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Anhelos de conseguir objetivos o situaciones que se presentan como posibles. Nacen de la inteligencia que conoce posibilidades y avanzan con la afectividad que los propone como objeto de conquista.
Pueden tener un objeto bueno o un objeto malo, pueden ser permanentes o fugaces. Pueden hacerse manifiestos o quedar en el secreto del corazón.
En el Nuevo Testamento con el término epi-zimia (anhelo) o epipozeo (apetencia) aparecen 38 veces y 16 veces ese atractivo manifestado hacia algo.
En pedagogía cristiana hay que enseñar a juzgar la moralidad de los deseos, aunque no lleguen a conseguirse. Y hay que animar a controlar las apetencias cuando el objeto no es bueno. Es malo "desear la mujer ajena" (Mt. 5.28) o "las riquezas de otro” (Mc. 4.19) Y es bueno “desear las cosas de Dios” (Mt.13.17) o “seguir al mismo Jesús con fidelidad” (Lc. 17.22). La pedagogía de los buenos deseos es un preámbulo necesario para llegar a la pedagogía de las acciones buenas.
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