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          La educación en la sensibilidad agradecida  con los difuntos es una de las consecuencias del respeto que en la Iglesia se  ha tenido con los que fallecen y se mantienen como miembros de ella, misteriosamente  unidos en el cuerpo místico. 
    La  muerte es un hecho humano y universal y hay que educar desde posturas de fe  para entenderla, aceptarla, respetarla y convertirla en motivo de mejor vida  cristiana. 
    Es  bueno recordar que los niños no pueden comprender el sentido de la muerte y  quedan desconcertados ante ella. Sólo los que han llegado a cierta madurez  intelectual y equilibrio afectivo son capaces de entender su significado. 
    Una  catequesis funeraria no es sinónima de una catequesis triste o medrosa. El  hombre, y más el cristiano, tienen que hacerse consciente de que la vida es  temporal: tiene un comienzo y tiene un fin inexorable. Aceptar en razón este  postulado no equivale a suprimir los sentimientos naturales de temor, dolor,  desconcierto y compasión que provoca. 
    En  todo caso para lograr una buena educación en lo que la muerte significa y  desencadena, hay que resaltar su dimensión cristiana, tal como la misma liturgia  católica promueve. Para la Iglesia "la vida se cambia no se quita"  (prefacio de la misa de difuntos) y los que lloran la muerte de un ser querido  no admiten su destrucción sino el paso a "la vida eterna en donde  brilla la esperanza en la resurrección", sentimientos que presiden  sus exequias y sufragios. 
    Atención  especial merece en la educación religiosa las celebraciones católicas de las  fiestas de los "Fieles difuntos" del 2 de Octubre o las plegarias que  se elevan al cielo por los que han fallecido por enfermedad, por accidente, por  edad. 
    El  educador debe ser consciente también de los episodios de desconcierto y las  consecuentes reacciones de crisis religiosas o morales que en ocasiones se  produce en algunos adolescentes y   jóvenes con motivo de una desgracia: un accidente, un fracaso, la muerte  de un ser querido (padres, amigos, niños). Deben entender con paz las  manifestaciones negativas ("No hay derecho", "Dios no puede ser  bueno", "no quiero nada con Dios") y dejar algún rayo de luz en  la conciencia que sufre. 
    Y  también debe ser prudente y delicado cuando juzga o ayuda a formar juicios  sobre hechos relacionados con el morir: eutanasia, suicidios, aborto,  homicidios, guerra, terrorismo... 
       
     
    
    
        
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    La gloria de los Condestables de Castilla (Catedral de Burgos)       
      
    Y la humildad del sepulcro de María en Jerusalén        | 
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