Herejía temprana en la Iglesia, a finales del siglo I, que sostenía o "enseñaba" que Jesús había padecido sólo aparentemente pues, por ser Dios, no podía sufrir. La idea fue luego desarrollada por los gnósticos del siglo II.
San Ignacio de Antioquía hacia el 107 escribe contra esta corriente y más tarde la condenan y combaten S. Ireneo hacia el 202 y Tertuliano poco después.