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Actividad mental desordenada y similar a la alucinación, que se manifiesta en el disparate, en la desproporción y en el desvarío. Puede deberse a un episodio pasajero de fiebre o de intoxicación, por ejemplo etílica, o a estados más o menos permanentes de desajuste mental.
Los delirios religiosos pueden aparecer a veces y originar desconcierto para quien trata con quien los sufre. Ofrecen síntomas desconcertantes que pueden parecer signos de piedad selecta sin pasar de desajustes mentales, por muy sobre o preternaturales que parezcan. El educador debe prevenirse contra esas formas religiosas delirantes y tratarlas de forma correcta.
El delirio patológico puede tener varios grados, llegando incluso al convulsivo (delirium tremens). Especial atención pedagógica y valoración ética merecen en los tiempos actuales los delirios procedentes de causas tóxicas que conducen a él en los ámbitos juveniles, y no tan juveniles, flagelo de la sociedad moderna: alcoholismo, toxicomanías, exaltaciones místicas en determinadas sectas.
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