con las mediaciones. Y los pastores de almas, entre los que se  hallan los catequistas, saben supeditar sus formas particulares de entender la Palabra divina a las consignas, enseñanzas y definiciones de la  "autoridad" eclesial.
 El protestantismo facilita el subjetivismo  religioso, hasta generar multiplicidad de grupos, iglesias, movimientos y sectas.  El catolicismo hace más posible la objetividad religiosa, la comunicación fiel  de las verdades, la permanencia doctrinal, la unidad.
    2.2. El tradicionalismo.    En las Iglesias ortodoxas de Oriente, es  frecuente la actitud tradicionalista y el continuismo en todos los aspectos. Se  tiende a interpretar las verdades religiosas o las doctrinas de la Iglesia a  la luz prioritaria de la tradición patrística.Al haberse segregado de la comunión con la  Iglesia romana de Occidente, se corre el peligro de dar a sus  planteamientos doctrinales una perspectiva arcaica.
 Sus modos de explicar las doctrinas  (cristológicas, eclesiológicas, morales, mariológicas, litúrgicas) se aferran a  la tradición, sin atender a las inevitables transformaciones de los lenguajes  teológicos y a la misma clarificación religiosa que han supuesto.
 No aceptan, por ejemplo, hechos importantes  como han sido los Concilios IV de Letrán (1512-1517), de Florencia (1438-1445),  de Trento (1545-1563) o el del Vaticano I (1870), con sus respectivas  definiciones doctrinales (sobre el alma, sobre los sacramentos, sobre la  justificación o sobre la infalibilidad pontificia) o sus decisiones morales.
    2.3. El irenismo  modernista    En el extremo opuesto se sitúan las más  reciente actitudes irenistas, mal llamadas ecumenistas, que reducen las  expresiones doctrinales a cuestiones terminológicas.Intentan hacer equivalentes todas las  afirmaciones religiosas en lo esencial y suponen que todas las enseñanzas dogmáticas  coinciden en el fondo en lo fundamental, aun cuando las fórmulas se acomoden a  las diferentes sensibilidades eclesiales o a las visiones particulares de los  diversos pensadores o grupos que pueden existir en la Iglesia.
 Si es cierto que los lenguajes han variado  notablemente con el paso de los siglos y que los modos tomistas, escotistas,  suarecianos, bañecianos, etc, pueden resultar hoy superados por modelos  expresivos menos preocupados por los simples términos (substancia, accidente,  indulgencia, justicia, etc), no cabe duda de que las verdades siguen siendo  elementos centrales y referencias permanentes.
 Son ellas, y no los términos, las que deben  ser entendidas en el contexto de la comunidad eclesial. No pueden reducirse a  simples cuestiones expresivas, al uso de cualquier teólogo de fortuna periodística  o de agudeza literaria.
 La objetividad evangélica es la que debe  regir, al menos en la actividad catequística, si se quiere guardar fidelidad  al Evangelio y a la Iglesia, que es la depositaria, que no propietaria, del  misterio cristiano.
    3. Dogmas y fidelidad
 El dogma en sentido propio es objeto de la  "fe divina", es decir de una gracia de iluminación y de una respuesta  humana de aceptación y de adhesión.
 El creyente no es libre en conciencia de  aceptar o rechazar los dogmas, aun cuando no vea con claridad el sentido de  los mismos. El cristiano, seguidor de Cristo, no es dueño de las verdades  religiosas, sino beneficiario de su revelación por parte de Dios y de la conservación  que la Iglesia hace de ellas para beneficio de todos.
 Por eso, es importante que el catequista no  se sienta propietario de los mensajes que transmite, sino intermediario entre  quien los entrega, que es Dios revelador, y aquellos a quienes se destinan,  que son los creyentes. El carácter intermediador del catequista, como reflejo  de la mediación de la Iglesia, es decisivo en la tarea evangelizadora.
    3.1. Desviaciones     Cuando alguien rechaza una opinión o incluso  una doctrina, simplemente es un "discrepante". Pero cuando rechaza un  misterio revelado o un dogma es más bien un "hereje". El hereje, o  adversario (de aireo, en griego, escoger otra cosa), además de reflejar otro  pensamiento, implica situarse en otra dependencia o relación moral diferente de  la de Cristo.En terminología religiosa se llama "error"  a la propuesta o defensa equivocada de algo que no coincide con la verdad  revelada. Y se suele hablar de "herejía" cuando el error se reviste  de rebeldía o de oposición a la autoridad eclesial que conserva o transmite una  verdad recibida.
    3.2. Comportamientos    Por eso el error merece atención paciente  para clarificar las ideas y llegar a la verdad en quienes se equivocan.La herejía, que se halla condenada por la  Iglesia, sobre todo cuando es contumaz y obstinada, reclama más que las sanciones  y rechazos frecuentes en otros tiempos, la clarificación y sinceridad en las  ideas, la plegaria por los que caen en ella y la firmeza en quien respetuosa  pero sinceramente es portador del mensaje.
 Sólo con humildad para aceptar la autoridad  conferida por Cristo a la Iglesia, a sus pastores que tienen la misión de  enseñar, que eso es el Magisterio, se pueden superar, por la gracia de Dios,  las actitudes heréticas.
    4. Diversidad de doctrinas    En las enseñanzas religiosas de la Iglesia  se da cierta graduación o diversidad de dogmas y doctrinas. Se debe formar e  informar al catequista para que se ponga en disposición de diferenciar lo  esencial y lo secundario en materias de fe y en cuestiones doctrinales.Suponiendo que considera los misterios  revelados y los dogmas como el centro de referencia y el fundamento de su tarea  educadora, es bueno que recuerde que todos ellos pueden ser de diferente  significación doctrinal y pastoral.
 
 
 
     |  |  |     4. Diversidad de doctrinas     En las enseñanzas religiosas de la Iglesia  se da cierta graduación o diversidad de dogmas y doctrinas. Se debe formar e  informar al catequista para que se ponga en disposición de diferenciar lo  esencial y lo secundario en materias de fe y en cuestiones doctrinales.Suponiendo que considera los misterios  revelados y los dogmas como el centro de referencia y el fundamento de su tarea  educadora, es bueno que recuerde que todos ellos pueden ser de diferente  significación doctrinal y pastoral.
  
 
 4.1. Tipos dogmáticos    Según la terminología tradicional entre los  teólogos, los dogmas se pueden clasificar de diversa forma:    4.1.1. Por su contenido.    Hay dogmas generales, como la misericordia  divina o si justicia eterna; y hay dogmas especiales, como la Inmaculada  Concepción de María (ausencia de pecado original) o la infalibilidad religiosa  de la Escritura. A los primeros pertenecen las verdades fundamentales del  cristianismo.A los segundos corresponden las verdades  particulares que se desprenden de los primeros y se han desarrollado luego.
 Hay tentación de hablar de dogmas  importantes y dogmas secundarios. Pero no es correcto hacerlo así, pues todos  los dogmas se fundamentales.
    4.1.2. Por el  conocimiento.      Hay dogmas que el hombre inteligente  conoce sin confusión. Son dogmas puros y absolutos que recogen doctrinas plenamente  reveladas, por ejemplo que el Espíritu Santo procede "del Padre y del  Hijo".Y hay dogmas más vinculados a planteamientos  de la razón humana, por ejemplo "el Primado de Pedro". Los primeros  únicamente los conocemos en virtud de la revelación divina, como es la Santísima  Trinidad (Se suelen denominar misterios). Los segundos podemos también  conocerlos por reflexión y por el sentido común, por ejemplo la conciencia  mesiánica de Cristo. Analizando serenamente los textos evangélicos a la luz de  las interpretaciones tradicionales en la Iglesia descubrimos que Cristo se  tiene por Hijo de Dios y por esa conciencia entrega la vida.
    4.1.3. Por la proclamación    Hay dogmas que se hallan desde el principio  en la predicación de la Iglesia. Son dogmas "en sí mismos" como es la  Encarnación del Verbo o la Redención por la muerte de cruz. Y hay dogmas que se han ido descubriendo y  proclamando a medida que la Iglesia ha ido clarificando el mensaje revelado.  Son dogmas "en relación a nosotros", por ejemplo "la universalidad  de la redención", que afecta también a los no judíos y la primacía de  Pedro en el Colegio apostólico" en la que luego la Iglesia apoyará el  dogma de la "Infalibilidad pontificia" cuando el Papa habla "ex  cathedra".
 Hay dogmas permanentes en la conciencia de  la Iglesia, como los declarados en el llamado Credo apostólico que se  expresaban desde los primeros siglos. Y hay algunos que se han ido definiendo  con el paso de los siglos, como son todos los expresados en los Concilios ecuménicos  o algunos Papas han querido definir como tales para mejor claridad de la  doctrina.
    4.1.4. Según su  "necesidad".    Impropiamente algunos teólogos hablaron de  "dogmas necesarios para la salvación", como el reconocimiento de la  divinidad de Cristo. Y dogmas "no necesarios o secundarios" como la  existencia de un "purgatorio" o posibilidad de ser perdonados los  pecados no "mortales" (o de muerte del alma) después de la muerte.Los primeros tienen que ser creídos explícitamente  por todos para conseguir la salvación eterna, por ejemplo la inmortalidad  del alma o la necesidad del estado de gracia. Y con respecto a los segundos  basta una fe implícita, como por ejemplo "la eternidad del cielo o del  infierno", que está implícito en creer en la "vida eterna".
    4.2. Evolución del dogma    Determinados teólogos, sobre todo protestantes,  han sospechado que, a la luz de lo enseñando en diversos siglos sobre  cuestiones concretas, el dogma, es decir la doctrina propuesta a la fe de los  cristianos por la Iglesia, ha ido cambiando sustancialmente con el paso de  los tiempos.El Concilio del Vaticano I condenó como  herejía la idea de los cambios dogmáticos sustanciales, pues entonces sería  difícil entender o admitir la unidad de doctrina en la Iglesia histórica y la  realidad permanente de la Revelación.
    4.2.1. Desarrollo y no  cambio    Para explicar la indiscutible variación  histórica de las formas de expresar determinadas verdades básicas del  cristianismo, los teólogos católicos coinciden en hablar más de desarrollo que  de cambio o de variación.Y lo hacen con la defensa de tres criterios  de base:
 a) La revelación de la verdad cristiana se  terminó con la época apostólica, es decir con la muerte del último Apóstol, que  tradicionalmente se dice fue Juan. Después no se ofrece "nada  nuevo", sino que se desarrollan las enseñanzas explícitas o las  contenidas en germen en la Escritura Santa y en la tradición o continuidad de  las enseñanzas de los Apóstoles.
 b) Los misterios cristianos son independientes  de los lenguajes científicos, sociales o filosóficos con los que, en cada época,  se trata de explicar su naturaleza y su significado. Lo que se hace posteriormente  es clarificar lo que hay en la Escritura y en la Tradición, no crear nuevas  doctrinas para acomodarse a los tiempos.
 c) Los dogmas son inmutables, en cuanto  verdades religiosas. Lo que ha variado han sido los modos expresivos, los vocabularios  y los argumentos reflexivos que tratan de recogerlos, explicarlos y transmitirlos  a los cristianos.
    4.2. Valor de ese  desarrollo    La realidad es que las variaciones se han  dado y un cristiano del siglo II que hoy viniera a la tierra y escuchara las  explicaciones religiosas quedaría desconcertado ante muchos modos de pensar y  de hablar en referencia a sus esquemas mentales.Unas veces las variaciones han sido de poca  monta, como en el caso del "valor redentor de la muerte de Jesús". En  ocasiones los modos expresivos han sido más importantes, como en la interpretación  de la autoridad magisterial de la Iglesia.
 El problema que se plantea en la teología  es si los rasgos del desarrollo afectan sólo a las formas o llega a los contenidos.
 
 4.3. Inmutabilidad del  dogma
    En cierto sentido hay que armonizar la  inmutabilidad del dogma y la variación del lenguaje que lo expresa.La razón de la inmutabilidad del dogma  reside en el origen divino de la verdad que él representa. La verdad divina es  permanente, porque Dios no cambia: "La verdad de Yaweh permanece  eternamente”. (Salmo 116. 2) "El cielo y la tierra pasarán, pero mis  palabras no pasarán".(Mc. 13.31)
 Esta explicación de los cambios en la  exposición de las doctrinas ya fue sugerida por los primeros escritores  cristianos. San Gregorio Magno decía: "Con el correr del tiempo fue  acrecentándose la ciencia de los Patriarcas; pues Moisés recibió mayores  ilustraciones que Abraham en la ciencia de Dios omnipotente; y los Profetas  las recibieron mayores que Moisés; y los Apóstoles, a su vez, mayores que  los Profetas". (Com. a Ezeq. 2. Hom. 4. 12).
 Por eso, es normal la enseñanza de la  Iglesia sobre los modos de presentar y explicar cada uno de los dogmas.
 - Hay  algunos que estaban implícitos en las enseñanzas de los primeros tiempos  cristianos y se fueron haciendo explícitos y claros con el paso del tiempo;  por ejemplo, la Infalibilidad pontificia o la Asunción de María en cuerpo al  cielo.
 - Algunos han dependido mucho de los modos  de hablar de cada época o de cada escuela teológica o filosófica; por ejemplo,  la "Unión hipostática de las dos naturalezas en Cristo, la humana y la  divina, y la unidad de Persona divina del Verbo.
 - Hay dogmas que se han aclarado por haber  sido objeto de una doctrina herética, la cual ha terminado siendo condenada  por la Iglesia, por una autoridad episcopal o por un concilio, aunque ha dado  ocasión a aclaraciones; por ejemplo, la procedencia del Espíritu Santo del  Padre y del Hijo y su carácter divino.
 Decía S. Agustín que "una cuestión  promovida por un adversario se convierte con frecuencia en ocasión de  adquirir nuevas enseñanzas." (De Civ. Dei 16. 2,1)
 
 4.4. Transmisión del dogma
    La evolución del dogma en cuanto a su  presentación evangélica, no implica invención, sino aclaración. No es  rectificación, sino progresión.Por eso es tan importante la tarea de los  teólogos en la Iglesia: hacen con sus reflexiones a la luz de la fe y en unión  al Magisterio, que la verdad se clarifique. Resulta beneficiosa su forma de  ayudar a mejorar la comprensión de cada misterio o de cada explicación ofrecida.
 Su labor, que es un verdadero ministerio de  la Palabra divina y no puede haber en ellos actitudes de independencia  doctrinal.
 San Vicente de Lérins decía: "Tal  vez alguno diga:¿Es que no hay progreso en la Iglesia en lo que se refiere a religión? Respondo: Ese progreso existe y  es verdadero progreso en la fe; pero tiene que ser verdadero progreso de la  fe, no alteración de la misma. Es propio del progreso que algo crezca en sí  mismo, mientras lo propio de la alteración es transformar una cosa en  otra".  (Commonitorium 23)
 
 Mil documentos pueblan la Historia de la Iglesia   |  | 
  
    |  | 5. Las verdades católicas     El Magisterio de la Iglesia tiene como  misión mantener integro el depósito de la fe, es decir de las verdades  reveladas. Y tiene como deber el darles una interpretación infalible y  segura para los creyentes.Es el primer deber de la Iglesia y lo cumple  con su enseñanza continua y fiel de lo que el mismo Cristo enseñó a los hombres.  Ella no crea doctrina; simplemente la transmite. No es dueña de la verdad,  sólo es depositaria.
 La autoridad infalible de la Iglesia abarca  a todo aquello (verdades, normas y hechos) que es consecuencia o presupuesto  de dichas verdades reveladas, aunque no sean doctrinas y hechos comunicados  inmediatamente por el Señor.
 Y la misión del Magisterio es discernir la  verdad del error, lo revelado de lo simplemente reflexionado por los hombres.  Se suelen llamar "verdades  católicas" o  doctrinas de la  Iglesia, a las enseñanzas que sirven para conservar y aclarar los misterios  revelados. También ellas tienen que ser aceptadas por los cristianos, en  cuanto son medios para llegar a la verdad o para aclararla de forma suficiente.
    5.1. Modos de hablar    Entre las maneras de describir o presentar  las verdades católicas se cuentan diversas formas de hablar y, por lo tanto,  de valorar:- Son "conclusiones teológicas",  en sentido propiamente dicho, las que se derivan de un razonamiento claro e  indiscutible. La fuerza de esas conclusiones depende de la solidez de las  razones y de la coherencia de los argumentos.
 Por ejemplo, es una conclusión teológica  que el mérito de las buenas obras depende de la libre voluntad con la que se  realizan.
 - Se suelen llamar "hechos  dogmáticos"  aquellos hechos históricos  no revelados, pero que se hallan en íntima dependencia con una verdad  revelada. Por ejemplo, el episcopado romano de San Pedro y el ascendiente  primacial del Obispo de Roma.
 - Las "verdades de razón", que no  han sido reveladas, pero se encuentran en íntima relación con una verdad  revelada. Tales son los principios filosóficos o sociológicos que constituyen  la base natural de una verdad de fe.
 Tal es el conocimiento de lo suprasensible,  la posibilidad de conocer Dios por la inteligencia, la espiritualidad del  alma.
 Y son también verdades racionales los conceptos  básicos que sirven para explicar verdades religiosas: por ejemplo, el concepto  de sustancia en el dogma de la "transubstanciación eucarística".
 La Iglesia, para defender el depósito la fe,  tiene el derecho y el deber de condenar las doctrinas filosóficas que directa  o indirectamente ponen en peligro el dogma. El concilio del Vaticano I  declaró que "Ella (la Iglesia) tiene el deber de repudiar la falsa  ciencia". Por ejemplo tiene el deber de condenar la discriminación de  la mujer o el racismo, ambas actitudes se opone a su doctrina sobre la igualdad  esencial de todos los hombres.
    5.2. Opiniones teológicas    Las opiniones teológicas sobre aspectos  doctrinales, dogmáticos y morales, son un derecho de los creyentes en cuento  hombre y en cuanto creyentes. Defender la libertad de opinar es una forma de  promover la dignidad humana. Evidentemente la Iglesia se pone de parte de la  libertad de pensar y de expresarse como un derecho humano y nada tiene que  decir a quienes con coinciden con su doctrina moral, social o dogmática,  siempre que lo hagan con nobleza y con respeto.Por eso la Iglesia puede y debe dialogar y  convivir en paz con miembros de otras religiones o con cristianos alejados de  la autoridad católica. Incluso respeta y comparte pensamiento y convivencia con  los mismos ateos.
 Pero los católicos tienen un límite en sus  modos de pensar y de hablar, que son los de la verdad. Siendo la Iglesia depositaria  de la verdad revelada, los cristianos no cuentan con libertad de pensar lo que  quieran cuando una verdad ha sido definida como tal por la Iglesia.
 Esta limitación del derecho es consecuencia  de la misma naturaleza de la verdad. Es aplicable a todos los creyentes,  pero afecta más a quienes tiene que transmitirla a otros, sobre todo si no  cuentan con capacidades culturales o morales para discernir y juzgar por  propia cuenta y libre arbitrio.
 En las verdades no clarificadas del todo o  no definidas por el Magisterio, la libertad de opinión es total. Pero el peso  de una opinión teológica no debe supeditarse al prestigio social o literario  de un teólogo o a la actualidad de sus afirmación (a la moda teológica), sino  al valor de las razones y de los argumentaciones.
 Un peligro de los tiempos modernos es  calcular el peso de una opinión teológica por el eco que tiene en los medios de  comunicación social, en la cuales "el mensaje es el medio"  (Marshall Mac Luhan).
 Pío  XII declaraba: "Si los Sumos Pontífices, pronuncian de propósito una  sentencia en materia disputada, es evidente que, según la intención y voluntad  expresada por ellos, esa cuestión no puede ya ser tenida como de libre  discusión entre los teólogos" (Encicl. Humani generis).
          |  |  | 6. Niveles de certeza teológica     No todas las doctrinas y enseñanzas  religiosas tienen el mismo nivel de importancia doctrinal, la misma claridad  de contenido o la misma fuerza religiosa. Esto es importante para el catequista y para  el educador de la fe, que deben dar la preferencia a las más importantes para  la vida cristiana y para la ilustración de la inteligencia.
 Evidentemente entre el misterio de la  Encarnación redentora de Cristo y el hecho de que existan o no lo ángeles hay  diferente eco en la vida de los bautizados. Entre la dignidad de María como  Madre de Dios y el privilegio de su Asunción a los cielos también hay distancia.
     6.1. Calificaciones  doctrinales     Conviene conocer, aunque no siempre sea  fácil establecer las líneas divisorias, las diferentes calificaciones de que se  habla a veces en Teología.      6.1.1. Verdades de fe  divina     La verdades reveladas, o misterios divinos,  ocupan el primer lugar religioso. . Ellas son el fundamento y objeto de la fe  en primer lugar. La Iglesia a veces las ha proclamado como importantes en el  ejercicio de su Magisterio (Verdades de fe católica) añadiendo la fuerza de  su garantía eclesial.Y en ocasiones las ha definido de manera  solemne, explícita e intencional (Verdades de fe definida)
     6.1.2. Verdades de fe  eclesiástica     Otras verdades son verdades o enseñanzas  que han sido manifestadas por la Iglesia según su misión docente. Aunque no  parezcan clara y explícitamente anunciadas en la Palabra escrita de la Biblia.   Se llaman entonces “eclesiales”En ocasiones algunas verdades no han sido  definidas de forma oficial en la Iglesia, pero se consideran por todos, por  los pastores y por los teólogos, como evidentes e indiscutibles. Se llaman  entonces "verdades de fe eclesiástica". La certeza de estas verdades  es total, pues se trata de doctrinas infalibles en función de la autoridad  docente de la Iglesia.
 
 6.1.3. Verdades próximas a  la fe
    Son la que se consideran casi universalmente  por los teólogos como reveladas, aunque la Iglesia no ha declarado todavía  como tales, pero que son presentadas por todos de esa forma.    6.1.4. Conclusiones  teológicas    Hay también doctrinas o verdades que se  derivan de otras ya proclamadas por la Iglesia. Se suelen considerar entonces como "conclusiones", cuya autoridad  depende de la claridad de los argumentos que las avalan.Y a veces hay "Sentencias comunes"  que son las que, sin salirse del terreno de lo discutible y opinable, van  adquiriendo cierto consenso entre los teólogos.
 Si ese consenso no se da, son simples  "opiniones teológicas particulares", pues responden a argumentación  personal o, con frecuencia, provisional, sin que llegue a ser general entre  los teólogos de la Iglesia su promoción o defensa.
    6.2. Adaptación histórica    Es conveniente recordar también que la  experiencia histórica de la Iglesia indica que no todas las doctrinas que en  algún tiempo parecían indiscutibles resistieron el paso del tiempo; sobre todo,  cuando se trataba de visiones no estrictamente religiosas sino vinculadas  con la cultura de cada momento o lugar, tales opiniones variaron con el tiempo. No pueden ser consideradas como verdades  religiosas, aunque en algún tiempo tuvieron mucha importancia. En consecuencia,  fueron y son materias opinables y de hecho muchas veces se rectificaron con  el tiempo. Sirva como ejemplo el alcance que se daba en la Edad Media a la  consagración de los reyes, el valor que se atribuía a las reliquias, o la  importancia salvífica que se asociaba a las indulgencias.
 En relación a las declaraciones o enseñanzas  del Magisterio eclesiástico, episcopal e incluso pontificio, hay tener en  cuenta que no siempre gozaron de infalibilidad o de inmutabilidad doctrinal,  al menos en referencia al Magisterio.
 Como realidad humana que es, también la  Iglesia cambió. Sirva de ejemplo las enseñanzas sobre el origen del hombre o  la veracidad histórica de los hechos bíblicos o de la existencia de sus  protagonistas.
 Conviene recordar que la infalibilidad  pontificia, que es dogma definido en el Concilio Vaticano I, sólo afecta las  verdades relativas a la fe y a las costumbres cuando el Papa las presente  "ex cathedra", es decir con la explícita intención de proclamarlas  como obligatorias de creer, por ser verdades reveladas.
   6.3.  Calificaciones y catequesis    El catequista, que no tiene por qué ser  teólogo en sus inquietudes pastorales, debe tener algún conocimiento sobre el  valor y la calificación de las principales verdades que debe manifestar en la  catequesis. Pero no debe hacer especial hincapié en ellas.Su mejor referencias sobre las verdades  religiosas y sobre cada una en particular, habrá de ser el Catecismo y el  Evangelio.
 Sólo en cuestiones concretas y cuando se  trata de catequizandos de alguna cultura o de determinadas circunstancias  puede necesitar profundizar en planteamientos más teológicos.
 Lo normal es que no necesite discernimientos  minuciosos, al menos en aquellas materias que son opinables y que deben quedar  un poco también a la libre reflexión de sus catequizandos.  Seguir otro criterio lleva al peligro de  trascender las fronteras de lo que es y reclama la formación de la fe. Y con  frecuencia conduce a malgastar el tiempo en altercados y discusiones religiosas  que están bien en el terreno de la Teología, pero poco aportan en lo relativo  a la ascesis, a la cultura cristiana y a la vida creyente de cada día.
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